Luis Velázquez / Barandal
17 de enero de 2017
PASAMANOS: Gregorio Samsa se levantó aquella madrugada con el alma en un hilo. Estaba soñando con los tres decapitados en Coatzintla y tirados cerca del cuartel militar en un abierto desafío de los malandros y con los otros tres ejecutados en un bar de Papantla, entre ellos, un líder transportista. Y con las tres chicas secuestradas en Xalapa y el puerto jarocho.
Se miró y todavía faltaban horas para que su cuerpo se convirtiera en un insecto, capaz de volar y colgarse del techo como telaraña.
Capaz, incluso, de soñar.
Pero la realidad era peor que el insomnio fatídico.
Y más, porque los 47 días de la Yunicidad habían descarrilado en el limbo. Simple y llanamente, en puras promesas. Y lo peor, en la frase mesiánica. “Tenga paciencia. Vamos llegando”.
Entonces, oyó en la calle el silbato del voceador que a temprana hora le llevaba el periódico local y brincó de la cama para leerlo.
En la portada leyó lo siguiente:
En el norte de Veracruz un operativo estelar para blindar la seguridad.
Soldados, marinos, Policía Federal, Gendarmería Nacional, Procuraduría de Justicia de la república, CISEN (Centro de Información y Seguridad Nacional), Fuerza Civil, policía estatal y municipal, israelitas, colombianos y Genaro García Luna, el súper policía de Felipe Calderón, todos juntos, para corretear a los malandros.
Ellos bajo una mística según se desprendía de la lectura del periódico, resumida en una frase del góber azul:
“Se acabó la protección. Llegó un gobernador que actúa con toda la firmeza. Que tiene el valor. Que tiene los pantalones para hacerlo”.
Gregorio Samsa se acordó de la misma frasecita dicha en Poza Rica: “Voy por ustedes” dijo entonces el azul.
Con todo, también recordó que los primeros 31 días del nuevo gobierno se traducían en 50 desaparecidos, todos registrados en la página web de la Fiscalía.
BALAUSTRADAS: Releyó la noticia. Doce dependencias metidas en la Yunicidad a la cacería de malandros. Casi casi como los doce apóstoles del Señor, aun cuando, entre ellos, había un Judas.
Pensó en los molinos del viento con que soñaran El quijote y Sancho. Pensó en el paraíso de Ulises camino a Itaca. Pensó en Moisés guiando a su pueblo. Pensó en el mar Rojo que se desgajara a la mitad para que los judíos caminaran. Pensó en la raza cósmica soñada por José Vasconcelos. Pensó en el socialismo visualizado en el Deteuronomio.
Y antes, mucho antes de caer en la esperanza (la esperanza de una utopía, una promesa, el paraíso en la tierra) que para Albert Camus significaba resignación, quedó, de entrada, digamos, apantallado dudando, claro, si tantas dependencias juntas derrotarían a los carteles y carteles que desde hace cuatro gobernadores (Patricio Chirinos, Miguel Alemán, Fidel Herrera y Javier Duarte) se han adueñado de Veracruz.
Dudó de que todos ellos logren el milagro “antes de que el gallo cante tres veces” que en política significan 24 meses de la Yunicidad.
Con todo, incluso, que se alardee de que hay firmeza y valor y experiencia y los pantalones puestos.
En todo caso, Chirinos, Alemán, Fidel y Duarte de igual manera tenían los pantalones puestos, se dijo Gregorio Samsa.
Y también como ahora juraban y perjuraban que iban ganando la batalla a los malandros, creando y recreando un mundo ideal, un castillo mágico.
Gregorio Samsa se miró a sí mismo. La vida cotidiana, la realidad avasallante, las mentiras oficiales, el fuego cruzado, los tiroteos a la mitad de la noche, el río de sangre, las fosas clandestinas, lo habían vuelto un hombre agnóstico, incapaz de creer en una sola palabra de los políticos.
ESCALERAS: Con todo, siguió leyendo el boletín, quizá para documentar el pesimismo y/o el optimismo. Por ejemplo, con otra frasecita bíblica, la siguiente:
“Vamos a actuar muy duro contra los malandros. Muy, muy, muy duro”.
Y entre los malandros, el góber azul una vez más incluyó a los peores enemigos públicos de su vida como son el góber fogoso y el góber tuitero.
Pero más aún, a un diputado federal. Alberto Silva Ramos se llama, y de quien dijo que su familia y él mismo “tienen nexos con Francisco Colorado Cessa, quien encabezaba una célula de la delincuencia organizada”.
¡Ah, caray! se exaltó Gregorio Samsa. El góber azul, se dijo, se ha reinventado un enemigo más. “El cisne”, a quien también una semana, o dos, anteriores, acusara de crear con Gina Domínguez varias empresas fantasmas para “ordeñar la vaca” en materia de comunicación social.
Supo Gregorio Samsa que el infierno está en la tierra. Y que los humanos en la tierra sólo viven para ajustar cuentas entre ellos, quizá como aquella sentencia bíblica de que “el hombre es el lobo del hombre” y/o la frasecita de Juan Maldonado Pereda de que “la política es un tragadero” de seres humanos. Y/o la otra frase de Sancho Panza de que “los carniceros de hoy son las reses del mañana”.
Así, mejor esperó el momento en que Kafka lo convirtiera en un insecto volador, harto de vivir en la tierra, y se quedó dormido para que la transfiguración fuera en el sueño como lo es la vida según Calderón de la Barca, con el riesgo de que al despertar “el dinosaurio seguía ahí”, tan fuerte y poderoso en sus coletazos como en el duartazgo.