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Los secretarios de gobierno en Veracruz; de Acosta a Cuitlahuac

El Piñero

Luis Velázquez

04 de julio de 2019

ESCALERAS: Siete meses después ha de ponerse un filtro al secretario General de Gobierno, Por ejemplo, la analogía con sus antecesores.

Primer filtro: “Es el dos del palacio”, es decir, el segundo del gobernador. Segundo: su tarea es cuidar en todo y con todo al jefe máximo. Tercero: es el operador político del gabinete, obligado a sumar. Cuarto: es el encargado de cumplir las órdenes del patrón, pero más aún, cumplir, sin dejar rastros, por ejemplo, en casos de desaseos.

Un día, Miguel Ángel Díaz Pedroza, el secretario de Gobierno de Dante Delgado Rannauro, dijo:

“He encarcelado a gente inocente y liberado a gente culpable. Y sin dejar huella. Es mi chamba”.

PASAMANOS: “El dos” de Miguel Ángel Yunes Linares fue Rogelio Franco Castán. Digamos, y con todo respeto, un autista del palacio. Siempre, navegando con bajo perfil. Operando, digamos, con discreción, si operador fue.

Jamás un trascendido impactante en los dos años del bienio aquel. Nunca una acción de gobierno fundamental. Más que el dos del palacio fue el cero. Cero, claro, a la izquierda. Ni siquiera una copia xérox del gobernador incendiario de aquel entonces.

CORREDORES: Javier Duarte tuvo tres, mejor dicho, dos titulares en la SEGOB jarocho. Gerardo Buganza, quien soñara con la sucesión. Ambicioso, brincó a la SIOP. Luego, regresó a la misma oficina.

Entonces, manifestó su codicia. Y trabajó para la nominación. Incluso, ex panista, del PRI. Y aun cuando Duarte alimentó su esperanza, pues se destapó en el mismo palacio, nunca cuajó. Terminó de diputado local pluri. Y luego luego, solicitando permiso.

Érick Lagos Hernández fue el sucesor de Buganza. Quizá soñó, como otros, con la candidatura. Javier Duarte lo encartó. Pero después, lo descartó. No levantó. En cambio, y con bajo perfil, se afirma en la cancha pública que se enriqueció.

Luego, pactó o habría pactado con Yunes Linares para evitar el penal de Pacho Viejo.

BALCONES: Fidel Herrera tuvo un solo secretario de Gobierno. Reynaldo Escobar Pérez. 22 años académico en la facultad de Leyes de la Universidad Veracruzana, formado en la barandilla, litigante de primer nivel, bragado, echado para adelante, operó durante 6 años para el jefe máximo, y siempre, tejió bien.

Jamás involucró a Fidel en hechos ilícitos. Nunca dejó pistas. Siempre, ejerciendo “la plenitud del pinche poder” con la ley por delante.

Además, lejos de las candilejas, y que es el papel del secretario de Gobierno.

PASILLOS: Miguel Alemán tuvo un par de secretarios de Gobierno. La primera, la maestra Nohemí Quirasco. El segundo, Flavino Ríos Alvarado.

Operadores políticos con bajo nivel. El jefe es el jefe y punto. Y más, porque el góber era político poderoso. Hijo de ex presidente de la república. Rico. Millonario. Fogueado en el altiplano y en las grandes ligas.

Lejano quizá de Veracruz, pero presente. La biografía de su padre y la suya imponiéndose en el quehacer político.

VENTANAS: Patricio Chirinos Calero tuvo dos. Yunes Linares y Salvador Mikel Rivera. Yunes fue ultra contra súper poderoso. Y más, porque en aquel tiempo, Chirinos la pasaba en Los Pinos, asesorando, se decía, al presidente Carlos Salinas en materia política, economista que era.

Yunes ejerció el poder. Casi casi, el vicegobernador, adueñado, además, de las neuronas de Chirinos. Tanto que desde ahí construyó la candidatura a la silla embrujada del palacio, pero descarriló cuando perdiera 107 presidencias municipales en un solo día.

Salvador Mikel pasó de secretario particular de Chirinos a la SEGOB jarocha. Un dos burocrático. Pian pianito. El cortador de listones. Fueron los últimos meses del sexenio.

PUERTAS: Miguel Ángel Díaz Pedroza fue el segundo de Dante Delgado. Dante, hiperactivo, Díaz Pedroza, operador. También, bajo perfil. Sin asomarse a las candilejas mediáticas. Sin buscar luces. Las luces totales eran para Dante.

Ultra contra súper institucional. Operador de tejido fino. Los acuerdos políticos, sin armar escándalos y sin trascender en la línea ágata. Jugando la pelota, sin despertar pasiones.

CERRADURAS: Dante Delgado fue el dos de Fernando Gutiérrez Barrios. Su eficacia política y social se calibra de la siguiente forma: cuando don Fernando fue nombrado secretario de Gobernación por Carlos Salinas, inclinó el dedo de la sucesión por Dante. Y Dante se encumbró como gobernador sustituto por 4 años.

Hiperactivo, nunca en Veracruz tanto programa social a través de Solidaridad, concitando a los ciudadanos, todos en el quehacer colectivo.

Nadie como Dante se movió en Veracruz. Con resultados concretos y específicos, Dante fue ganándose la voluntad de Gutiérrez Barrios.

Agustín Acosta Lagunes tuvo 3 secretarios de Gobierno. Raúl Lince Medellín, paso efímero, sin trascender. Ignacio Morales Lechuga, su amigo entrañable, pronto renunció por diferencias sustanciales con el jefe y se fue a las grandes ligas del altiplano. Y Felipe Amadeo Flores Espinoza, el director de Seguridad Pública que brincó a la SEGOB y le tocó bajar el telón. Acosta Lagunes, el político fuerte. El poder, en un puño y en el músculo.

PATIO: Éric Cisneros Burgos, de cara a la historia semestral.

Uno. Operador político fallido para destituir al Fiscal. Incluso, con toda la fuerza de los diputados de Morena en la LXV Legislatura. Y de los diputados federales y hasta senadores que se unieron a la vorágine.

Dos. Desarraigado de Veracruz durante tantos años tiene fiebre mediática por ser y estar. Y compite con el góber en la pasarela. Incluso, llega a lo inverosímil y en una comparsa en Villa Aldama, su tierra favorita, hasta se puso a bailar para parecer populachero y gracioso.

Tres. Parece estar, o está lleno de resentimiento y quizá odio. Por ejemplo, rara, excepcional ocasión, sonríe. Y si sonríe, más que una sonrisa, es la mitad de una risita.

La mirada, siempre a la expectativa. Su cosmetóloga será su enemiga, pues todo indica jamás una observación para hacer amable y cordial la tonalidad de sus ojos.

Y más por su cuerpo de rotoplas, luchador de lucha libre.

Cuatro. Encargado de cicatrizar heridas y fisuras políticas, pero más aún, de evitar conflictos previstos y olfateados como el topo de Carlos Marx, 8 diputados locales han marcado la raya de Cuitláhuac. Incluso, se han rebelado, como cuando inasistieron al primero (y absurdo) informe semestral de gobierno.

Así, tan pronto, perdió el control político. Ha dejado de servir a la tarea fundamental. No es el dos de palacio. Es un cero. Cero a la izquierda.

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