Luis Velázquez
08 de noviembre de 2017
ESCALERAS: La inseguridad está desbordada dice el politólogo Carlos Ronzón Verónica.
Los asaltos, robos, secuestros y crímenes se multiplican, imparables.
El peor momento de Javier Duarte y Arturo Bermúdez Zurita, ex secretario de Seguridad Pública, fue cuando les tiraron 36 cadáveres en el paso a desnivel en la avenida Ruiz Cortines, en Boca del Río.
Pero también cuando les arrojaron doce cadáveres en los techos de algunas casas en Boca del Río.
Y cuando en una semana se registraron doce asaltos bancarios en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río.
Y cuando dejaran el sexenio con 19 reporteros y fotógrafos asesinados y un número incalculable de hijos desaparecidos y fosas clandestinas.
Ahora, con todo y el llamado “ajuste de cuentas” entre los carteles y cartelitos disputando la jugosa plaza Veracruz, el territorio jarocho es aún un río de sangre y un valle de la muerte.
El terror: el par de cadáveres descuartizados (las cabezadas y las manos por un lado, y el resto del cuerpo cercenado por otro) en Paso del Toro, municipio de Medellín, con narcocartulinas, aterroriza y cimbra el corazón humano.
Según el reporte policiaco, los muertos se dedicaban al robo en joyerías, y bancos y de automóviles y de ganado.
PASAMANOS: El domingo 5 de noviembre, en la víspera de la girita de 3 horas y medias del presidente de la república, el saldo fue de once muertos.
Dos en Paso del Toro, tres en Acayucan, uno en Cosamaloapan, cuatro en Ixtaczoquitlán y un taxista más en Medellín.
Dura, terrible, canija, será si es cierto como se afirma la rebatinga entre los barones de la droga para imponerse en Veracruz.
Y más, como observa el maestro Carlos Ronzón, porque están asaltando a los comensales en restaurantes y a los clientes en las plazas comerciales y hasta consultorios médicos.
La sicosis del miedo puede calibrarse a partir de lo siguiente:
En una plaza comercial de Boca del Río, Walmart, por un lado anuncian la oferta de productos, y por el otro, piden a las amas de casa que cuiden su bolsa, pues los asaltos son “el pan de cada día”, tanto en el interior de la tienda como en el estacionamiento.
Y si se aceptaría que los malandros se matan entre sí por el manejo de la droga y los negocios ilícitos colaterales, entonces, se entendería que la delincuencia común siembra el terror con los asaltos en las tiendas.
CASCAJO: Veracruz y Boca del Río son, digamos, ciudades modelos de la entidad jarocha. Y el siguiente reporte es una semana en sus vidas:
A: el asalto a los comensales y a la caja registradora en el restaurante “Los farolitos” de la avenida Colón.
B: el asalta al restaurante Capsantina, propiedad del hijo del doctor Pablo Anaya, ex secretario de Salud en el duartazgo.
C: El asalto a una tienda de la plaza “El dorado”.
D: el asalto a los consultorios médicos de un edificio ubicado en la avenida Xicoténcatl.
En los 4 casos, el robo como el móvil número uno, aun cuando también la estrategia malandrina para multiplicar el terror y el miedo.
La moraleja es sencilla: nadie puede sentirse a salvo. Nadie la ha librado. Nadie puede cantar victoria, así sean los pudientes con todo y sus escoltas.
Inverosímil: el viernes 3 de noviembre, dos policías fueron acribillados en Cerro Azul, en el norte del estado, cuando mantenían un operativo en el panteón municipal. Unos sicarios llegaron y los rafaguearon.
Fue el mismo día cuando en el otro extremo geográfico, en Coatzacoalcos, dos mujeres de oficio meseras fueron asesinadas a balazos en el bar “La changada” y cuando, además, también tiraran en la vía pública un par de cadáveres descuartizados y embolsados.
RODAPIÉ: Según el politólogo, pareciera que con todo y que “el ajuste de cuentas” se estuviera dando entre malosos, la delincuencia organizada ha rebasado a la secretaría de Seguridad Pública.
Y más cuando el tsunami de violencia también arrastra y avasalla a la población, entre ellos, niños, mujeres y seniles.
A primera, dice, queda la percepción de que los funcionarios públicos andan metidos en el terreno electoral y por eso mismo desatienden o dejan de mirar el baño de sangre que se está dando y de incertidumbre y zozobra hasta en las amas de casa quienes viven una sicosis real de violencia, temerosas de asaltos y robos en la plaza comercial cuando van por “el mandado” de cada día.
En el sexenio anterior, siempre se creyó que Arturo Bermúdez Zurita, el famoso graduado de West Point que alardeaba, había sido rebasado por los malosos y nunca fue relevado, con todo y que después se descubrieran los lazos de sus delegados y policías para incurrir en la desaparición forzada, el delito de lesa humanidad que nunca, jamás, prescribe.
Ahora, hay quienes sienten que el licenciado Jaime Téllez Marié ha sido trascendido por los malosos, aun cuando en el lado oficial se asegura que más allá del impacto sicológico de los decapitados, cercenados y embolsados en la vía pública se trata, simple y llanamente, de que entre ellos se están matando.
Y en tal disputa, allá las partes.
Pero…, pero resulta que el daño sicológico, siquiátrico, emocional y sentimental penetra en el corazón humano y la vida se vuelve una pesadilla y un infierno, como en el viejo oeste cuando los sicarios llegaban a los pueblos y todo mundo corría a esconderse en el sótano de sus casas a piedra y lodo.