Luis Velázquez
ESCALERAS: Javier Duarte, Karime Macías y los duartistas enseñaron como maestros de primaria una gran lección a la población de Veracruz y que significa la certeza de que los políticos son pillos y ladrones.
Gracias a ellos, la población está ultra contra súper segura de que los políticos, salvo las excepciones (muy pocas) de la regla universal, arañan el erario sin escrúpulos, voraces, insaciables.
Gracias a ellos, la política se expresó como la utopía alcanzable, la ilusión aterrizable, de enriquecerse “en menos de lo que canta un gallo”.
Si Duarte heredó un infierno que pretendió acallar con la frase bíblica de que “Merezco abundancia” de Karime, el resultado fue el hartazgo y la lección que ha de aprenderse de desconfiar de los hombres de la administración pública por más y más golpes de pecho que se den.
Gracias a ellos, la población tomó distancia del PRI, y aunque en la otra orilla nadie crea que los azules o los amarillos son ángeles de la pureza, preso Duarte en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, el pobrecito a nadie convence de que “se muerde uno y el otro” (como dijo), porque sus latrocinios son herida sangrante, coraje social, indignación crónica.
PASAMANOS: Hemos de vernos en el espejo duartiano para nunca, jamás, confiar de los políticos.
Duarte enseñó la táctica, la técnica y la estrategia y la ecuación financiara para destruir a un país y a un estado como Veracruz a partir de las siguientes circunstancias y que pudieran significar una lección de Alí Babá y los cuarenta ladrones:
Saqueo, empresas fantasmas, operación “licuadora”, salpicar a los suyos, dinero oscuro para su partido político, alianza con los narcos, desaparecidos, fosas clandestinas, maiceo a los medios, cinismo, soberbia, desdén y menosprecio.
Javier Duarte, JD, enseñó que atrás del billete fácil ningún límite ha de existir.
Enseñó que en la vida sólo se triunfa cuando se vuelve un gran seductor que encanta y fascina a todos, incluidas las barbies, a partir del dinero público.
Con la voz tipluda y los ojos coléricos, peores que una R-15, se volvió un bucanero con “un repertorio infinito de maniobras increíbles” (Eric Nepomuceno).
Demostró con hechos que hay políticos, igual que él, “sin vestigio de escrúpulos” y que todo en la vida tiene un precio.
Dobló al ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior. Y a la Comisión de Vigilancia del Congreso local y a los líderes parlamentarios. Dobló a la secretaría de Finanzas y Planeación y al Contralor. Y como parte del entramado, quitó a todos que le estorbaban. En total, 85 cambios en menos de un sexenio.
Y sin rendir cuentas absolutamente a nadie, porque el gobierno de Veracruz lo tomó como una hacienda porfirista de su propiedad de él, de Karime, de su familia y de parte del gabinete legal y ampliado y de los amigos, socios, aliados y prestanombres.
Sin un doctorado en Ciencias Ocultas, destruyó Veracruz a partir de su rapacidad y su lección de vida para los políticos resulta peor que cuando Adolf Hitler ahogara en las cámaras de gases a seis millones de judíos, todo porque era hijo de un padre judío que lo desconoció.
CASCAJO: JD es el maestro de América en un Veracruz donde “La mano negra”, el cartel del cacique Manuel Parra, con sede en la hacienda “Almolonga” de Naolinco, asesinó a un candidato a gobernador, Manlio Fabio Altamirano.
Y en donde el gobernador Miguel Alemán Valdés impuso en la silla embrujada del palacio de Xalapa a Fernando Casas Alemán, Jorge Cerdán Lara, Adolfo Ruiz Cortines, Ángel Carvajal Bernal y a Marco Antonio Muñoz Turnbell.
Y en donde el gallero Antonio López de Santa Anna gobernó Veracruz en tres ocasiones.
En el año 2010, JD fue un rayo de luz por su juventud, el tercero más joven en llegar al trono imperial y faraónico.
Y 6 años después era un volcán destructor.
Con JD aprendimos que Veracruz es el dulce por fuera (la piña, la sandía, la papaya, etcétera), pero amargo por dentro (Nicolás Guillén).
Las denuncias y escándalos (146 denuncias penales dijo el Contralor) han caminado “a la velocidad del relámpago”.
Y de postre, el cinismo. (“Algún día diré por qué estoy preso”, dijo al reportero Ciro Gómez Leyva).
En tanto, los duartistas, prófugos de la justicia, unos. Amparados, otros. Sumisos y sometidos, los más.
JD y su pandilla… armada para saquear las arcas oficiales, solapados hasta por el gobierno central.
He ahí la lección de un político para las generaciones presentes y futuras.
Pero también, la lección cívica que la población aprendió para que siempre, siempre, siempre, dude de los políticos.
RODAPIÉ: JD vendió Veracruz.
Cada año de su sexenio Veracruz se fue derrumbando y los funcionarios encargados de la fiscalización callaron.
Y callaron, porque eran cómplices.
La desaparición forzada (alianza de policías y narcos) significó quizá el peor descalabro, igual, digamos, que el agua destilada para los niños con cáncer.
JD es sinónimo de apetito voraz, sin freno, por la corrupción y el dinero fácil que nunca, y por desgracia, miró, olió, husmeó Fidel Herrera Beltrán, catador de hombres, y/o que en todo caso, nunca quiso aceptar.
Tanta corrupción únicamente puede entenderse a partir de que el ORFIS y la Comisión de Vigilancia del Congreso, por ejemplo, incumplieron con la tarea sólo para mantenerse en el cargo y usufructuar las mieles del poder.
El legado de JD a Veracruz es un pueblo de parias.
Fidel Herrera, su único maestro en política y en la vida, creó un monstruo.
Y un monstruo chiflado, lunático. “Aquí, no pasa nada”. “Como gobernador, me volví sexy”.
Y sus fantasías: Veracruz, la Houston de México. La Arabia Saudita de América Latina.
Con Javier Duarte, la política fue saqueo. Pero también, fanfarronería.
Un político con mente enferma de corrupción.
Un tirano en vez de un jefe del Poder Ejecutivo.
Su política de seguridad mató a más civiles que a malandros.
Solo faltó reproducir la enseñanza de Harry Truman y tirar bombas atómicas sobre Veracruz, de igual manera que sobre Hiroshima y Nagasaki.