- Familia rechaza versiones oficiales de que Cándido Ríos Vázquez fue daño colateral, como afirma el exgordillista Roberto Campa
- Exigen que en investigaciones aborden amenazas de muerte enviadas por exalcalde de Hueyapan de Ocampo, quien se incomodaba con sus notas periodísticas
- En varias ocasiones, siendo presidente municipal, Gaspar Gómez lo mandó golpear, a detener y a encerrar en las mazmorras; la última, lo hicieron caminar sobre espinas y lo dejaron lisiado
- Esposa le decía que dejara el periodismo, que lo podían matar; “mi papá nos estaba preparando para esto, siempre nos decía que había escrito” dice la hija de Cándido
Ignacio Carvajal blog.expediente.mx Para El Piñero de la Cuenca
Hueyapan de Ocampo.- La familia de Cándido Ríos Vázquez, Pabuche, ve con recelo las declaraciones de las autoridades en el sentido de que su muerte no estuvo relacionada a su labor como periodista.
“A mí no me convencen”, “yo pienso que sí”, dice Hilda Nieves Martínez, la viuda.
Ella demanda seguridad, “tengo miedo que me pase lo mismo”, e insiste que su ser amado murió producto de su compromiso social de denunciar atropellos cometidos por poderosos, y hacerlos públicos.
Y señala a una persona, el dos veces exalcalde Gaspar Gómez Jiménez, cacique regional, que ha sido edil por Convergencia por la Democracia (2000-2004) y por el Partido de la Revolución Institucional (2010-2013).
En el pasado proceso electoral, Gómez Jiménez se lanzó por su tercer periodo, mas resultó aplastado por la oposición.
En la campaña, Pabuche escribió numerosas notas y subió informes en redes sociales donde documentaba el saqueo a las arcas, así como el negro historial del priista, el punto más puntilloso, la desaparición de un edil del Partido de la Revolución Democrática (PRD), desaparecido y asesinado durante el primer gobierno de Gaspar Gómez.
“Mi esposo siempre dijo que había sido Gaspar el responsable, siempre lo escribía”, dice la viuda.
“Desde que yo era niña, mi papá denunciaba que el regidor había sido llevado y asesinado por órdenes del alcalde.
“Si yo recuerdo que aquí a la casa llegaban las camionetas del alcalde, y él salía y le gritaba de cosas a mi papá”, acusa la hija de Pabuche, Cristina Ríos Martínez.
“Si se encontraban en la calle, Gaspar lo insultaba y agredía, y Pabuche le respondía igual, le gritaba ‘sicopataaa'”, remarca Cecilio Pérez Cortés, director del diario de Acayucan, para el cual colaboraba el periodista.
“Se odiaban. Entre los dos no podían ni verse, Gaspar no aguantaba las críticas y a Pabuche le enojaba que pese a todo su historial, anduviera intentando llegar de nuevo al poder”, relata un vecino de Pabuche, quien pide anonimato.
Mientras el cadáver de Cándido Ríos Vázquez se enfriaba en el féretro donde fue depositado, a unos 350 kilómetros, en la capital del estado, el su secretario para Derechos Humanos, de la Secretaría de Gobernación, del gobierno de la República, Roberto Campa, lanzaba un balde de agua fría:
“El evento de ayer tiene que ver con otro riesgo, con otra situación, con otras personas que fueron atacadas. Ahí perdió la otra persona, uno de sus escoltas, y otra escolta está en una situación de gravedad. El ataque estaba dirigido a otra persona”.
Campa reconoció que el reportero contaba con medidas cautelares del mecanismo de protección a periodistas, entre ellas, ocho cámaras de vigilancia conectadas a un monitor y un botón de pánico. La familia indica que además de las cámaras, la casa había sido rodeada con tela metálica y grandes enrejados de púas. Casi como una prisión. Las puertas y ventanas resultaron reforzadas y contaba con un teléfono satelital.
