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Martín Barrios, una historia de lucha obrera-campesina y defensa férrea del medio ambiente en Tehuacán

Monika

Redacción El Piñero | Corresponsalía

En 2003 inició la primera de muchas revueltas, luchas, disidencias y rebeliones en el mundo de las maquiladoras y lavanderías de la industria del vestido en Tehuacán, Puebla.

Este rojinegro volante sirvió como agitador de las conciencias ante una serie de despidos que empezaron a darse al inicio de ese año y que culminaría a inicios del 2004 con el cierre de todas las plantas de Tarrant Apparel Group (TAG) en la región de Tehuacán.

Un cierre masivo que fue anunciado por el político y empresario priísta tehuacanero, Marco Antonio Hadd Yunes, aliado local de Kamel Nacif Borge, el rey de la mezclilla y pederasta prófugo de la justicia hasta hoy en día, quien a pesar de este cierre patronal que orilló al desempleo a más de 5 mil trabajadores en nuestra ciudad se le ocurrió postularse como candidato a la presidencia municipal el año siguiente por el ahora morado tricolor, y claro, perdió la elección de forma apabullante a pesar del dinero que estuvo regalando para la compra del voto.

Este volante de nuestra primera acción de organización y defensa obrera lo repartí con la ayuda de Armando Rodríguez Nuño, el famoso Pájaro Sanjuanero, un amigo nahua de San Juan Cuautla en Coyomeapan, Sierra Negra, quien también nos ayudó y acompañó en las largas y pesadas caminatas en la zona baja de Zoquitlan y Tlacotepec de Díaz en los inicios de la formación de la resistencia indígena contra la Minera Autlan y su destructivo proyecto hidroeléctrico Coyolapa Atzala, subiendo y bajando montañas, en el lodo, la lluvia, el sol, atravesando una y otra vez los ríos, porque como dicen los compañeros de Tequitlale “Malin tona mali kivi, tejva ompa tivi” (“Aunque llueva o aunque el sol sea abrasante, no retrocedemos, seguimos adelante”).

Recuerdo la mirada de sorpresa de obreros y costureras viendo a mi compañero que andaba de huaraches y sombrero haciendo agitación obrera en la Ciudad de Indios.

En la primera acción de difusión de este pequeño pero poderoso volante, fuimos perseguidos por los lacayos de José Luis García Montufar, un sirviente de la casta beduina dentro de la Planta 6 de la empresa, la cual estaba ubicada en lo que fue la histórica nave de la refresquera Aguas de Tehuacán, que está a un costado de la bodega Aurrera, en la colonia Arcadia a unos metros de la estación ferroviaria y que ahora se ha convertido en una enorme bodega que alberga taquerías, tiendas de muebles de baño, fondas de comida china y otros negocios.

Montúfar llamó a la policía que no tardó en llegar para intimidarnos, pero obviamente ya habíamos aventado la piedra y no íbamos a esconder la mano en absoluto.

A partir del reparto de este volante, la historia empezó a rodar de manera rápida, vertiginosa e increíble. A mi casa empezaron a llegar, primero seis trabajadores a pedir informes: ¿Ustedes son los que repartieron esto? Durante la semana siguiente llegaron cada día más hasta estar unos 200 obreros en el patio de mi casa que ya no era particular y un día, en que prácticamente ya no cabía nadie, se rompieron macetas, bancos y otros enseres, por lo cual decidimos tomar la calle como salón de asambleas.

Los obreros decidieron crear una coalición constitucional temporal que bautizaron como “Unión de Trabajadores de Tarrant” para combatir el papel esquirol del sindicato Manuel Rivera Anaya de la CROC, quien en todo momento hacia el papel de chivato de los Haddad y ejercía represión contra sus supuestos sindicalizados.

Una de las primeras acciones de la resistencia fue que los despedidos, que funcionaban como activistas y agitadores, convocaran a una falta colectiva. Todavía existía mucho miedo entre los que seguían laborando. El día acordado llegamos a la hora de entrada de la empresa para la acción y convocar a la desobediencia.

El control psicológico de años de la patronal era tan palpable que cuando los que se decidieron a faltar para hacer la primera marcha al centro de Tehuacán y acudir ante la Junta de Conciliación, y empezaron a salir ante la convocatoria de los despedidos, salió Montufar para regañarlos.

