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Ganaron redes sociales; el pillaje por el gasolinazo tomó de sorpresa a las elites políticas de Veracruz

El Piñero

Luis Velázquez / Barandal

Veracruz.-PASAMANOS: El pillaje por el gasolinazo tomó de sorpresa a las elites políticas. Enrique Peña Nieto sin convencer a nadie con su discurso patriótico. El coraje social, multiplicado con el vandalismo. Noticias falsas, rumores y el miedo, “el miedo al miedo” causaron estragos en la piel social.

Las calles, desiertas, temerosos todos de caminar en sus ciudades. Casi casi, como si estuviéramos en la antesala de un cuartelazo, un golpe militar, una asonada.

Si por un lado, las redes sociales aumentaron la sensación del temor y el terror, por el otro, el aparato gubernamental fue incapaz de responder con una eficaz política de comunicación social.

Desde sus búnkers en palacio los políticos fueron rebasados.

El góber azul de Veracruz, por ejemplo, enfrentó a los saqueadores en una plaza comercial. Pero de nada valió si pensaba que el efecto desactivante se multiplicaría. De cualquier manera los saqueos continuaron.

Más aún, el miedo.

Las calles y avenidas de las ciudades, desiertas. Todo mundo acuartelado en sus casas.

Las madres de familia se tuitearon y entre todos acordaron dejar que sus hijos durmieran sin llevarlos a la escuela.

Los negocios siguieron cerrados. Las plazas comerciales temían más saqueos. Incluso, hubo comercios que se armaron para confrontar a los saqueadores, conscientes y seguros de la ineficacia policiaca.

Todavía el 6 de enero, luego de su mensaje televisivo a la nación el día anterior, Enrique Peña Nieto siguió insistiendo. Piensen en México, decía. Pero nadie le creía. Perdió la confianza social, y por añadidura, el liderazgo.

Faltó, se insiste, una política reactiva de comunicación social. Simple y llanamente, contrarrestar las redes sociales.

Todos quedaron pasmados, atónitos, sorprendidos, cuando en política la capacidad de reaccionar pronto, rápido y con eficacia resulta decisiva.

 

BALAUSTRADAS: El politólogo y sociólogo, Carlos Ronzón Verónica, apunta el origen del pillaje:

Uno, la protesta social por el gasolinazo que significa el aumento en la gasolina, el gas, la luz y el agua, más el incremento en todos los servicios.

Dos, el vandalismo, a cargo de delincuentes del orden común.

Tres, los instigadores que han convertido la irascibilidad social en una fuente de ingresos. Una industria.

Cuatro, quizá, acaso, líderes políticos que siempre han apostado al terror y el miedo para hacerse notar.

Cinco, los carteles y cartelitos, tan especializados en organizar revolturas.

Seis, ex convictos, con antecedentes penales.

Siete, faltaría rastrear la pista de uno que otro partido político para descarrilar el índice de impopularidad al peñismo y que por ahora llega al 80 por ciento.

Y más, por los antecedentes nublados y turbulentos y que van desde la “Casita Blanca” de “La gaviota” hasta Ayotzinapa, Nochixtlán, Tlatlaya y Tanhuato.

Con todo, el aparato oficial quedó evidenciado pues si por un lado existió un manejo turbio de las redes sociales, por el otro, ninguna autoridad contrarrestó, más, mucho más allá, digamos, del mensaje presidencial televisivo que, está visto, fue insuficiente y lo peor, rebasado.

“Los mensajes de móvil corrían más rápido que las declaraciones oficiales y los llamados a la calma” escribió el reportero Jacobo García en “El País”.

Lo peor: Peña Nieto ofreció una explicación sobre el gasolinazo que sembró más confusión en las amas de casa quienes simple y llanamente, en ningún momento entendieron.

El presidente se enredó. Y las redes sociales causaron estragos convocando a la protesta extendida de norte a sur y de este a oeste del país, como si de plano, todos se pusieran de acuerdo.

Un albañil, Benito Valbuena, de 32 años, del estado de México, publicó en su twitter:

“Nos han chingado sin aviso y a traición, aprovechando la Navidad”.

Y su frasecita fue más lapidaria que el mensaje presidencial.

Y los rumores, y el miedo, y las noticias falsas se enseñorearon, sin que nadie del gobierno reaccionara.

 

ESCALERAS: La tarde del viernes 6, el góber azul caminó en la capital para checar el pulso social, el estado de ánimo de la población y confirmar, digamos, que después de la tempestad suele llegar la paz.

Ajá.

Pero el daño ya estaba causado.

Ha de revisarse, entonces, la política de comunicación social para tiempos adversos.

Pero además, aceitar la maquinaria tipo CISEN, Centro de Información y Seguridad Nacional (C-4 le llamarían en Veracruz) para adelantarse a los hechos teniendo a la mano el pulso social y prever, digamos, lo imprevisible.

En todo caso, ya lo sabían. Desde las primeras horas del gasolinazo, la efervescencia y el coraje y la indignación. Anuncio mil veces publicitado.

Y sin embargo, los hechos rebasaron a la autoridad. El simple saqueo en tiendas comerciales manifiesta la fragilidad del llamado Estado de Derecho. “Los orejas”, los espías, dejaron de espiar. Falló el termómetro social. El topo husmeando la temperatura política que cacareaba Carlos Marx.

Y no obstante, la Yunicidad operó a tiempo, digamos, en el caso de Topacio con su primera protesta en Xalapa. Y con la toma de la presa Yuribia en la sierra de Tatahuicapan, en el sur de Veracruz.

Pero el vandalismo por el gasolinazo rebasó a las elites gobernantes. Y afloró la piel social. Hay coraje. Miedo. Temor. Incertidumbre. Zozobra. Las familias encerradas en sus casas como si estuviéramos en un Estado de Sitio expresa la sicosis vivida.

Una vez más las redes sociales se impusieron, de igual manera como aquella mañana cuando en el duartazgo corrió la versión de que secuestraban niños en las escuelas primarias y las ciudades desquiciaron con padres de familia intentando rescatar a sus hijos.

En tiempos así, hasta una secretaría de Redes Sociales habría de crearse.

El latir social, a cargo de las secretarías General de Gobierno, Desarrollo Social, Seguridad Pública y Protección Civil, fallaron en Veracruz.

Famosa aquella frasecita de “más vale prevenir que lamentar” ajá.

 

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