Luis Velázquez Escenarios
18 de mayo de 2019
UNO. Cementerio flotante
Un cadáver flotando en el río, el arroyo, la laguna, es el acto y el hecho más solitario del mundo. Nada como un cuerpo sin vida flotando en las aguas fluviales crea y recrea “la peor sensación de soledad” como dice John Steinbeck en su libro de crónicas, “Hubo una vez una guerra”.
Es la soledad que hace 26 años y medio han sentido y soñado después miles de habitantes de Veracruz cuando a la orilla del río han visto un montón de cadáveres arrastrados por las corrientes.
De hecho, los ríos, los arroyos y las lagunas, convertidas en el cementerio flotante de los carteles, de igual forma como también fueron integrando su lista de fosas clandestinas, a partir, digamos, del sexenio ininterrumpido, inconcluso, de Javier Duarte, el priista expulsado del partido tricolor por órdenes de Enrique Peña Nieto.
Peor, sin embargo, el destino de los cadáveres:
Luego de flotar días y noches aguas abajo, arrastrado por la corriente, el cadáver es levantado y llevado al Instituto de Forense en calidad de desconocido.
Y la soledad se vuelve más brutal, cruel y despiadada.
Y cuando los familiares llegan buscando si el cadáver es de un pariente, las horas más sórdidas y siniestras, primero, la angustia de la espera, y luego, si es, y después, si pertenece a otra persona.
En la era Cuitláhuac, han asesinado a muchos niños (34) y mujeres (cien) y hombres (800hacia el día número 165), pero de todos los casos, la soledad más atroz con los cadáveres solitarios flotando en los ríos.
DOS. Niños y zopilotes en acecho
Un cadáver flotando en el río es como la soledad de un hombre encarcelado en una prisión fría en la madrugada.
El corazón, claro, se oprime. Y más, cuando como en muchos casos de Veracruz, han sido niños jugando a la orilla del río quienes los han descubierto y mirado primero que todos.
Y más, cuando los niños voltean alrededor y el cuerpo sigue flotando y ninguna persona cercana miran en el río también solitario.
Ni siquiera, vaya, un perrito ladrando apenas olfateara el sonido profundo de la muerte.
Y más, si los zopilotes vuelan en el cielo en círculo listos para el ataque sorpresivo.
Y más, con estos calores extenuantes en que hasta las ramas de los árboles están quietas, tiradas de panza al sol.
Nunca el corazón humano se siente tan solo y tan acobardado “con el ir y venir del agua manejando el cadáver a su antojo” (Steinbeck).
TRES. Parte del paisaje
Con tantos asesinatos en Veracruz la fe y la esperanza social en que la tranquilidad y la paz vuelvan significan una intrepidez, una locura, que ni una persona con problemas con el tinaco mental pudiera concebir.
Menos ha de pensarse que los cadáveres flotando en los ríos, arroyos y lagunas disminuirían, porque lo más fácil del mundo es matar a una persona en un municipio y arrojarla a los ríos en otro y que la corriente se encargue del resto.
Incluso, nadie dudaría de que con tantos cadáveres flotando los niños los miran como parte del paisaje en los días y noches desventuradas que vivimos y padecemos.
El gobierno de Veracruz sueña con el fin de la guerra. Pero los carteles quieren seguir conservando sus grandes negocios (tráfico de droga, huachicoleo, cobro de piso, secuestros, extorsiones, prostitución, trata de blancas, migrantes, etcétera), y ni modo de renunciar así nomás, digamos, en nombre de la república amorosa.
Todos hablan de las fosas clandestinas. Pero los cadáveres flotando en los ríos se antojan una estadística igual o mayor.