Agencias
México.- Unos 58.600 rohingya han huido de Myanmar a Bangladés, según la Agencia de la ONU para los Refugiados, para escapar del choque más sangriento de los últimos años que enfrenta el grupo insurgente rohingya —el Ejército de Salvación Arakan Rohingya (ARSA, en sus siglas en inglés)— y los soldados birmanos. Los enfrentamientos empezaron el 25 de agosto, después de que el ARSA atacara una treintena de comisarías de la policía en el noroeste del país, en el Estado de Rajine (de mayoría rohingya), y acto seguido el Ejército lanzara una gran contraofensiva. Ya hay 400 muertos y más de 11.000 desplazados internos “no musulmanes”, informa el Ejército de Myanmar. Debido a la situación, la ONU ha tenido que suspender su programa de entrega de víveres.
Este viernes, el organismo ha anunciado la suspensión del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Rajine. La situación es muy complicada para las organizaciones humanitarias desde que el Gobierno del país las acusara de colaborar con los “terroristas” —así ha definido el ARSA— tras encontrar raciones de comida en los campamentos de los rebeldes. “Todas las operaciones de ayuda alimentaria en el Estado de Rajine han sido suspendidas desde el inicio de los ataques, lo que afecta a 250.000 desplazados y a otras poblaciones vulnerables”, ha indicado el PMA en un comunicado.
A lo largo de la semana pasada, más de 2.600 casas han sido quemadas en Rajine. El Gobierno de Myanmar ha culpado al ARSA de lo ocurrido, pero los rohingya que han logrado escapar y entrar a Bangladés aseguran que los incendios y los asesinatos forman parte de una campaña del Ejército para obligarlos a salir del país. La ONG Human Rights Watch, que analizó las imágenes vía satélite y los cuentos de los refugiados, ha dicho que las fuerzas de seguridad birmana han causado los incendios de manera deliberada.
La suerte de aproximadamente 1,1 millones de rohingya en Myanmar es el mayor reto al que se enfrenta Aung San Suu Kyi, exdisidente y premio Nobel de la Paz Aung, acusada por los países occidentales de no apoyar a esta minoría musulmana que lleva tiempo denunciando persecución.
Unos 120.000 rohingya viven desde hace tiempo en campamentos en Sittwe, capital del Estado de Rajine. No tienen acceso al mercado de trabajo y sus desplazamientos son limitados, por lo que dependen de la ayuda alimentaria. Mientras la violencia va en aumento, la ayuda médica y alimentaria ha dejado de llegar a muchos campamentos, ya en condiciones miserables, según informa Pierre Peron, portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. El secretario general de la ONU, António Guterres, se ha mostrado preocupado por la situación y llamó el viernes “a la tranquilidad y la moderación para evitar una catástrofe humanitaria”.
Los rohingya, musulmanes suníes, hablan un dialecto de origen bengalí utilizado en el sureste de Bangladés, donde hay más de 400.000 refugiados pertenecientes a esta minoría. Alrededor de un millón de ellos vive en Myanmar, país mayoritariamente budista, y muchos se hallan en campos de refugiados, principalmente en el Estado de Rajine. Ni Myanmar ni Bangladés les reconocen como ciudadanos de su país.
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