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Aquí, discursos. En EU, la cacería de mexicanos empezó. Y muchos huyen, con hijos, de las redadas

Staff El Piñero

 

Por: Sandra Rodríguez Nieto/ sinembargo

John Kelly y Rex Tillerson, secretarios de Estado y de Seguridad Nacional de Estados Unidos, están en México. Anoche cenaron con sus homólogos mexicanos y los siguientes dos días serán de discursos. Mientras, los mexicanos en Estados Unidos empiezan a vivir un infierno. Muchos han optado por dejar sus empleos y sus viviendas para esconderse porque, digan lo que digan las autoridades de los dos países, las redadas empezaron. Así lo cuentan ellos mismos a SinEmbargo. Algunos han sacado a sus hijos, la mayoría estadounidenses de nacimiento, de la escuela. Especialmente a los colegios llegan los agentes a buscar a sus padres, a cazarlos.

 

El discurso tibio y de “cordialidad” del Gobierno mexicano contrasta con lo que están viviendo los connacionales que decidieron irse del país porque aquí no tienen oportunidades.

 

Ciudad de México.(SinEmbargo).– Quitó el pie del acelerador casi por completo al notar la presencia de dos patrullas frente a la escuela en la que recogería a su hijo de 10 años. En lugar de entrar al estacionamiento y esperarlo, Sara, de 43, continuó el trayecto hasta el siguiente semáforo. Luego vio más unidades policiacas; unas 10 en pocas cuadras, por lo que decidió frenar junto a una casa desconocida y, desde ahí, marcarle al niño para decirle dónde estaba y el motivo de la tardanza.

 

–No puedo estacionarme frente a la escuela porque ahí está la policía –le dijo por teléfono.

 

–Ya me está dando mucho miedo esto, mamá –le comentó él al subir al carro. “Yo creo que, ya si quieres, no nos traigas a la escuela”.

 

Eran las tres de la tarde del pasado lunes 20 de febrero en el desértico poblado de Montana Vista, ubicado al éste de la ciudad de El Paso, Texas, y caracterizado por el alto número de población mexicana.

 

Sara, juarense, casada y madre de dos, tiene ocho años de vivir con su familia en el otro lado de la frontera y apenas poco más de un mes de haber iniciado sus trámites de residencia. Fue un mal momento. Días después, Donald Trump asumió como nuevo Presidente de Estados Unidos y la vida en Montana Vista, dice Sara, se transformó por completo: el Condado de El Paso reforzó la presencia policiaca en esa zona y ahora, a todas horas, circulan el doble de patrullas. Cualquier infracción o falta vehicular es motivo de detenciones y éstas, desde la orden ejecutiva firmada por Trump el 25 de enero pasado, potenciales riesgos para que los agentes locales llamen a las autoridades de Migración.

 

“No deben hacerlo, pero por la orden ejecutiva, ahora está sujeto al criterio del agente”, dice Sara en entrevista telefónica.

 

El ambiente es de total zozobra en esa zona de la frontera texana, narra. Con su familia, desde el domingo pasado había dejado ya la casa sólo con sus documentos y la ropa para refugiarse con amigos en otra zona con menos vigilancia. Redujo también sus salidas a sólo su trabajo como empleada en diferentes casas y a la escuela por sus hijos. No más comidas en restaurantes ni visitas familiares ni cine ni aun domingos en la iglesia.

 

“Este mes fueron dados de baja 25 niños de la escuela”, dice. “No se habla de otra cosa en Montana Vista más que de eso: de la policía, que ‘cuídate’, que ‘dale por allá’, que ‘en tal parte hay un retén’, que ‘no le des por tal calle’, y termina la gente ya tan acorralada que ya mejor se van al desierto, y allá se esperan hasta que se acabe el retén”, cuenta.

‘EL PRESIDENTE NOS ESTÁ SACANDO’

 

El acecho de las leyes migratorias se intensificó estos días para millones de mexicanos que viven sin regularizar en Estados Unidos. Luego de que Trump firmara la orden ejecutiva denominada de “Seguridad Fronteriza y Mejoras a la Aplicación de las Leyes Migratorias”, el Departamento de Seguridad Nacional publicó el martes 21 dos memorandos para explicar las formas en la que sería aplicada.

 

Una de ellas, de acuerdo con un análisis de la agencia Associated Press, es el fin de las “Comunidades Seguras”, o política en la que diversas localidades, como El Paso, se reservaban la persecución policiaca de la violación a las leyes de migración, que son de jurisdicción federal. Ante este nuevo contexto, diferentes testimonios y reportes indican que la reacción de los connacionales ha sido evitar al máximo exponerse en las calles.

“El ambiente está muy tenso ahorita”, dijo el lunes 20 a este medio Germán Caballero, de 47 años y repatriado ese día a través del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México después de 18 años en Estados Unidos.

“La gente tiene mucho miedo y ya no quieren salir a manejar, porque, ahora, con una infracción de tránsito ya los van a levantar, y creo que la gente va a regresar”, agregó el migrante.

 

Como primeros en la mira quedaron los mexicanos con algún antecedente penal o infracciones aun mínimas, y que ahora están siendo acechados y detenidos por la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE, sus siglas en inglés) hasta en sus domicilios.

 

“Eran las 5:30, hace como un mes. Salgo de la casa, arreglo toda mi troca para ir al trabajo, con todas mis herramientas y, al momento de abrir el portón, ellos se meten”, narró Caballero.

