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Asesinados cuatro políticos y dos líderes sindicales en Veracruz

El Piñero

  • Población encolerizada

Luis Velázquez/ Barandal

Veracruz.- ESCALERAS: Las señales, como el dinosaurio de Tito Monterroso, están ahí. El topo de Carlos Marx se asoma a la superficie, olfatea los vientos sociales, y si son favorables, sale a la tierra. Y si son adversos, vuelve a hundirse. Sólo la Cuitlamanía permanece indiferente. Quizá, en la lógica del politólogo Carlos Ronzón Verónica, ni le interesa.

Por ejemplo, cuando hacia el día 52 iban doscientos veintiún asesinatos, entre ellos, 29 feminicidios, la numeralia de la muerte también incluye a cuatro políticos.

Mala señal. Peor karma.

Al ratito, asesinarán a activistas sociales. Y de paso, a uno que otro reportero, nomás para multiplicar el horror y el terror.

El crimen acercando la lumbre a los políticos fue con Gabriel de la Rosa Enríquez, líder panista en Oteapan.

Primero, lo secuestraron y lo liberaron.

Luego, lo volvieron a plagiar y lo asesinaron. Y tiraron su cadáver en el monte, a orilla de carretera.

 

PASAMANOS: Luego, la guillotina alcanzó a un par de políticos, originarios de Gutiérrez Zamora.

Uno, el regidor Jorge Ramos, y el otro, candidato de Nueva Alianza a la presidencia municipal del pueblo, Saúl Zapata.

Los dos, encajuelados. Los dos, ejecutados en la Ciudad de México de la morenista Claudia Sheinbaum. Fue el lunes 21 de enero, 2019.

Cierto, cierto, cierto, fueron asesinados en el ex Distrito Federal. Pero a ellos bien les pudo alcanzar el mismo tsunami que al fotógrafo Rubén Espinoza, quien huyendo del Xalapa de Javier Duarte el crimen lo alcanzó en la Ciudad de México el 31 de julio del año 2015.

Y/o que al camarógrafo Edwin Rivera Paz, quien huyendo de la muerte en Honduras, la muerte lo alcanzó el 9 de julio de 2017, en plena yunicidad, en Acayucan.

El crimen del regidor y ex candidato a la alcaldía fue en la delegación Cuauhtémoc. Sus cuerpos, con inicios de putrefacción.

 

CORREDORES: El 20 de enero, 51 días después de la Cuitlamanía, en Córdoba, caminata de protesta de la Coordinadora Nacional del Plan de Ayala Movimiento Nacional (así se llama), exigiendo justicia, plantón en la caseta de Fortín, por el asesinato de su compañero Noé Jiménez Pablo, integrante de la coordinación estatal, torturado y asesinado.

Según ellos, fue atacado el domingo 20 de enero por paramilitares de Carpio Mayorga, frente a la presidencia municipal de Amatlán, la sede universal de “Las patronas”, de cuya generosidad han filmado documentales.

Disparos en el abdomen y el pecho. Cayó tendido sobre el piso. Y todavía, los asesinos se lo llevaron.

Horas después, localizado su cadáver en el basurero municipal. Incluso, hasta quemado con ácido en algunas partes del cuerpo. Desfigurado.

 

RODAPIÉ: El martes 22 de enero, dos líderes sindicales de la organización Ciessa, con filial en Agua Dulce, fueron asesinados.

Uno, Víctor Manuel Pérez Muzo. Y dos, Lorena González León, su esposa, una mujer más ejecutada en el tsunami de feminicidios.

Sus cuerpos, encontrados sin vida en una vivienda de la colonia Cuatro Caminos.

Estaban amenazados de muerte. Incluso, lo habían reportado a la autoridad en Coatzacoalcos el 18 de diciembre del año anterior.

Según sus fans, peleaban por plazas laborales en los campos petroleros para perforaciones de PEMEX.

 

BALAUSTRES: cuatro políticos y dos líderes sindicales ejecutados en la Cuitlamanía. Ningún ciudadano, entonces, puede cantar victoria. Nadie la ha librado.

La inseguridad y la zozobra están ahí, a la vista de todos. Y en contraparte, la secretaría de Seguridad Pública festinando el mundo por venir, el futuro, cuando, caray, ni siquiera los astrólogos ni la bruja de la esquina son dueños de la vida un día después, menos un año, dos años, tres años después.

La población, ni duda cabe, está desmoralizada. Y desencantada. Y más, porque el primero de julio votó por un cambio social que simple y llanamente tarda demasiado en llegar.

Hay ciudadanos encolerizados. Las veinte señoras asaltadas en un centro social en Coatzacoalcos y a quienes despojaron de sus bolsas y los malandros se llevaron todo.

Indicativo, porque una de las señoras asaltadas es la esposa del presidente de la asociación civil, “Ciudadanos Unidos por Coatzacoalcos”, Raúl Ojeda Banda, que aglutina a un número creciente de vecinos y pobladores reclamando al gobernador, anexos y conexos, que paren la masacre en el sur.

Por lo pronto, los malandros, disputando la jugosa plaza Veracruz, llegando más carteles a la tierra jarocha según el trascendido, a nadie respetan, aun cuando, claro, tantas muertes pudieran deberse a otras razones.

El caso es que en la estadística de la muerte hay niños, mujeres, ancianos, jóvenes y hombres. Y ahora, líderes sindicales y políticos.

En la yunicidad y el duartazgo la guadaña llegó a reporteros y sacerdotes, con todo y a que muchos trabajadores de la información asesinados inculparon de relaciones peligrosas.

Al momento, sin embargo, la palabra incumplida de Cuitláhuac García de que esclarecería los crímenes de reporteros, fotógrafos y editores, desde los homicidas físicos hasta los intelectuales.

La mayor crisis de inseguridad está a la vista. Creciendo, imparable, fuera de control. Y empeorando con un mal karma de políticos ejecutados.

Un drama canijo que proyecta el estilo de ejercer el poder y gobernar de la Cuitlamanía en el escalón más bajo del Estado de Derecho.

 

 

 

 

 

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