Luis Velázquez Barandal
09 de agosto de 2019
ESCALERAS: Muchas cositas están sucediendo en el periodismo nacional. Mejor dicho, defeño.
Por ejemplo, la feroz crítica del presidente de la república al historiador Enrique Krauze, considerado uno de los más beneficiados con su revista “Letras libres” en el sexenio de Enrique Peña Nieto.
Incluso, en el número 2230 del semanario Proceso, los “Monosapiens” de Helguera y Hernández, lo satanizan.
Publican una caricatura con el título “Planta para derramar bilis”, a propósito del encabezado central, “La diarrea de Larrea”, y en donde dibujan la mitad de la cara de Enrique Krauze y la cara de Vicente Fox emergiendo de un tinaco, con el siguiente epígrafe:
“Si ya no va a poder echar ácido sulfúrico por otros derivados sólo es cosa de contratar a algunos que se quedaron sin pensión (Vicente Fox) o sin publicidad recientemente” (Krauze).
PASAMANOS: Entre las elites políticas de la Ciudad de México de sobra es conocido el reality-show entre AMLO y Krauze.
Krauze, por ejemplo, igual como dice el Salmo 34, Mateo, no está en el periodismo para meter la paz, sino la espada.
Y la espada con la crítica permanente, no del lado del poder, sino frente al poder presidencial.
Desde hace tiempo se ha ocupado de AMLO. Incluso, además de reportajes y crónicas en su revista, la publicación de libros.
CORREDORES: El número 2230 de Proceso resulta significativo por el siguiente hecho:
A: En el tiempo de la austeridad republicana (AMLO) y la pobreza franciscana (Alfonso Romo), la edición subió a 98 páginas, insólito cuando durante muchos años se ha mantenido en 82 páginas.
B: En el número 2230 publican dieciocho páginas y un cuarto de publicidad del gobierno federal.
La mayor parte de las páginas de publicidad sobre los “Jóvenes construyendo el futuro”.
C: En contraparte, muchos otros medios están “sufriendo las perlas de la virgen” para enfrentar el tiempo de las vacas flacas.
BALCONES: Alrededor de la circunstancia publicitaria en Proceso se concitaron otros hechos:
Uno. La publicación en portada con el rostro sombrío de AMLO. La imagen clásica del hombre derrotado.
Dos. La crítica insistente de AMLO a Proceso.
Tres. El intercambio de barajitas en una conferencia mañanera entre el presidente de la república y un reportero de Proceso.
Cuatro. Según AMLO, desde la muerte de don Julio Scherer padre ha dejado de leer Proceso.
Cinco. El nombramiento de Julio Scherer Ibarra como jefe Jurídico de la Presidencia de la República.
Y seis. Y de pronto, las 18 páginas y cuarto de publicidad.
PASILLOS: Muchos sexenios de “vacas flacas” ha enfrentado Proceso. Y vive.
Es el semanario más respetado del país. En sus páginas han publicado y publican muchos de los mejores reporteros de la nación. Ningún otro medio ejerce a plenitud el llamado periodismo de investigación.
Los mejores analistas y articulistas, y caricaturistas, siempre, digamos, del lado de la izquierda, en sus páginas.
Con mucha frecuencia, en cada número Proceso sorprende al lector.
VENTANAS: Por eso quizá, “las vacas gordas” estarían llegando con AMLO. El primer presidente de izquierda en el siglo XXI mirando con apertura y libertad y pluralidad un medio reconocido.
Los dos, quizá, presidente y Proceso, del lado de la izquierda.
Don Julio Scherer García, el modelo periodístico de Andrés Manuel López Obrador.
Proceso, sin embargo, en el filo de la navaja.
Entre la política y el periodismo, decía Scherer, hay un maridaje de conveniencia. Las partes se unen y alejan. Se miden y calibran.
Proceso, de cara a la historia. Quizá, en un capítulo inédito de su vida.