Luis Velázquez | Escenarios
30 de junio de 2021
UNO. Búsqueda del alma
La mitad del mundo y la otra mitad habla de la existencia del alma. Pero nadie la ha visto ni sentido. Ni menos, mucho menos, sabe el lugar en el cuerpo humano donde pudiera alojarse.
El poeta Manuel Gutiérrez Nájera escribió: “El alma es un ave que remonta el vuelo”.
Pero el escritor ruso, Antón Chéjov, quien también era médico, escribió que en su tiempo en la sala quirúrgica frente a un cuerpo humano y/o un cadáver siempre buscaba el espacio donde se pudiera ubicar.
DOS. Hija de la imaginación
Chéjov la buscaba, primero, cerca del corazón. Y nada. Luego, en las neuronas, y nada. Después, en el estómago, y nada. Y hasta en el dedo gordo del pie. Y nada.
Entonces, como doctor llegó a la conclusión que el alma es hija de la imaginación religiosa, de igual manera como el escritor y político, Ignacio Ramírez, El Nigromante, Ministro de Justicia de Benito Juárez, aseguraba que Dios no existe.
Entre ambos misterios, las tribus eclesiásticas han caminado en toda la historia.
TRES. Almas gemelas
“Tú eres mi alma gemela” suelen decirse los enamorados a la luz de la luna “en noche tibia y callada” de Agustín Lara.
Y, bueno, a los 15, 16, 17, 18 años, la joven pareja lo cree.
Claro, cada uno tiene una imagen del alma. Y como nadie la ha visto ni sentido, entonces, la imaginan.
El Quijote de la Mancha con su Sancho Panza siempre imaginó los molinos de viento y fue atrás de ellos.
CUATRO. Cada quién su esperanza
López Obrador dice que siempre trae en su cartera la estampita de Jesús y le ha servido hasta para ahuyentar el COVID.
Otros traen en su cartera 2, 3, 4 estampitas de San Judas de Tadeo y a quien tantos milagros le deben.
A cada rato, por ahí, la Virgencita de Guadalupe se aparece.
“Tirios y troyanos” hablan de vivir de la esperanza porque solo así puede caminarse en medio de los vientos huracanados.
En la revolución, los indígenas y campesinos en el ejército de Pancho Villa se ponían la estampita de la Morenita del Tepeyac en la parte delantera del sombrero de palma y ala ancha, convencidos y seguros de que detendrían las balas y los cañonazos.
CINCO. La fe mueve montañas
En nombre de la fe, Miguel Hidalgo convenció a los dieciséis feligreses asistentes a su misa dominical aquel 10 de septiembre de 1810 para lanzarse a la guerra de Independencia en contra de los gachupines.
Y cuando llegaron a las goteras de la Ciudad de México eran ochenta mil hombres y mujeres, todos mal armados, y de pronto, el gran misterio de la vida, Hidalgo dio marcha atrás y se arrepintió de su entrada a la capital del país.
SEIS. Festín gatuno
Allá, entonces, cada quién sus creencias y religión de que el alma existe.
Por fortuna, los poetas la han dejado de convocar, quizá porque en el siglo anterior, tan churrigueresco, fue suficiente.
En muchas noches de insomnio, Héctor Fuentes Valdés ha quedado quietecito a ver si en una de esas siente la fuerza del alma.
Incluso, y como el personaje novelesco de Gabriel García Márquez, ha tomado chocolate para ver si levito y levitando se tope con el alma, pero ha quedado frustrado. Nada de nada. Apenas le ha dado para escuchar en la madrugada el festín de una pareja de gatitos en el techado de la casa de enfrente.