México 12 de noviembre 1978.- Brianda Domecq, secuestrada en México el pasado 30 de octubre, fue liberada en la madrugada de ayer por la policía mexicana. La hija del industrial español residente en México, Pedro Domecq, y biznieta del fundador de la dinastía que lleva su apellido, definió así el rescate: «Fue espectacular. Agentes de la policía federal de seguridad entraron violentamente en la casa y arrestaron a quienes me vigilaban. Yo estaba dormida y ellos me despertaron. Me quitaron las vendas. Lo hacían tan deprisa que yo me resistía a que me sacaran a la calle, pues creía que eran nuevos secuestradores.» Brianda, anunció, ante la alegría de la familia Domecq, que su larga experiencia le servirá para escribir un libro.
Brianda Domecq, secuestrada en México por delincuentes comunes, fue liberada en la madrugada del pasado sábado en una operación rocambolesca protagonizada por agentes de la policía política mexicana.La policía ha detenido a siete personas, delincuentes comunes, como autores del secuestro de Brianda. El líder del grupo, según Fuentes oficiales, es Alfredo Lara Navarrete, un agente de la propiedad inmobiliaria de 47 años de edad. Los otros seis son comerciantes minoristas.
Brianda Domecq de Rodríguez, de 34 años, casada, biznieta del fundador de la dinastía de su apellido, dormía con los ojos vendados en la casa en la que se hallaba secuestrada cuando irrumpieron miembros de la Dirección Federal de Seguridad, la liberaron y arrestaron a cinco de los seis raptores.
La liberación se produjo a las 00.55 (hora mexicana, siete horas más tarde en Madrid). La noticia fue comunicada inmediatamente a la familia Domecq y al presidente de la República, José López Portillo.
Las primeras declaraciones de portavoces de la familia han subrayado el hecho de que no tuvo que pagarse ni un centavo del millón de dólares (setenta millones de pesetas) que exigían los secuestradores como rescate. El padre de Brianda Domecq, responsable de la casa Pedro Domecq en México, había señalado que ni vendiendo todas sus propiedades podía llegar a pagar esa suma. Un banco privado ante esta circunstancia, se había ofrecido a desembolsar dicha cantidad.
Brianda Domecq fue secuestrada el pasado día 30 de octubre, aunque sólo se reveló el hecho unos días más tarde. Durante los días del secuestro, la familia Domecq pidió públicamente a la policía que no interviniera en el caso. Se trataba, simplemente, de ofrecer seguridades falsas a los raptores, que entraron en contacto con la familia mientras agentes policiales seguían de cerca el caso.
Una llamada de los secuestradores a la familia fue la que le dio la lista a la policía, que rastreó la procedencia de la comunicación y legó hasta una casa de un barrio popular en la capital mexicana. Allí se hallaba Brianda, con los ojos vendados. La propia Brianda ayudó luego a identificar a los secuestradores. Sólo uno logró huir La policía revelará la identidad le los secuestradores cuando capture al fugitivo. En un principio fueron presentados como supuestos revolucionarios, miembros de una llamada Liga Comunista 23 de octubre. Sin embargo, informaciones posteriores los identifican como delincuentes comunes cuyo único propósito era conseguir dinero por el rescate de Brianda Domecq.
Como una película
Quien mejor ha descrito la operación policial que acabó en el rescate incruento de Brianda Domecq, hija del industrial Pedro Domecq, ha sido un hijo de la secuestrada, Pedro Rodríguez Domecq, de quince años. Para Peter, como se le llama en familia, «todo ha sido como en una película». Pedro y Fernanda, la otra hija de Brianda Domecq, vivieron en casa del abuelo mientras duró el secuestro, por temor a que ambos siguieran la suerte de la madre.
La llamada telefónica que desencadenó el espectacular dispositivo policial se produjo alrededor de las once de la noche, hora mexicana. La comunicación fue interceptada por la policía, que localizó su procedencia. Los secuestradores hablaban desde un restaurante de las afueras de la capital, cerca de la casa de la propia Brianda. El comunicante fue conminado. a situar un mensaje en los lavabos del establecimiento. Fue allí donde la policía lo encontró. Lo que el Comunicante contó fue lo que acabó con la liberación de Brianda. Fernando Rodríguez Campillo, esposo de la secuestrada, tuvo estas palabras para la operación policial: «Nunca me había enterado de una operación similar, realizada con tanta eficacia y rapidez.» El doctor Rodríguez Campillo reveló también que para realizar esta operación, la policía no había solicitado el permiso familiar.
Como el sarampión
Tranquila, vestida con una falda y una blusa café, con una pañoleta en la cabeza y fumando, con un coñac en la mano, Brianda explicó ayer:
«Ojalá esto sea como el sarampión, que sólo se pasa una vez en la vida. Fui secuestrada el 30 de octubre, cerca de la casa de mis padres, a donde me dirigía para comer. Un coche me cerró el paso y otro me impedía retroceder.
Varios individuos se acercaron a mi auto y me dijeron: “Agáchese, no haga ningún movimiento, no haga preguntas.” Me dijeron también que tenían que comunicarse y yo les di el teléfono de mi esposo no quería que mi padre sufriese el impacto de la noticia, pues su estado de salud era muy delicado. Por el caminó, ya con los ojos vendados, escuché que a uno de ellos lo llamaban jefe y que el lenguaje que empleaban era bastante vulgar.»
Brianda da otro sorbo a la copa de coñac, aprieta contra sí a sus hijos y continúa: «Me explicaron que habían estudiado mis movimientos desde hacía varios meses. También me dijeron que en un principio habían pensado secuestrar a mi padre o a alguno de mis hijos, pero que al final se habían decidido por mí. Doy gracias a Dios de que así haya sido.»
Refiriéndose a sus horas de cautiverio, dijo: «Estuve once días con los ojos vendados, sin poderme cambiar de ropa. Tan sólo me proporcionaron unas medias.»
Respecto a sus secuestradores, Brianda comentó: «Fueron amables conmigo; en ningún momento me hicieron daño; con ellos conversaba sobre temas intrascendentes; sólo en los últimos días comenzaron a estar muy nerviosos y me prohibieron hablar con ellos. Ya sabían que la policía estaba en el asunto.»
«Tan sólo recibí una amenaza de muerte. Me dijeron que me matarían si, una vez liberada, ayudaba a la policía a la identificación o detención de alguno de ellos.»
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