Luis Velázquez/ Escenarios
05 de julio de 2019
UNO. Canijo vivir en Veracruz
Ta´canijo vivir en Veracruz. Al paso que vamos (el mes número siete con mil 59 asesinatos) se necesita ser muy valiente para permanecer en la tierra jarocha.
Claro, y al mismo tiempo, migrar es más difícil, pues, y de entrada, se corre el riesgo de andar desempleado o subempleado con salarios de hambre.
Canijo, por ejemplo, cuando un sencillo y modesto agricultor, Miguel Ángel León Álvarez, de Las Choapas, fue tiroteado y su cadáver quedó tirado en el ejido Las Margaritas.
Y cuando en la ciudad de Veracruz, un mecánico de 45 años fue asesinado en la colonia Malibrán por unos desconocidos y en su propia casa.
Y cuando en la colonia Los almendros, en Coatzacoalcos, un hombre apareció ejecutado en una camioneta el mismo día truculento, 30 de junio.
Y cuando en Tihuatlán, otro taxista, de nombre Ricardo Zamora Ríos, apareció muerto, luego de que según las versiones unos desconocidos abordaron la unidad a las 9 horas del domingo.
“La muerte, pues, tiene permiso” en Veracruz. Y por más y más elementos de la Guardia Nacional anunciados con tanto festín para vigilar los días y las noches, la esperanza y la fe siguen empantanadas en la ruleta rusa.
DOS. Además de la inseguridad, la pobreza
El día último del mes de junio, la era Cuitláhuac cerró con el asesinato de un agricultor, un mecánico, un colono y un taxista, entre otros.
Los cuatro, ubicados en la clase social baja, quizá media baja, y que se incluirían en la lista de los 6 de los 8 millones de habitantes de Veracruz en la miseria y la pobreza según el INEGI y el CONEVAL.
Es decir, aparte de la precariedad de ingresos (¿Cuánto, por ejemplo, gananun campesino, un mecánico, un colono, un taxista, cada día, para llevar el itacate a casa?), cada uno, además de haber dado a la familia una baja calidad de vida, sufrir y padecer la inseguridad y terminar asesinado de un día para otro.
Y es que atrás de cada crimen hay familias enlutadas, hijos huérfanos, esposas viudas y padres ancianos.
Incluso, ya ni rezar, como dice el arzobispo de Xalapa, sirve de consuelo, porque ningún padre nuestro ni ave maría resucitará a los muertos.
Ni menos, mucho menos, sirven para reorientar la vida de los carteles y cartelitos, malandros y sicarios.
TRES. Veracruz, tiradero de cadáveres
Muy difícil es, será, ha de ser, el trabajo de la secretaría de Seguridad Pública y la Fiscalía para garantizar la seguridad en la vida y que a estas alturas, si los malosos se roban los bienes sin matar o secuestrar se va de gane.
Igual de canijo, por ejemplo, es enviar cada día los policías a la calle para combatir a los carteles, seguros y conscientes todos de que los carteles están mucho mejor armados, además de que de entrada son más en un tiroteo, un fuego cruzado, un enfrentamiento.
Y si de lado de la población hay muertos, también del lado de los policías y de los carteles, integrando así una ruleta rusa inacabable, Veracruz como un tiradero de cadáveres borboteando sangre por todos lados.
Es Veracruz hoy. Muertos por todos lados. Niños, mujeres, jóvenes, hombres, abuelos.
Ninguna ONG, ningún grupo de académicos, por ejemplo, ha cuantificado el número desde el sexenio de Agustín Silvestre Acosta Lagunes, tiempo cuando floreciera la famosa “Sonora Matancera”, que así le apodó el pueblo en analogía a “La Sonora Santanera”.
El caso es que 9 gobernadores después, los camposantos siguen llenándose de cruces y cadáveres tiroteados, apuñalados, acuchillados, decapitados, asfixiados, ultrajados…