Era sorprendente ver como este esbirro se sabía el nombre de todos. “A ver Angélica -¿A dónde vas? ¡Regrésate a tu máquina!”. Y en efecto, esta compañera, que nos veía sin saber qué hacer, se regresó a la maquiladora. Cuando llegó la hora de la comida nos dijo ante la manifestación, que teníamos afuera de la planta: “Ahora sí, ya me decidí, me uno al movimiento”.

Me daba cuenta lo complicado que era para muchas compañeras y compañeros, que cavilaron durante las primeras cinco horas de estar cosiendo prendas de multinacionales como Levis o Gap, decidirse a rebelarse porque durante más de treinta años habían estado sometidos a un sistema que los tenía sumisos, casi agradecidos con “don Antonio Haddad” y con el aparato sindical que comía y come de la mano de los magnates y caciques de la industria del vestido regional.

Pero no había vuelta atrás. Habíamos marchado por las principales calles de Tehuacán y el miedo estaba conjurado. Ahora los que tenían miedo eran los opresores de siempre. Llegamos a la Junta de Conciliación y los obreros obligaron al presidente de entonces, Raymundo Pérez Osorio a marchar con ellos de regreso a la empresa para citar a los dueños ante este tribunal del trabajo para que explicaran sobre los despidos que amenazaban la vida de los costureros.

Cuando Pérez Osorio tocó las puertas de la empresa después de ir cargando la manta de protesta de los obreros, hecho que nos divertía, le cerraron el zaguán en plena nariz. “Si así lo tratan a usted, que es el representante del gobierno, ya se dará cuenta como nos tratan a nosotros que somos gente sencilla”.

La patronal nunca antes en la vida industrial de Tehuacán había visto una rebelión como la que estaban presenciando en ese no tan lejano 2003. Contra nuestra organización, la Comisión de Derechos Humanos y Laborales del Valle de Tehuacán, y a mi en lo personal que me tocó ser el representante legal de más de mil obreros, empezaron a orquestar una campaña de desprestigio. “Alborotadores”, “Revoltosos”, “Cierra empresas”, “Agitadores de inconfesables intereses”, eran algunos de tantos adjetivos que nos empezaron a endilgar.

Las resistencia obrera estaba creciendo en número y en aceptación social. Nuestra lucha ocupó los titulares y las primeras planas de todos los medios de Tehuacán y Puebla durante más de medio año. La prensa nos daba la razón de manera unánime por primera vez.

El control político, sindical y social de la patronal estaba siendo quebrado por las costureras de la maquiladora, compuesta mayoritariamente por nahuas, mazatecos, mixtecos, migrantes y mestizos de la clase popular.

El poder obrero desafiaba con todo lo clasista posible a los caciques de la clase hegemónica. La burquesía criolla, tanto libanesa y española que siempre los había explotado, pisoteado, violado, acosado, y mancillado desde 1492 se estaba yendo al carajo.

Esta era la primera revuelta plebleya de la maquiladora. Al principio había miedo, después lo que existía era orgullo. Los compañeros sabían del poder que tenían y ya la Coalición controlaba no sólo la planta 6 que tenía 1 800 operarios sino también las plantas 7 y 8 que estaba en lo que fue la desaparecida refresquera Balseca y que ahora es donde se encuentra instalada la espantosa plaza comercial El Paseo.

El poder obrero estaba además divirtiéndose y siendo todo lo irreverente posible. Cuando llegó el entonces gobernador de nuestro estado al pueblo de Ajalpan a inaugurar el palacio municipal, de cuya azotea ciudadanos manipulados por el crimen organizado y los antorchistas bajaron el 19 de octubre de 2015 a los hermanos Rey David y José Abraham Copado Molina para lincharlos hasta la muerte, llenamos todos los asientos posibles de los acarreados de Prospera, y ante cualquier frase del mandatario aplaudían estruendosamente, sacándolo de onda de manera evidente.

Llegó el momento, de sacar una manta de protesta contra la empresa ante todos los asistentes y la prensa del estado, y ante esto, Melquiades Morales Flores públicamente aceptó darnos audiencia cambiando el rumbo de su discurso.

