Miguel Ángel León Carmona/ e-veracruz.mx
Córdoba, Veracruz.- Nancy era madre soltera, dejó a dos hijos en la orfandad. Anahí terminó la preparatoria y quería estudiar criminología. Krystell gustaba de maquillarse y jugar voleibol, apenas tenía 17 años. Las tres fueron reclutadas como edecanes, se rodearon de halagos y de amistades cuya identidad es un misterio. Tras un supuesto servicio privado, y 67 días desaparecidas, fueron halladas en una fosa clandestina ubicada en el municipio de Atzacan, en el centro de Veracruz.
“Yo no puedo dar más información porque está de por medio nuestra vida. Incluso tuvimos un percance el día del sepelio. Esto ya no tiene salida, está infectada la sociedad, la corrupción es muy grande y el narcotráfico muy poderoso. Las mismas autoridades están involucradas”, recrimina la madre de Alma Krystell Rodríguez Solís, la más joven de las víctimas.
La mujer atiende a las visitas en el patio de su casa, en un corredor de tierra con espacio para dos cuartos con muros y techo de mampostería. La vivienda está ubicada en un barrio a las afueras de Córdoba, cerca del ingenio cañero de San Miguelito.
Con su mano izquierda la madre recoge una olla con café que ofrecerá a sus vecinos en los rosarios de su hija; con la derecha limpia algunas lágrimas que se derrapan sobre su mejilla. “No vale la pena dar declaraciones. Sinceramente ya no confío en nadie”, insiste.
La madre se excusa ante los visitantes y posteriormente se marcha con pasos sigilosos hasta la habitación donde hoy la fotografía de Alma Krystell es custodiada por flores de gardenia, nardo y alelí.
Un familiar de Krystell que de entrada solicita el anonimato, se acerca a hablar con los foráneos y relata que la menor comenzó a trabajar como edecán desde los 15 años, una vez egresada de la secundaria Número Técnica 70.
“Era muy buena gente; le gustaban mucho los niños. Nosotros la íbamos a recoger a la secundaria, cuando llegaba a casa jugaba con los vecinos futbol o voleibol. ¿Cuántas veces no la ayudamos a hacer su tarea?…”, se cuestiona el familiar.
Alma Krystell -cuenta la persona entrevistada-, comenzó a asistir a los antros del municipio de Córdoba y posteriormente donde conoció gente y se consiguió un trabajo como edecán. “Wings Army, El Cuartel (antes Camroninas), Clamato”, son los inmuebles donde se le veía.
El familiar, explica que con el trabajo como edecán llegaron nuevas amistades. “Eran señores ya grandes y chamacos, que nos hicieron desconfiar desde un principio. Amigos y familia le decíamos que se apartara, pero ella no nos hacía caso”, abunda.
Los contratos se volvieron más frecuentes para Alma Krystell y un grupo de jóvenes que es reconocido por el familiar. Servicios que duraban entre uno y dos días, y la mayoría de las ocasiones se llevaban a cabo en el estado de Puebla.
En los casos de Alma Krystell, Anahí Anahí González Vargas y Nancy Rodríguez Morales -las otras dos jóvenes asesinadas-, hay en común la presencia de taxis; unidades que solían pasar por ellas a unos metros de sus domicilios. “Nunca se dejaron ver la cara, según nos decían que eran enviados de su trabajo”.
Con base en la carpeta de investigación 1620/2017, la última vez que Alma Krystell fue vista con vida, el 01 de mayo de 2017, avisó a sus familiares sobre un trabajo en el estado de Puebla y señaló que antes se vería con unas amigas en la ciudad de Orizaba, Veracruz, entre ellas Anahí González Vargas, quien también desaparecería.
Algunos días antes de desaparecer, Krystell confió a sus familiares que “quería hacer una locura: casarse con su novio y sentar cabeza”. El sueño de la adolescente de 17 años se pulverizó con el tiempo, con la saña, con la tierra.
De acuerdo con autoridades ministeriales, su identificación se logró gracias a un tatuaje en forma de búho en la parte derecha de la cintura.
Quien recuerda en vida a Alma Krystell, la describe como una chica a quien le encantaba bailar, ir al cine, vestir a la moda, maquillarse. “La gente la criticaba por su forma de vestir y sus tatuajes, pero eso nunca le importó”, recuerda su familiar.
A la fecha el crimen de Alma Krystell Rodríguez Solís y el de sus dos compañeras sigue sin ser resuelto. La muerte de las tres jóvenes curvilíneas y de rostros risueños, abrió la Caja de Pandora sobre probables negocios ilícitos como trata de personas.
En Amatlán también lloran a sus muertas
“Se supone que ella me iba a enterrar a mi; haberle privado la vida a mi niña de esa forma es infame”, solloza la abuela de Anahí González Vargas – de 19 años- mientras le ofrenda sobre una mesa de madera golosinas que en vida le gustaron: dos paletas sabor chamoy, chocolates Carlos V, una lata de Coca Cola y un gansito Marinela.
