Pekín y Washington extienden sus tensiones en los ámbitos político, económico y militar.
Los últimos roces entre estadounidenses y chinos en el mar de la China Meridional son una muestra más de la rivalidad política y económica entre ambas partes y dan la impresión de que Pekín ha arrebatado a Moscú Rusia el estatus de máximo villano para Washington.
El pasado 1 de octubre, el buque estadounidense USS Decatur casi colisionó con un destructor chino que lo iba a escoltar, pero las maniobras navales en esa zona disputada solo son uno de los elementos de la gran rivalidad entre estados Unidos y China.
En el frente económico, el Gobierno de Donald Trump ha aplicado aranceles a productos chinos por valor de 260.000 millones de dólares y amenaza con sancionar prácticamente todas las exportaciones de China a EE.UU.
Además, la semana pasada el mandatario estadounidense dirigió nuevas acusaciones de intromisión política ante el Consejo de Seguridad de la ONU, cuando declaró que Pekín trata de “interferir en nuestras próximas elecciones de 2018” y ataca a su Ejecutivo porque es “el primer presidente” de EE.UU. en “desafiar a China en el ámbito comercial”.
Sin embargo, el inquilino de la Casa Blanca no es el único miembro de su Administración que señala a Pekín con acusaciones que, en le pasado, solo dedicaba a Moscú. El director de Inteligencia de EE.UU., Dan Coats, afirmó el mes pasado que China “trata de aprovechar cualquier división entre los niveles políticos federal y local y usa inversiones y otros incentivos para expandir su influencia“.
Con todas estas tensiones económicas, políticas y militares en su máximo histórico, ¿es China el nuevo ‘terrible enemigo’ de EE.UU.?
¿Nueva amenaza número 1?
Esta preocupación de Washington por Pekín se exacerbó en enero, cuando el Pentágono dio a conocer una nueva “estrategia de defensa nacional” y calificó a China y Rusia como las dos mayores amenazas para los intereses de EE.UU. Esa designación marcó un cambio profundo en la política de defensa estadounidense, que se había centrado en combatir el terrorismo durante más de una década.
Ya en julio de 2017, el entonces director de la CIA, Mike Pompeo, declaró que Pekín representa la mayor amenaza para su país y señaló que los chinos “se ven a sí mismos como una superpotencia rival” y estiman que su misión es “reducir el poder relativo de EE.UU. respecto a su propio país”.
Brian Becker, coordinador de la coalición pacifista Actúa Ahora para Detener la Guerra y Acabar con el Racismo (ANSWER, por sus siglas en inglés), afirmó a RT en Inglés que la reorientación del poder estadounidense para contener las ambiciones económicas chinas cuenta con un amplio apoyo bipartidista y se origina en la política del ‘giro hacia Asia’ que estableció el Gobierno del expresidente de EE.UU., Barack Obama.
Esa idea “suponía no seguir tan estancado en Oriente Medio con guerras que, en efecto, no logran mucho” para centrarse en “el ascenso pacífico de China, que amenaza la hegemonía de EE.UU.”. Se trata de “una postura de consenso”, debido a que tanto la élite liberal como las facciones conservadoras “estiman que hay que detener” al gigante asiático, declaró ese activista.
Aunque los demócratas y republicanos de EE.UU. comparten el mismo objetivo, sus tácticas son diferentes. Becker recordó que Obama quiso utilizar el Acuerdo Transpacífico (TPP) para impedir que China estableciera las reglas comerciales, mientras que Trump ha adoptado un enfoque más directo y emplea los poderes militar, económico y político para imponer su voluntad a aquellos que desafían los dictados de Washington.
Andrew Leung, comentarista político internacional que vive en Hong Kong (China), destacó que “China se ha convertido en la mayor amenaza para la dominación de EE.UU.” por su “poder integral”, cuyo respaldo es ser “la segunda economía más grande del mundo”.
Necesita un adversario
Considerar a China como amenaza política, económica y militar es “una parte integrante” de una estrategia más amplia de EE.UU. para mantener “cierto nivel de dominación mundial”, valoró Michael Maloof, un antiguo integrantes del Pentágono, quien subrayó que el ‘giro hacia Asia’ sirve para satisfacer una necesidad interna inmediata: la creación de empleo a través de “más producción y venta de armas”.
Las acusaciones sin pruebas de Donald Trump ante la ONU también parece que cumplen una función interna necesaria, ya que gran parte de su electorado se ha visto gravemente afectado por los aranceles chinos de represalia a productos estadounidenses —la soja, en particular—, con lo cual ese mandatario desearía satisfacer a los agricultores del Medio Oeste que le apoyan.
Ahora que Pekín ha adquirido ese papel de ‘intervencionista malvado’, ¿podría aliarse Washington con Moscú para sumar fuerzas? Leung estima que se trataría de “una ilusión”, ya que Rusia y China tienen “muchos más intereses comunes” y EE.UU. “puede pasar de amigo a enemigo en un abrir y cerrar de ojos, especialmente con Trump”.
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