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Acuerdo migratorio México-Estados Unidos para el desarrollo del sur, señal de una nueva diplomacia mexicana – Plumas libres

El Piñero

Estados Unidos y México anunciamos nuestro intento de asumir un enfoque holístico y coordinado para frenar la migración ilegal. Hoy anunciamos nuestro compromiso de promover una Centroamérica y un sur de México más seguro y próspero mediante el incremento de la seguridad, la gobernación y la prosperidad económica.
(Robert Palladino, vocero del Departamento de Estado de los Estados Unidos, vía Twitter @StateDeputySPOX, 18 de diciembre de 2018)

Por Ricardo V Santes Álvarez

México.- Estados Unidos y México anunciamos nuestro intento de asumir un enfoque holístico y coordinado para frenar la migración ilegal. Hoy anunciamos nuestro compromiso de promover una Centroamérica y un sur de México más seguro y próspero mediante el incremento de la seguridad, la gobernación y la prosperidad económica.
(Robert Palladino, vocero del Departamento de Estado de los Estados Unidos, vía Twitter @StateDeputySPOX, 18 de diciembre de 2018)

En anterior entrega expuse que la migración es un fenómeno que ocurre en todo el planeta, y que obedece a múltiples causas. También, que actualmente acontece más por factores negativos que positivos; es decir, por circunstancias que obligan a individuos y grupos a abandonar su lugar de origen y desplazarse a otras geografías, aun a sabiendas que sufrirán maltratos, pero advertidos que si permanecen su penar será mayor.

En México, la emigración, o migración hacia el exterior, ha ocurrido por muchos años; y a ella se adiciona la que sucede en otros países y utiliza nuestro territorio como espacio de tránsito para llegar al lugar de ensueño: Estados Unidos. Curiosamente al final del sexenio peñanietista, y el arribo al poder de Andrés Manuel López Obrador, así como en la víspera de elecciones intermedias en el vecino al norte, aderezadas con una cuestionada administración Trump, desde Honduras se anunció el inicio del arduo periplo de caravanas humanas que huían de ese país con la intención de llegar por vía terrestre hasta la Unión Americana.

Por un lado, la reacción mexicana fue la de siempre: incapacidad inmensa para contener, controlar, regular –vamos, para reaccionar siquiera a– la avalancha de centroamericanos que se agolparon en la línea fronteriza del sur. Finalmente, con el argumento de los derechos humanos, las autoridades doblaron las manos y permitieron el ingreso, mayoritariamente ilegal, de mujeres, hombres, y niños. Otra lectura es que, con su débil respuesta, Peña Nieto quiso dejarle una pesada losa al adversario político AMLO, sea para hacerlo tropezar, para distraerlo mientras él iniciaba graciosa huida, o por esas dos y más cosas.

Por otro lado, Donald Trump fue contundente. El tirano declaró con su característica insensibilidad y soberbia que a su territorio los migrantes “no pasarán”. Y en efecto, no pasaron. Los puentes de cruce se reforzaron con cercas y alambres de púas, y fuerzas armadas fueron apostadas en sitios específicos con la orden expresa de disminuir, por los medios que se considerasen necesarios, cualquier intentona de traspasar la línea. Fuimos testigos del triste y preocupante papel de la nación más poderosa del mundo, disparando balas de goma y arrojando granadas lacrimógenas contra indefensos que, neciamente sin duda, se atrevían a vulnerar la muralla gringa. La condena internacional no se hizo esperar, pues si bien Estados Unidos argumentó válidamente defender su soberanía, poco, muy poco por no decir que nada, se ha puesto a pensar que si el éxodo hondureño y de otros países se encuentra a las puertas de su hogar, es precisamente por su empecinamiento de interferir en el devenir de los pueblos de la región; entre otras cosas, para quitar gobernantes elegidos democráticamente pero que no son de su agrado, y luego poner gobernantes a modo, que permitan a sus corporativos privados seguir sustrayendo las riquezas naturales de tan vulnerables naciones, retornando a cambio sólo miseria y dolor.

Para decepción de sus malquerientes, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha demostrado que tiene más luces que sombras. La ineptitud de su predecesor le dejó un reto tremendo, pero ha sabido encararlo. A diferencia de la política de soslayo, maltrato y rechazo hacia los migrantes centroamericanos que caracterizó a administraciones anteriores, Andrés Manuel les ofreció opciones laborales, quizá en la misma medida que a los connacionales, enmarcadas en una estrategia de desarrollo amplia, que abarca tanto el sur-sureste del país como el área centroamericana; ello, con el apoyo de la comunidad internacional.

Si en un primer momento, los escépticos tomaron con sorna la iniciativa lopezobradorista, hoy se dan de topes al conocer que, gracias a la diplomacia y los buenos oficios del presidente de México y su equipo, la administración Trump ha saludado la propuesta, y ha acordado invertir recursos para el desarrollo de tan abandonada región. Esto último suena bien y hay que reconocer que el gobierno se está aplicando correctamente en materia de relaciones exteriores. Pero el asunto no termina ahí.

Los migrantes siguen en la frontera en gran número, sin opción real de pasar a Estados Unidos. Algunos empiezan a asimilarse a la circunstancia local y han hallado fuente de empleo… parece que no regresarán a su tierra. Otros, continúan en albergues y con un futuro incierto. Otros más, ya forman parte de la estadística violenta, como recientemente sucedió en Tijuana. En este aspecto (la situación interna), el conflicto sigue merodeando: el rechazo xenófobo, clasista y racista por parte de algunos sectores no está resuelto. Y si a ello aunamos que desde Honduras llegan noticias que en 2019 podrían organizarse más caravanas debido al decrecimiento en la economía, urge atención inmediata al lindero sur mexicano.

Por lo anterior, cabe preguntar quién está a cargo de que los extranjeros reciban seguridad, y que a su vez los residentes fronterizos del norte y el sur tengan garantías que dichos foráneos no son los “criminales” o “terroristas” que pinta Trump. La instancia que debe asumir la responsabilidad, con profesionalismo, conocimiento y honestidad, es el Instituto Nacional de Migración. Lamentablemente, algunos que ven la problemática de cerca argumentan que quien fue designado para dirigir tan importante institución carece de los conocimientos y las tablas necesarias para atenderla. Si esto es así, el gobierno debe rectificar. México no merece más corrupción e incapacidad en ninguna institución pública.

@RicSantes

Acuerdo migratorio México-Estados Unidos para el desarrollo del sur, señal de una nueva diplomacia mexicana

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