“Yo no pensé que era migración, pero cuando me llama y me volteó, ya me muestra que es del ICE, y entonces ya me detiene y me dice: ‘tu has sido deportado”, agregó el hombre, que esa madrugada vio por última vez a su familia.

 

La relación entre México y Estados Unidos vive uno de los momentos más tensos en su historia. El nuevo Presidente norteamericano basó su campaña en insultar a los connacionales que han migrado y en la promesa de construir un muro en la frontera.

 

Los memorandos difundidos el pasado martes por el Departamento de Seguridad Nacional agregan que, a diferencia de lo que ocurría antes del triunfo de Trump, quienes ahora crucen ilegalmente serán retornados a México aun cuando no sean mexicanos. También permiten dejar de proteger judicialmente a los menores no acompañados y enviar 15 mil agentes para las corporaciones de vigilancia fronteriza.

 

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y del que depende un 80 por ciento de las exportaciones mexicanas, está también en riesgo luego de que el nuevo mandatario anunciara una revisión de sus términos y lo llamara “el peor tratado de la historia”.

 

Funcionarios mexicanos, como los Secretarios de Economía y de la Defensa, han advertido –aunque no de manera oficial ante el Gobierno de Estados Unidos– que, ante las amenazas, México podría disminuir sus “incentivos” para contribuir en el combate a la migración centroamericana y al narcotráfico.

 

Las expectativas de la población mexicana migrante, mientras, quedaron casi estranguladas. Los entrevistados al ser repatriados dijeron querer quedarse este país por la persecución desatada en Estados Unidos, pero no tener claro aquí un futuro económico.

 

“Si los sueldos fueran mejores, no nos iríamos”, dijo José Feliciano López Díaz, de 37 años, también repatriado el lunes por el AICM y detenido el mes pasado en Nashville, Tenesse.

“Los salarios mínimos no son suficientes para nada, ni siquiera se puede comprar la canasta básica, entonces uno busca otros recursos de vida, y pues lamentablemente en Estados Unidos no nos quieren, el Presidente nos está sacando”, agregó López, todavía con su costal de pertenencias en la mano.

 

Un día después, los medios publicaron la nota del ciudadano mexicano identificado como José Luis Jiménez, de 44 años y quien, luego de ser deportado, se tiró de un puente vehicular en Tijuana. El cuerpo, de acuerdo con las fotografías difundidas, quedó sobre el pavimento junto a la bolsa de pertenencias con la que el migrante salió del Centro de Detención.

“¡ES LA POLICIA, MAMA!”

 

Sara, que no tiene registros ni antecedentes policiacos en Estados Unidos, tiene la determinación de quedarse en ese país y enfrentar, dice, sólo el temor de “cada día” por los siguientes seis meses, hasta que concluya su trámite de residencia.

 

Después de crecer y vivir como comerciante con su esposo en Ciudad Juárez, hace ocho años se mudaron a vivir a El Paso para que su hija, con una problema de salud, pudiera tener mejor asistencia médica. Él empezó entonces a emplearse en la construcción, ella limpiando casas y sus niños pronto se adaptaron a la vida como ciudadanos norteamericanos.

 

El triunfo de Trump, sin embargo, dice, cambió el comportamiento aun de las personas que antes consideraba más amigables y cercanas. El día de la toma de posesión, una de sus empleadoras de raza caucásica encendió la televisión de la sala, subió a su cuarto y la dejó sola con el discurso para que lo escuchara.

 

“Lo que sentí ese día no lo he sentido nunca. Quería salir corriendo porque, pues en su discurso, el señor Trump sí tocó el punto de lo que quería hacer”, dice.

“Ahora la veo diferente conmigo. Empezó a cuestionarme: que ‘te fuiste más temprano’, ‘llegaste más tarde’, y sé que, en cierta manera, es presión; tal vez quiere que me vaya o que renuncie”, agrega.

 

El inicio de su trámite por la residencia más la orden ejecutiva de Trump la han dejado junto con su familia en una especie de limbo, sin lugar seguro en ninguno de los dos países. Debido a que el proceso les exige permanecer en Estados Unidos, no pueden cruzar a Juárez y, por la orden ejecutiva, en El Paso deben esconderse.

 

“Nos tocó así. Nos tocó este Gobierno; nos tocó este sistema; nos tocaron todas estas leyes, y por eso estamos cuidando eso”, dice.

 

El ambiente en la familia, mientras, es como de luto y, en ocasiones, de pánico. Como la tarde del mismo martes pasado, dice, cuando, después de evadir a los policías alrededor de la escuela de su hijo, la velocidad de una camioneta la obligó a frenar en medio de una avenida y conducir en reversa para volver ante un semáforo. Las torretas de otra patrulla brillaron entonces detrás de ella, visibles a través del retrovisor.

 

–¡Es la policía, mamá! ¡Nos va a detener! –le gritó su hijo.

–Ya sabes lo que tenemos que hacer. Aquí está la tarjeta del abogado y la carta poder para vayan por ustedes –les respondió ella.

 

Convencida de que sería el último momento con sus hijos, vio entonces que la patrulla siguió a la otra camioneta. “No sé de dónde salió –dice Sara que fue lo que pensó después del sobresalto. Yo no vi de dónde salió esa patrulla. Probablemente estaba escondida”.

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