Según el último comunicado de la organización Artículo 19, con respecto al homicidio de Cándido Ríos Vázquez, “desde que Miguel Ángel Yunes Linares asumió la gubernatura de Veracruz, 3 periodistas han sido asesinados. Además de Ríos, los otros periodistas son Ricardo Monlui, asesinado el 19 de marzo, y Edwin Rivera, asesinado el 9 de julio”.
De esos dos casos, suma la agresión a Armando Arrieta, de la Opinión de Poza Rica, el 29 de marzo, cuando recibió varios disparos que lo pusieron al borde de la muerte. Salvó la vida, pero de sus atacantes no se sabe nada, menos de los asesinos de los dos citados arriba.
En ninguno de eso casos, el Fiscal Jorge Winckler ha dado resultados, incluso, pasa gran parte de su tiempo guerreando en las redes sociales, generando polémica entre los periodistas, como una marcada estrategia de división.
En este tenor, Artículo 19 exigió que la Fiscalía Fiscalía General “revise de manera exhaustiva y diligente su proceder ante las investigaciones iniciadas con anterioridad por las amenazas proferidas contra Cándido Ríos”.
Y sobre las declaraciones de Campa, la ONG dejó en claro que son “sin fundamento”, y exigió a la SEGOB un “informe público sobre las medidas provistas así como las acciones que se emprendieron para disminuir el riesgo del periodista Cándido Ríos Vázquez y haga una revisión exhaustiva de los procesos y medidas implementadas que coadyuve a evitar la repetición de agresiones a periodistas incorporados al mecanismo”.
NO CREEN
¿Usted piensa que por la profesión que tenía su esposo, pudo haber sido asesinado? -se pregunta a la viuda.
-Pues yo pienso que sí. Me dicen que no. Pero pienso que fue intencional, a mi no me convence eso.
“Gaspar lo amenazó y lo golpeó, le hicieron una hernia que la traía reventada, él era muy terco y no iba al médico (para curarla)”.
Producto de esa golpiza, propinada por elementos de la Policía Municipal, en el 2012, el reportero quedó lisiado, y desde entonces, arrastraba una pierna para caminar, e invariablemente empleaba bastón.
La mujer reprocha al gobierno la indolencia para el cuidado del reportero, que ya estaba en la mira de los perpetradores.
Y aunque la casa de Cándido Ríos, en la localidad de Soconusco, a unos mil metros de donde resultó asesinado, se alza con un enrejado reforzado, alambrado de púas y vigilada por seis cámaras, en la calle era vulnerable, ya que sólo empleaba un teléfono satelital con GPS.
“Nunca vi a una autoridad que estuviera en la puerta. Yo le decías que tu seguridad es que estén al pie, tu andas y quien sabe las espaldas quien te las va cuidar”, recuerda.
“¿Para qué sirven estas cosas?”, reprocha señalando los sofisticados aparatos de vigilancia.
Sobre su actividad como periodista, “yo le decía que eso es malo, te van a matar, no te metas, eso es peligroso, pero nunca me hizo caso”.
Cristina Ríos Nieves, primogénita de Cándido Ríos (tuvo dos cuatro hijos en total) también afirma que su padre encontró su destino por su labor.
“Él desenmascaraba, acusaba a personas poderosas, con dinero, caciques del pueblo”.
“Acá se veían muchas injusticias, él denunciaba a esta persona, que era presidente municipal, y por medido e ese puesto se da trabajo en areneras, cementares, criminales, son docenas de asesinatos sin esclarecer y él se lo notificaba al pueblo”, expresa.
A la distancia, viendo a su padre resguardado en el féretro, reconoce que “pienso que él sabía lo que iba a pasar, nos preparaba para esto, constantemente me llamaba y me decía, mira hija, hice esta nota, hija, ve mi Facebook”.
En su última publicación, el periodista subió un video en el cual él hace un resumen de su labor en Hueyapan, y relata que por más de diez años ha vivido bajo amenaza, en la resistencia contra los poderosos, uno en especial, el ex alcalde Gaspar Gómez. Resultó tan popular el ejercicio entre sus lectores, que prometió apurarse a realizar otro y efectuar más denuncias, pero ya no lo hizo, la “Voz de Hueyapan se apagó”.