Luis Velázquez
30 de diciembre de 2017
ESCALERAS: Un nuevo descrédito se está dando para Veracruz. En el duartazgo, fuimos “el peor rincón del mundo para el gremio reporteril”. También, “el camposanto de migrantes más largo y extenso del país”. Y sin duda, “el paso de México más peligroso para los migrantes de América Latina”.
Y aun cuando el cementerio particular de malandros y policías (los policías de Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública preso en el penal de Pacho Viejo) en el terreno anexo al Frac. “Colinas de Santa Fe” data del sexenio anterior, la impunidad camina en la yunicidad como una guillotina que evidencia la política humanista del bienio azul.
El politólogo Carlos Ernesto Ronzón Verónica recuerda que las “Colinas de Santa Fe” está considerada la fosa más grande, no de Veracruz, tampoco de México, sino de América Latina, y en donde se ubica Colombia, el paraíso de Pablo Escobar Gaviria, el capo de capos, cuya vida fue filmada por los actores españoles, Penélope Cruz y Javier Bardem.
Además, el reportero español, corresponsal de “El País” en América Latina, con la oficina sede en la Ciudad de México, Pablo Ferri, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en el género de crónica, con un reportaje sobre las “Colinas de Santa Fe”.
Y con todo, ni el subsecretario de Gobernación, encargado de derechos humanos, el elbista Roberto Campa Cifrián, ni el chef de paella en el Golfo de México, Fiscal Jorge Wínckler, se ocupan como establece la normatividad de la búsqueda de cadáveres sepultados en fosas clandestinas.
En plena guerra de los carteles y carteles por la jugosa plaza Veracruz, la omisión constituye el más flagrante “delito de lesa humanidad”.
Igual que en el duartazgo, la ONG de padres de hijos desaparecidos, “El Solecito” padeciendo el desdén oficial.
PASAMANOS: En la prensa de la Ciudad de México, la metrópoli más grande del mundo, rara, extraordinaria ocasión (salvo el semanario Proceso y los portales digitales “sinembargo” y “Animal Político” y “El País”) se ocupan hoy, hoy, hoy de los desaparecidos y las fosas clandestinas en los 45 municipios de Veracruz donde, y por lo pronto, han ubicado fosas clandestinas como cementerios privados de los malandros y en varios casos, muchos quizá, de policías.
Ni los medios se refieren al subsecretario de Gobernación ni tampoco al Fiscal jarocho ocupándose del asunto.
De algún modo reproduce el Veracruz duartiano cuando tampoco connotaban el río de sangre y el valle de la muerte a que se había llegado.
Y cuando algunos se detuvieron, por ejemplo, en el careo de la señora Aracely Salcedo, madre de Fernanda Rubí, la chica de 20 años desaparecida de un antro de Orizaba, con Javier Duarte, se debió a que, ni modo, era inevitable, pues el hecho en sí mismo era noticia.
Es más, cuando alguna vez Duarte quiso tocar el creciente número de reporteros y fotógrafos asesinados en su casi sexenio siempre se pitorreaba cacareando que en Veracruz hay ocho mil reporteros con más de cien periódicos y más de 500 portales, y por añadidura, el crimen de los 19 trabajadores de la información nada significaban.
Y en aquel entonces, hubo señores columnistas de la Ciudad de México dando juego a Duarte.
Peor fue el caso de los secuestrados, la mayor parte, hijos de familia, mujeres y hombres, cuyas desapariciones continúan en la impunidad.
Al Fiscal sólo interesa demostrar al mundo su capacidad gastronómica para guisar la mejor paella del Golfo de México, quizá consciente de que por lo regular a las mujeres fascinan los hombres que cocinan y se ponen un delantal gigantesco.
Y más, cuando se exhiben en las redes sociales estando de por medio la alta responsabilidad social y de justicia que significa una Fiscalía de nueve años.
CASCAJO: Nadie olvida el desdén con que el Fiscal Eduardo Coronel junior, amigo, se afirma, del Fiscal Wínckler, se refirió al Solecito y a los Colectivos con la siguiente frase bíblica:
“¿Cuál prisa si los desaparecidos… desaparecidos están?”.
Y es que la frase expresa, digamos, la filosofía de vida, la experiencia resumida, la visión social de un funcionario público que, de entrada, ha de tener, méritos ganados en el camino huracanado, un gran respeto a la vida humana y caracterizado por la más sólida y férrea solidaridad con los desventurados.
Pero, bueno, Veracruz, igual que el país (y que tampoco es consuelo ni menos resignación), está en llamas, a tal grado que hasta la elite eclesiástica, desde el arzobispo Hipólito Reyes Larios hasta el cardenal Norberto Rivera han precisado que la inseguridad vivida y padecida se debe, entre otras cositas, a la corrupción política.
Hace doce meses, el duartazgo bajó el telón en el peor descrédito político y social de la historia. Y la responsabilidad máxima de garantizar el Estado de Derecho y que significa amarrar la seguridad en la vida y en los bienes, más, mucho más, en la vida, es tarea de la yunicidad.
Y en el cometido, cierto, la tarea número uno es del Peñismo, y la dos, de la yunicidad, y la tres, de los presidentes municipales.
Y si todos los días y noches están oscurecidos por tanta violencia, asunto de la secretaría de Seguridad Pública, entonces, la pelota pasa a la cancha de la Fiscalía, que ha de procurar justicia en vez de la impunidad galopante.
Los desaparecidos, si fueron asesinados y sepultados en fosas clandestinas, constituyen una sombra ominosa para la yunicidad.
Y el dolor y el sufrimiento humano dejado por Javier Duarte es peor, mucho peor, cuando la impunidad se atraviesa.
Y seguir inculpado al sexenio anterior de la falta de justicia a nadie convence, y por el contrario, el desencanto va floreciendo en el corazón social como en tierra fértil.
Hay en Veracruz miles de efectivos federales y estatales rebasados por la delincuencia organizada, y por desgracia, una Fiscalía a la que sólo interesa seguir encarcelando a políticos pillos y ladrones.
Mal síntoma cuando se pretende heredar el poder imperial y faraónico al primogénito.
Y más, si se recuerda que el PAN fue lanzado de Los Pinos en el año 2012 por los 150 mil muertos que llevaba el Felipismo.