Fue así que pudimos llevar nuestra protesta al más alto nivel de la política poblana. Fue un encuentro muy raro. De entrada no aceptó sentarse en la silla del presidente municipal que era como la de un rey, sino que dispusieron sillas de lámina como las de cualquier cervecería y se sentó como si fuera tu tío mayor. Claro muy propio. Era un Tlatoani bastante amable y astuto, que no por nada fue el operador político que llevó al poder al sátrapa panista muerto con su esposa en Coronango en diciembre pasado.

Nunca lo habíamos tratado y el no nos conocía. En verdad que era un viejo lobo. A todos nos habló por nuestro nombre y uso una buena arma en estas lides: “Silvia, reconozco tu gran labor al frente de tus compañeros obreros, me han hablado de ti mucho y lo que me han dicho se queda corto ante tus grandes dotes de líder”. Sabemos que el halago es una herramienta del poder para que bajes la guarida. Yo no le creía nada pero me asombraba que se aprendiera doce nombres sin conocer a sus dueños y sin equivocarse.

Ahí mismo llevaron a Raymundo Pérez que había reconocido tener tratos con la familia Haddad y otro tristemente célebre funcionario de la Junta, el famoso Alejandro Conde que después sería presidente de este tribunal en Tehuacán. A este abogado ladino, originario de San Pablo del Monte se le había ocurrido decirle a los obreros que eran unos “muertos de hambre” y que agarraran las miserias que la empresa quería darles.

Cuando le señalamos esto al gobernador, se revolvieron en mil disculpas. Pudimos haber pedido sus cabezas en ese momento pero no lo hicimos porque no nos interesaba desemplear a nadie. En el caso de Conde, lo dejamos vivo y tal vez fue un error porque años después en otras ocasiones como en la lucha sindical de Vaqueros Navarra nos dio muchas molestias como buen sirviente de la patronal que es.

Otra de las cuestiones interesantes que vivimos fue la instalación de campamentos permanentes para evitar el saqueo de la maquinaria, a pesar de que el propio tlatoani obligó al sindicato charro Manuel Rivera Anaya a embargar la maquinaria y a emplazar a huelga.

Esto le dio espacio a los obreros para capacitarse en sus derechos al tiempo en que convivían y todos aprendíamos en el camino sobre como luchar y organizarnos.

Los esquiroles representantes del Sindicato Manuel Rivera Anaya, repudiados de manera absoluta, se negaron en contubernio con el gobierno estatal a estallar la huelga. Eso desató la furia obrera y los obreros le dieron una tunda a los representantes charros y tuve que intervenir para calmar los ánimos dentro de la planta, ya que afuera había muchos granaderos rodeando la planta dispuestos a servir a sus amos capitalistas.

Recuerdo que en una reunión en Casa Aguayo, Melquiades Morales decía ante nosotros y la prensa: “No permitiré que el desarrollo económico de Puebla se construya sobre las espaldas de los obreros”. Claro, salían los reporteros y fotógrafos, y matizaba: “Pero jóvenes, entiendan que no puedo acorralar a los empresarios, son buena gente, los conozco”.

En ese entonces, los maquileros de Tehuacán financiaban las campañas del PRI. Empresarios como Luis Cobo hacían que los obreros fabricaran playeras, bolsas y mandiles para siniestros personajes como Mario Marín.

Ya no hubo tiempo para explorar la vía sindical, ya que cuando los obreros se estaban aflilando al Sindicato Belisario Domínguez del FAT para pelear el contrato colectivo de trabajo, la empresa se dio cuenta apresurando el cierre.

No pudimos ir más allá, pero los obligamos a pagar indemnizaciones justas y los compañeros lograron por lo menos arrebatarles a los empresarios unos 15 millones de pesos, situación que no hubiera sido posible sin esta lucha.

La venganza no tardó en llegar y el 29 de diciembre de ese año fui golpeado brutal y cobardemente en un intento de homicidio orquestado por la patronal maquiladora. Pero como dije antes, aunque el sol queme y el aguacero sea inclemente, nada nos detiene.

Agosto 2019

Martín Barrios

*La fotografía de esa primer protesta ya narrada, la tomamos de El Boletín de Solidaridad de la Maquila, Marzo 2004,Volumen 9, No. 1.

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