•Inseguridad e impunidad
Luis Velázquez/ Barandal
veracruz.- ESCALERAS: En el siglo pasado sólo en las películas de los hermanos Almada, ni siquiera en los filmes del viejo oeste, se miraban cadáveres flotando en los ríos y lagunas, arrastrados por la corriente.
En unas ocasiones, por ejemplo, en tiempo de lluvias torrenciales, las aguas de los ríos empujaban cadáveres aguas abajo y unas veces quedaban atrapados en medio de los árboles todavía de pie, y/o en todo caso, atrapados en medio de los troncos de los árboles.
Pocas, excepcionales ocasiones, se miraban cadáveres flotando en los mares del país, entre ellos, el Golfo de México.
Hubo un tiempo cuando los pozos artesianos de agua dados de baja eran utilizados como fosas clandestinas privadas de los malandros, entonces, delincuencia común, y ahora, delincuencia organizada.
El caso es que los primeros cadáveres flotando en los ríos y lagunas de Veracruz empezaron a mirarse en el sexenio de Javier Duarte, tiempo aquel, entre otras cositas bíblicas, de los llamados “Escuadrones de la muerte” y de las fosas clandestinas, Colinas Santa Fe, la más grande, no de Veracruz, no del país, sino de América Latina, años aquellos cuando Veracruz se convirtió “en el peor rincón del mundo para el gremio reporteril”.
Ahora, sin embargo, en el primer sexenio de la izquierda en la tierra jarocha, los cadáveres siguen flotando en los ríos.
El último, en el río Coatzacoalcos, la mañana del sábado 12 de enero, a la altura de Playa Allende, hallado por unos pescadores, día cuando la Cuitlamanía llevaba 176 asesinatos, de los cuales 27 son mujeres, dos infanticidios y 38 secuestros (tarea de la secretaría de Seguridad Pública), ninguno, absolutamente ninguno, esclarecido (tarea de la Fiscalía).
PASAMANOS: El cuerpo flotando en el río Coatzacoalcos, el infierno donde las llamas de la violencia arden con más intensidad, incendio fuera de control, desbordado, fue localizado, por unos pescadores.
Era un joven. Originario de Nanchital. Se encontraba desaparecido desde un día anterior y el sábado fue encontrado flotando en el río, sus aguas removidas por el Golfo de México, y su cadáver entregado a elementos de la Marina.
Luego, enviado al SEMEFO para ser identificado de forma oficial y ser entregado a sus familiares.
El mar y los ríos, las lagunas y los pozos artesianos de agua, convertidos en el panteón particular de los malandros.
La vida cotidiana, arrinconada en el peor rincón del infierno, donde, oh paradoja, la secretaría de Gobernación ha revelado que Veracruz ocupa el segundo lugar nacional en feminicidios, y en ningún momento por el índice de violencia registrado con Javier Duarte o Miguel Ángel Yunes Linares, sino en la Cluitlamanía.
Y con 27 feminicidios al momento, los municipios de Coatzacoalcos (Víctor Carranza, MORENA), Veracruz (Fernando Yunes Márquez, PAN), Córdoba (Leticia López Landero, PAN, soldadera de MORENA que se declaró), San Andrés Tuxtla, Xalapa (Hipólito Rodríguez, MORENA), Poza Rica (Francisco Javier Velázquez Vallejo, MORENA), Tierra Blanca (Patricio Aguirre Solís, PAN-PRD) y Tuxpan (Juan Antonio Aguilar Mancha, PAN) en los primeros lugares.
Por fortuna o ventura, ningún cadáver de mujer ha aparecido flotando en el mar o en algún río.
Por ahora, sólo hombres.
CORREDORES: En el siglo pasado, cuando aún se vivía en el paraíso terrenal, los ríos eran un festín para la población.
A, para una excursión familiar y comer a orilla del río.
B, para nadar con los amigos.
C, para jugar competencias de natación y jugar futbol y volibol.
D, para la tertulia nocturna con la pareja.
E, para pescar, aunque fuera charalitos, tan sabrosos cocinados en una fogata armada con piedras a orilla del río.
Entre otras cositas.
Ahora, los ríos, y por desgracia, se han secado y lo que queda contaminados.
Peor tantito, convertidos en panteones flotantes de los malosos. Ni modo, dice un personaje novelístico de Carlos Fuentes Macías, “aquí nos tocó vivir y qué le vamos a hacer”.
BALAUSTRES: Las aguas de los ríos y del Golfo de México siguen llenándose de sangre. El duartazgo, la yunicidad y la Cuitlamanía con un eje central, un vaso comunicante, un puente que los une, como son, entre otras cositas, los cadáveres flotando.
Es muy fácil: los malandros asesinan a las personas y desde el municipio consabido, vecino o conexo, los tiran a los ríos y el mar y días después, horas quizá, de acuerdo con la fuerza de la corriente, aparecen en otras latitudes geográficas.
Y, por lo regular, desconocidos que sabrá el chamán.
Entonces, cadáver sin identificar, se va al Instituto de Medicina Forense y si los familiares lo andan buscando y hay reporte oficial quizá lo encuentren.
De lo contrario, en el Forense durará unos días y luego, semanas quizá después, a la fosa común.
Y como la muerte sigue teniendo permiso en Veracruz, entonces, a la inseguridad se añade su hermana gemela, la impunidad, de tal forma que un crimen hace olvidar el anterior y el anterior y el anterior y así la vida va caminando, sin dejar huella, porque muchos meses y años después, la impunidad cabalga de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
Días sórdidos y siniestros.
Nada más terrible que de pronto, unos pescadores descubran un cadáver flotando en el río, pero más aún, y como ha sucedido, el cadáver sea descubierto por unos niños, digamos, bañándose, jugando quizá, a la orilla de las aguas.
“Ni modo, decía Agustín Acosta Lagunes (1980/1986, “La Sonora Matancera”), la violencia es inevitable”.