En Europa, a lo largo de los últimos años se han dado grandes cambios respecto a la producción agrícola, en particular con la promoción de la agricultura orgánica y el control de los químicos utilizados en los cultivos.
“La agricultura ecológica es un área de rápido crecimiento en la agricultura europea, que es el resultado directo del mayor interés de los consumidores para los productos orgánicos”, expresa la Comisión Europea.
Según datos de dicho organismo, la cantidad total de tierras agrícolas de la Unión Europea (UE) dedicadas a productos orgánicos entre 2010 y 2017 aumentó un 70 por ciento con respecto al año 2009.
Sin embargo, científicos alertan sobre esa política: si bien representa una gran mejoría para el mercado europeo, es dañina para los ecosistemas de otras regiones del mundo, en particular en Latinoamérica.
“Europa intenta dar la impresión de que su agricultura es verde y sostenible, pero si tenemos en cuenta el conjunto del sistema, es decir, la cadena de producción, no es así. La gente olvida lo que no ve. Ahora mismo, Europa está importando gran cantidad de materias primas que están vinculadas con la deforestación”, denuncia Laura Kehoe, investigadora de la Universidad de Oxford, Reino Unido.
Soya
Mientras aumenta la producción agrícola orgánica europea, el número de cultivos destinados a la alimentación del ganado se ha reducido de forma notable.
Como consecuencia, las importaciones europeas de soya se han multiplicado por cinco desde principios de los años 70. Según la Comisión Europea, la UE importa unos 14 millones de toneladas de granos de soya al año. Importaciones de soya hacia la Unión Europea en 2014
Según un informe de Greenpeace France, el 87% de la soya importada por Europa es destinada a la alimentación de animales. El 50% va para la producción de carne de pollo y huevo, el 24% para la producción de cerdo, el 23% para la producción de leche y carne de res.
Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia producen actualmente la mitad de la soya del mundo, cuando hace 50 años solo producían un tres por ciento. El referido informe de la ong también señala que Europa importa la mayoría de la soya que consume de Brasil (37%) y Argentina (29%).
Esa situación es fomentada por la posibilidad que tienen los países europeos de importar las materias primas desde el extranjero a bajo costo y sin aranceles.
Daños
La agricultura intensiva, como en el caso de la producción de soya, se desarrolla en detrimento de la vegetación propia de la región amazónica así como de las regiones del gran Chaco (que se extiende en partes de Argentina, Paraguay y Bolivia) y el Cerrado (un ecosistema de sabana tropical que ocupa el 22 por ciento de Brasil, el este de Bolivia, el noreste y centro de Paraguay y parte de la provincia argentina de Misiones).
Plantaciones de soya en la región del Cerrado en Brasil.
Cécile Leuba, experta en Bosques y autora del informe de Greenpeace explica que “el cultivo de soya tiene como consecuencia la deforestación de los bosques, todo eso para alimentar animales”. Además, asegura que más del 95% de la soya producida es genéticamente modificada.
Por su lado, la organización Amazon Watch explica que la cría de ganado y la producción de soya son los causantes principales de la deforestación brasileña (tanto legal como ilegal), con un total combinado del 80 por ciento de la deforestación amazónica.
“Solo en 2011, la Unión Europea importó carne y alimento para ganado por una cifra equivalente a más de 1.000 kilómetros cuadrados de deforestación en Brasil”, expone una carta firmada por Laura Kehoe y otros 603 científicos europeos, pidiendo a la UE que repiense su tratado comercial con Brasil.
Junto con la deforestación, la expansión del “modelo soya” es responsable del acaparamiento de tierras y despojo de comunidades enteras. Mientras se profundiza la desigualdad de acceso a la tierra, las fuentes de trabajo van disminuyendo y la pobreza y el éxodo rural aumentan drásticamente. Cuando las comunidades afectadas se organizan para resistir, tienen que enfrentarse a la represión, tanto por parte de la policía como de milicias privadas.
Por otro lado, la conversión de bosques en tierras agrícolas es una fuente mayor de emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global. Según Greenpeace, el cambio del uso de suelo representa casi una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
Doble moral
Parece ser que cuando Europa se preocupa por el medioambiente y la salud de la población, su preocupación se limita a lo que sucede dentro de sus propias fronteras.
“Europa ha hecho grandes avances, pero a menudo estos han sido a expensas de otros países y otros pueblos”, señala Kehoe.
“Lo que estamos denunciando es la doble moral de la Union Europea que por un lado prohibe los transgénicos y el uso de pesticidas en su territorio, y por otro lado permite la importación de soya transgénico cultivada con pesticidas”, explica Cécile Leuba.
Agricultura «verde» europea, vinculada con la deforestación en Latinoamérica