Luis Velázquez
25 de octubre de 2017
ESCALERAS: La pifia dominical, mejor dicho, la filosofía social de la iglesia en Veracruz expresada por el arzobispo Hipólito Reyes Larios, en nada recuerda al joven estudiante en el Seminario Menor y Mayor.
El hijo putativo del arzobispo emérito, Sergio Obeso Rivera, (toda una institución eclesiástica) fue lacónico, resumiendo así su teología social:
“México es rico con gente tonta”.
Y, bueno, dada su mirada económica, habría de recordar que en Veracruz (para no irnos tan lejos), hay doscientas familias que acumulan el 60 por ciento de la riqueza nacional.
También habríamos de recordar al CONEVAL cuando dice que 6 de cada 10 habitantes de Veracruz de un total de 8 millones, están atrapados y sin salida en la pobreza, la miseria, la jodidez, el desempleo, el subempleo, los salarios de hambre, la migración y la prostitución tanto femenina como masculina.
Y si alguna duda restara, entonces, se recordaría que el CONEVAL también refiere que medio millón de paisanos sólo hace dos comidas al día, pues tan jodidos están.
La frase del arzobispo sería, digamos, el episodio estelar del priista Marcelo Montiel Montiel, secretario y delegado federal de Desarrollo Social en el duartazgo, de que “los pobres son pobres porque quieren”.
¡Vaya susto que se llevarían, entonces, Franz Fanon cuando dijera que los pobres “son los condenados de la tierra!
¡Y Luis Buñuel cuando dijera que los pobres “son los olvidados de Dios”!
¡Y Albert Camus cuando dijera que los pobres “son los desheredados de la fortuna”!
Y John Berger, quien los llamaba “los condenados de la historia”!
Pero cuando el más alto ministro de Dios en Veracruz, Hipólito Reyes, piensa así, entonces, ya puede renunciar Miguel Ángel Yunes Linares a enaltecer la vida social y económica, educativa y de salud y de seguridad de los pobres, pues el relato bíblico, por ejemplo, está lleno de pobres.
Y es que en la lógica de Reyes Larios, antes que alfabetizar a los 600 mil paisanos que no saben leer ni escribir ha de buscarse una terapia sicológica y pedagógica para que, digamos, dejen de ser tontos, aun cuando la mitad del mundo y la otra mitad sabe que Jesucristo fue un hombre pobre.
PASAMANOS: En el Seminario Menor de Xalapa, Reyes Larios era un estudiante ladino y modosito.
Riguroso con los amigos era demasiado selectivo y tenía unos cuantos, y de ahí para el real, el círculo íntimo se cerraba y ni siquiera el viento pasaba en medio, como si cada uno fuera guardia pretoriano de los demás.
Su padre deseaba que estudiara para ingeniero químico, pero él sentía el llamado de la vocación sacerdotal.
Entonces, presentó su examen en la Facultad de Química de la Universidad Veracruzana en Orizaba, lo aprobó con excelente calificación, entregó el resultado a su padre y partió al Seminario.
En el Seminario tenía un modelo pedagógico que era su tío, el sacerdote Lino Larios, el hombre más modesto y sencillo del mundo.
Todo el tiempo, Hipólito andaba con un libro, pues era lector sistemático y disciplinado, como si escondiera su identidad atrás de un libro para evitar, de paso, la convivencia con otros.
Varios de sus compañeros preparatorianos que ingresaron al Seminario quedaron atrás. Y sólo unos cuantos, parece él y otro, abrazaron el sacerdocio por completo, a tal grado que, por ejemplo, Hipólito rebasó por completo a su tío, el padre Larios.
En el Fidelato y en el Duartazgo, el arzobispo alcanzó espacios insospechados y fue un interlocutor, más que eclesiástico, político y social del par de ex gobernadores.
Sabrá Dios la parte del camino donde aprendió y reflexionó su teología de la liberación para que sin pudor alguno diga que “los pobres… más que pobres… son tontos”.
Ahora sí, y como dijo aquel, “la Iglesia en manos de Lutero”.
CASCAJO: El arzobispo demostró su tesis dominical de que a los mexicanos pobres “nos va como nos va” con una parábola, digamos, bíblica, la siguiente:
“Alguna vez un americano platicaba con un mexicano. El mexicano le decía, ustedes son un país rico y están muy bien, y el americano le contestó, yo no veo que sean pobres, sino que son tontos porque tienen un gobierno que se lleva todo, que tiene las carreteras, las obras públicas abandonadas, que les cobran en las autopistas que construyeron con el dinero que ustedes dieron en los impuestos, y aun así ustedes están contentos”.
Desde luego, la parábola también arrasa con los políticos que trepados en el poder público “se llevan todo… y aun así ustedes (los pobres tontos y los pobres tontos entre los pobres tontos) están contentos”.
Caray, algún tornillo se le habrá zafado a Reyes Larios para describir la relación entre el gobierno y la población, olvidando, por ejemplo, primero, la realidad social y económica, pues con todo y que sean tontos, los pobres luchan cada día para llevar el itacate (el itacate sencillo y modesto) a casa donde suelen tener un montón de hijos.
Y segundo, porque antes, mucho antes que sublevarse como en la guerra de Independencia y en la revolución, hartos ya de la miseria, “en contra del mal gobierno” como decía Miguel Hidalgo, por lo general, “los pobres tontos” rezan a Dios y a la Virgencita de Guadalupe para que les vaya bien, sin que nunca, jamás, sean escuchados.
Y más, en el caso de una iglesia católica que convoca a los feligreses a rezar y a integrar cadenas de oración, por ejemplo, para que los malandros se vayan de Veracruz, teniendo como eje rector la resignación y la resignación individual y social que para Albert Camus significaba cruzarse de brazos ante la adversidad.
RODAPIÉ: ¡Jodido destino, entonces, de los tontos… pobres!
Por un lado, y como dice el arzobispo, con gobiernos que tienen “carreteras y obras públicas abandonadas y que cobra en las autopistas que construyeron con el dinero que ustedes (los pobres) dieron en los impuestos”.
Y por el otro, una elite eclesiástica que en la mirada sociológica y económica siente, cree y está segura de que la población es pobre… porque es tonta.
Habría, por ejemplo, de recordar al sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra, director fundador del albergue de migrantes “Los hermanos en el camino”, con sede en Ixtepec, y con una sucursal en Acayucan, que en sus marchas con migrantes y familiares de migrantes desaparecidos en Veracruz nunca, jamás, fue recibido ni lo será por Reyes Larios, el jefe máximo de los obispos del territorio jarocho.
Y por el contrario, siempre fue satanizado en el fidelato y duartazgo, cuyos jefes máximos compartían el pan, la sal, el vino y los privilegios del poder con el arzobispo.
¡Pobre de Jesús, quien toda su vida anduvo con pescadores (pobres y tontos) anunciando el nuevo mundo!
¡Jodido Jesús, que nunca anduvo en camioneta de 800 mil pesos y siempre anduvo hasta descalzo, a veces con una simples y sencillísimas sandalias, sin tanto ropaje eclesiástico!