Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.- UNO. El reino del feminicidio
El domingo 7 de octubre, otro feminicidio. María Guadalupe Ávila González fue asesinada a balazos. En Perote. Ella era comerciante de ropa.
Dos balazos en la cabeza. Uno, penetró a la altura del ojo izquierdo, sí, del ojo izquierdo.
Demasiada saña. Brutal. La barbarie en su máxima dimensión.
Casi casi, como si los hombres odiaran tanto a las mujeres que desearan su exterminio.
¡Ah!, dice el boletín… que como siempre la Fiscalía “ya investiga el feminicidio”.
Ella tenía 24 años de edad. Luis “N”, su esposo, dijo a la poli que se tomaron un aperitivo en el centro nocturno “La Bartola”, salieron de lugar pasadas las cuatro horasy ella manejaba el automóvil.
Iban a su casa. Pero en la calle Filomeno Mata estaba una persona, desconocida para ellos, en una camioneta color blanco.
Y desde la unidad le dispararon. Y se subió a una banqueta.
Después la persona se bajó de la camioneta, se acercó y la remató. A corta distancia. Con alevosía, ventaja y premeditación.
El viernes 5 de octubre, otro feminicidio. Ahora en Orizaba.
Una maestra. Jubilada. De unos 80 años de edad.
Fue ejecutada en su casa. En la calle Colón Oriente, entre Sur 13 y 15.
La policía, claro, investiga.
Pero mientras, la sangre femenina corre de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
DOS. “La muerte (de mujeres) tiene permiso”
Se ha llegado a una sicosis. “La muerte tiene permiso” en la tierra jarocha, pero ahora, con mayor incidencia en contra de las mujeres.
Por lo pronto, los Colectivos y Solecitos, las académicas y sus ongs y el gobierno de Veracruz difieren sobre el feminicidio y hasta se conflictúan, digamos, para evitar que la pesadilla se vuelva una política de seguridad pública y de procuración de justicia.
En otro tiempo, el sicólogo Jaime Téllez Marié dijo que el asesinato de mujeres se debía a la violencia intrafamiliar, pero son tantas que, caray, resulta insólito aceptar la versión.
La ONG de la maestra Estela Casados, por ejemplo, dijo que en Veracruz han asesinado a ciento diecisiete mujeres en tanto ciento veinticinco están desaparecidas.
Y claro, se estremece la población femenina, pero también la masculina, porque forman parte de la vida misma.
Nunca cuando Enrique Peña Nieto gobernó el estado de México y la entidad federativa ocupó el primer lugar nacional en feminicidios se ocupó del asunto.
Tampoco se ocuparon ni preocuparon del feminicidio los presidentes del PAN, Vicente Fox y Felipe Calderón cuando en su tiempo, Ciudad Juárez, Chihuahua, se volvió la ciudad más violenta del mundo para las mujeres.
Tanto que varias películas fueron filmadas, una de ellas con Jennifer López como reportera y Antonio Banderas como director de un periódico que cronicaba la ejecución de mujeres, además de que las protegía… hasta donde era posible.
TRES. Feminicidio, simple estadística
En todo caso, grave cuando el crimen de mujeres se va reduciendo a una estadística, pues cada vida humana es invaluable.
Por eso, tanta responsabilidad hay en la secretaría de Seguridad Pública, encargada de garantizar la vida y los bienes de acuerdo con la máxima del Estado Derecho, como en la Fiscalía, responsable de procurar la justicia.
Ni lo uno ni lo otro.
Cada vez, más mujeres ejecutadas, y cada vez mayor impunidad.
Lo peor del asunto es que cada crimen hace olvidar el anterior y el anterior y el anterior y el velo de la impunidad se multiplica.
Y a mayor impunidad más crímenes dice el politólogo Ramón Benítez.
Está claro, entonces, que la estrategia de seguridad en Veracruz ha fracasado con todo y que cada ocho días hay juntas cumbres para…, y el boletín festina que la inseguridad va en caída libre.
El principio de Peter ha rebasado a las autoridades.
Y aun cuando en otras ocasiones el reparto de culpas ha salpicado a la Federación, la realidad es que todos son corresponsables.
Los hogares se están enlutando y los panteones llenándose de cruces femeninas.
CUATRO. Hijos huérfanos
Atrás de una mujer ejecutada quedan varias tragedias.
Uno, esposos viudos. Dos, hijos huérfanos. Tres, padres mayores abandonados.
Cuatro, la desintegración familiar, pues en el mejor de los casos el padre cuidará a los hijos, pero siempre faltará la madre.
Y si el padre vuelve a casarse, entonces, el peor riesgo del mundo.
Es una tragedia social multiplicada
Agustín Acosta Lagunes, 1980/1986, resolvía los crímenes con la siguiente frase bíblica:
“La violencia es inevitable y ni modo”.
Bien pudiera ser adoptada por la yunicidad…