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Cien años de Juan Rulfo; El escritor más implacable

Staff El Piñero

Luis Velázquez

 

EMBARCADERO: Se cumplirán cien años del natalicio del escritor Juan Rulfo… Los únicos dos libros que publicara, “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”, fueron suficientes para ganar la gloria y la inmortalidad… Y es que Rulfo, igual que Penélope que de día tejía y de noche destejía esperando a Ulises, el escritor jalisciense era terrible y ferozmente exigente, de tal forma que de día escribía sus novelas y cuentos y de noche, como el artista inconforme, los rompía y tiraba al fuego para que ningún rastro quedara, buscando siempre la perfección… Unos días después de que Gabriel García Márquez llegara a la Ciudad de México procedente de París, casado con Mercedes y con su hijo mayor de brazos y sólo con veinte dólares en la bolsa, su paisano Alvarado Mutis le llevó la novela “Pedro Páramo” con una frase célebre, la siguiente. “Para que aprendas a escribir”… Esa noche, el Gabito se la pasó en vela leyendo y releyendo a “Pedro Páramo” y hacia el amanecer ya estaba recreando “Cien años de soledad”, porque descubrió que en realidad eran los mismos temas, la misma identidad, la misma forma de ser que en Colombia… “El gallito de oro”, el cuento escrito por Rulfo llevado a la pantalla con Ignacio López Tarso, Narciso Busquet y “La caponera”, fue escrito como guión cinematográfico por García Márquez y Carlos Fuentes… Por eso ahora cuando se celebrarán los cien años del nacimiento de Rulfo, quizá una, entre tantas otras, de su enseñanza literaria (que nunca fue el propósito) es la exigencia que cada escritor, cada reportero, cada artista, ha de tener consigo mismo para crear y recrear, pues sus biógrafos están seguros de que Rulfo destrozó y quemó más, mucho más cuentos y novelas del par publicado…

 

ROMPEOLAS: Juan Rulfo trabajó en la Comisión del Papaloapan en Ciudad Alemán, Veracruz, ya desaparecida, y que operaba con programas sociales de la entonces secretaría de Recursos Hidráulicos en los estados de Veracruz, Oaxaca y Puebla, colindantes entre sí… Laboró en la oficina de prensa y en donde, además, era fotógrafo… Por eso, cientos de fotografías también integran su herencia cultural… Una disciplina (“Disciplina es el nombre de la creación” decía Alfonso Reyes, “sin disciplina un reportero está perdido” decía don Julio Scherer García, “el talento literario es 90 por ciento disciplina y diez por inspiración” decía Ernest Hemingway), una disciplina, pues, de Rulfo como fotógrafo que lo llevara a retratar el país de norte a sur y de este a oeste cuando lo anduvo caminando como vendedor de llantas, y lo insólito, y como siempre, a comisión…Si vendía ganaba… Una noche en la Ciudad de México, García Márquez y Rulfo coincidieron… En un rincón de aquel departamento donde era la fiesta de escritores, artistas e intelectuales, Rulfo estaba escondido, lejos del mundanal ruido… Entonces, el Gabo, nacido bajo el signo zodiacal de Piscis, lo miró y se le acercó… Y se presentó… Al ratito, los dos se salieron de la fiesta y se fueron a un café a platicar… Los dos, entonces, eran unos desconocidos en su talento literario, “almas gemelas”, como dice el de junto, que se hallan… Y/o como decía Julio Scherer que “los amigos son piedras rodando en la ladera y que se encuentran y desencuentran”… Y es que Rulfo era un hombre solitario, que vivía para adentro de sí mismo, lejano, aislado, casi casi rayando en la timidez… Y por eso mismo, con una grandeza espiritual fuera de serie…

 

ASTILLEROS: Alguien por ahí dice que en la vida “no hay hombre sin hombre” describiendo así que todos tenemos un padrino, un gurú, un profesor que nos guía y lleva, si es que, claro, cada uno lo permite… En una novela, por ejemplo, Carlos Fuentes metió a un general en una página y en el resto de las páginas lo olvidé y dejó al garete… García Márquez lo detectó y de pronto aquel general resucitó en una de sus novelas… En “Pedro Páramo”, Juan Rulfo habla de un personaje a quien apodaban “El provocador”, porque siempre llenaba de sueños a las mujeres a quienes seducía y encantaba, a tal grado que “les sorbía los sesos” y las dejaba turolatas de tanta pasión revolcada y que más bien merecía otro apodo, digamos, “El enredador”, o como le llaman en Cantarranas, “El labioso”… En contraste, García Márquez tiene en sus novelas a una mujer que “se alquilaba para soñar”, de tal manera que era su forma de vivir y trabajar, pues llegó un momento en que empezó a cobrar… El Gabo cuenta que en Praga conoció a una mujer así y que por cierto era colombiana… Pero al mismo tiempo, nadie dudaría de que la imagen de “El provocador” de Rulfo se le quedó tan grabado que bien pudo resucitar en una mujer en un cuento del Gabo, y más luego de que Kafka convirtiera a Gregorio Samsa en un insecto “una mañana al despertar”… Ojalá y el lector pudiera leer y releer a Juan Rulfo, entre otras cositas, por la sabrosa, sabrosísima y cachonda prosa alucinante y que sólo reproduce el lenguaje popular hablado entre los indígenas y campesinos…

 

 

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