Custodiada por veladoras aromáticas e incienso se mira la fotografía de Anahí; se le ve sonriente, porta una blusa tipo polo, color blanca, que hace parte del Colegio de Bachilleres del Estado de Veracruz (COBAEV), plantel 47, Amatlán, del cual se graduó en julio de 2016.
La abuela de Anahí, recuerda que en la habitación que hoy ofrecen plegarias cristianas por su eterno descanso, hace apenas unos meses se reunía con compañeros de la escuela para completar tareas en equipo. Allí también reunió a varios cuando la joven terminó el bachillerato.
Las metas profesionales de la hoy finada estaban orientadas al campo de la criminología, sin embargo las oportunidades se limitaban a escuelas privadas y “no había dinero suficiente”, decía su señora madre.
De acuerdo con conocidos de Anahí González, fue hace hace unos diez meses cuando se conoció con Alma Krystell Rodríguez Solís, justo en el antro Forum, en el centro de Córdoba, municipio vecino.
“De unos 10 meses para acá se aislaba y ya no venía a visitarnos. En Semana Santa (abril de 2017) nos trajo a una muchachita, cabello corto, oscuro, Tapia le decían. Aun recordamos sus carcajadas, platicaban un rato y se iban, pero nunca quisieron entrar a la casa”, comenta la señora entrecana.
Con base en la carpeta de investigación 1620/2017, la joven de 19 años de edad desapareció el 01 de mayo de 2017; refirió a un familiar se iría a la Expo feria de Orizaba (Expori).
Se le vio salir de la cabecera de Amatlán de los Reyes vistiendo unos jeans negros, una blusa rayada tipo ombliguera, y una bolsa diminuta. Al paso de las horas la joven perdió toda comunicación con su familia por medio de su teléfono celular.
El sábado 08 de julio la joven fue velada y ofrecieron una misa de cuerpo presente en la parroquia de los Santos Reyes. Posteriormente se llevó a sepultarla. Desde entonces su abuela, comparte, “son 60 grupos de oración que oramos todas las mañanas y todas las noches por el descanso de mi nieta, pero sobre todo por aquellos que le hicieron el mal”.
“Ante esa gente somos impotentes, no nos queda de otra que pedir por ellos. Tenemos fe, pero en la justicia divina, en la humana ya no. Se llevaron a mi nieta cuando apenas comenzaba a vivir, se valieron de su pobre experiencia”, fustiga la mujer con la voz entrecortada.
Dos niños en la orfandad, daños colaterales
A Nancy Rodríguez Morales el 30 de abril de 2017 la esperó un taxi en la esquina de su casa para llevarla a su destino: presuntamente en el estado de Puebla. Antes de marcharse visitó a sus dos hijos, de cuatro y seis años de edad, en casa de su madre, donde eran encargados mientras ella laboraba como edecán.
Hasta antes de su asesinato buscó recuperar la custodia de sus hijos, luego de que el DIF municipal los apartara de ella por presuntos actos de violencia familiar. “En ese trámite se quedó mi hija; se fue con la ilusión de recuperarlos”, lamenta la abuela de Nancy, quien sin dar pormenores explica que a la muerte de Nancy Rodríguez sus nietos fueron apartados de Veracruz por seguridad.
La joven de 26 años era la mayor de cuatro hermanos, dos mujeres de 12 y 20 años y un hombre de 18, quien trabaja en Cancún, Quintana Roo y que por falta de dinero no pudo despedirse de ella el pasado 11 de julio, en la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, cuando se llevó a cabo una misa de cuerpo presente.
Nancy y sus hermanos fueron criados en la localidad de Paraje Nuevo, perteneciente al municipio de Amatlán de los Reyes. Crecieron bajo los ingresos de su abuelo, Cándido Morales, un vendedor de elotes, esquites y chileatole.
La joven se casó a los 19 años de edad, fue madre en dos ocasiones y posteriormente se divorció. Sus ingresos como madre soltera los forjó lavando trastes con vecinos, sin embargo el dinero no le resultaba suficiente y consideró otras opciones laborales, y se echó mano de su belleza.
Con base en la carpeta de investigación 1635/2017, Nancy Rodríguez ya había sido víctima de agresiones físicas. El pasado 28 de julio de 2016 fue encontrada malherida entre cañaverales que conduce a la colonia Margarita Morán, en los límites de Amatlán y Córdoba.
De acuerdo con Rodríguez Morales, ella asistió a una fiesta y de regreso a casa fue interceptada por un sujeto desconocido, responsable de las agresiones en su contra.
Sobre ese evento, la abuela de la víctima refiere: “Esa vez que la asaltaron, vino a verme cuando salió del hospital. Yo le dije que se apartara de esos rumbos. Ella me dijo, mira abuelita no me digas nada porque no te quiero faltar al respeto. Yo no voy a ser como tú, que voy a trabajar por un taco. A mi el sueldo no me da, yo necesito darles de comer a mis hijos”.