Luis Velázquez/ Escenarios
31 de enero de 2018
UNO. Complot contra un alcalde
De un pantano que ha sido, Coatzacoalcos ha mudado al infierno. Del paraíso petrolero del sur de México, a un infierno paradisiaco. El primer lugar jarocho en el río de sangre y en el valle de la muerte. El municipio más violento de norte a sur y de este a oeste de Veracruz. Y por añadidura, el peor infierno para los alcaldes. Uno de ellos, el de MORENA, Víctor Carranza Rosaldo.
En menos de un mes, “el infierno tan temido”, mejor dicho, tan anunciado antes, mucho antes de que AMLO ganara la alcaldía, tiempo desde cuando los carteles y cartelitos disputan la jugosa plaza local.
Antes, incluso, de que Rocío Nahle, su diputada federal, brincara al carril nacional.
Antes, mucho antes, de que Amado Cruz Malpica entrara al Congreso.
Antes, mucho antes, de que tres morenistas, como son Sebastián Reyes, Eva Felícitas Cadena y Míriam Judith González Sheridan, ganaran la curul local vía el proceso democrático de “La tómbola” y migraran a otros partidos, de preferencia, el PAN.
En menos de un mes, el alcalde Víctor Carranza ha vivido “de todo y sin medida”.
Entre otras vivencias y experiencias, el secuestro exprés de su director de Ingresos, él mismito encargado de la operación y bares y cantinas, uno de los negocios de los malandros, y que ahora el gobernador Yunes sostiene que nunca existió el plagio, sino el señor andaba de parranda, de bar en bar, acompañado de mujeres prohibidas.
Con todo, el alcalde gritó a voz en cuello que “me quieren desestabilizar”, digamos, como cuando Gustavo Díaz Ordaz en los juegos olímpicos del 68 denunciara un complot internacional en su contra.
DOS. Ediles en Estado de Guerra
Dueños del día y de la noche, horas después de que en el Fidelato, Ceferino Tejeda Uscanga tomara posesión como director de Prevención y Readaptación Social, los malosos le llamaron.
“Danos tu número de cuenta para depositarte el dinerito mensual”, le dijeron.
Y en los días siguientes, de plano, renunció.
En el duartazgo, una medianoche cuando supervisaba una obra pública en calle de Poza Rica, el alcalde Alfredo Gándara Andrade vio caminar a lo lejos un bulto que luego fue una persona y después se le acercara y le dijera:
“Soy el jefe narco de la plaza. Y aquí estoy para ponernos de acuerdo”.
Ahora, el alcalde de Coatzacoalcos y de AMLO, resume lo que llama “la guerra sucia” en su contra:
A: Varios ediles fueron amenazados… para condicionar el trabajo público.
B: En algunas colonias proletarias se multiplica el vandalismo, especie de terror social.
C: El director de Ingresos que fue secuestrado ya de plano renunció y buscan con la lámpara de Diógenes a un valiente que enfrente la responsabilidad.
D: Ediles y funcionarios de alto nivel tienen escoltas, digamos, como medida de precaución.
E: La secretaría de Marina activó el protocolo de seguridad.
F: Habrían interpuesto denuncia penal en la Procuraduría General de la República por la intimidación y las amenazas de los carteles, pues ninguna confianza tienen a la Fiscalía de Jorge Wínckler (La Jornada, Sayda Chiñas).
En resumen, hay una conspiración de los enemigos y adversarios, quizá militando en el PRI y PAN para desestabilizar a los ediles de AMLO.
TRES. “La manzana de la discordia”
Estamos en un proceso electoral en donde se disputan las diputaciones locales y federales, las senadurías, la gubernatura y la presidencia de la república, y en donde el síndrome del mal es la guerra tribal y brutal de todos contra todos.
Líderes partidistas y candidatos están seguros de que descalificando a los otros ganarán más y más la simpatía ciudadana para tachar su nombre en las boletas.
Y de postre, hay políticos como el alcalde de Coatzacoalcos mirando moros con tranchete.
Incluso, el coordinador de la bancada de MORENA en la LXIV Legislatura, Amado Cruz Malpica (a quien se le han ido tres diputados) habla, el pobrecito, de un golpeteo político en contra de los ediles de Coatzacoalcos y Xalapa por razones electorales, dice.
Ajá.
Pero ni los nueve descuartizados ni los dos ejecutados en el bar “La bartola” en Xalapa ni el secuestro exprés del ex director de Ingresos de Coatzacoalcos se encartan en la guerra comicial.
Simple y llanamente, los malos siguen peleando por el reparto geográfico de Veracruz.
Y más, mucho más en Coatza, dada la potencialidad económica y social.
Además, la puerta de entrada de la gran autopista del sur a norte del país.
Además, Coatzacoalcos como puerto marítimo por donde, igual que en Veracruz y Tuxpan, pueden recibir cargamentos de droga extranjera.
Además, de las pistas clandestinas para traficar droga.
Además, el negocio de los migrantes de América Central, provenientes de Guatemala, Honduras, Salvador y Nicaragua.
CUATRO. Arrodillar a los políticos
Está claro que los malosos han filtrado a las corporaciones policiacas y a los políticos.
Y el crecimiento de los malosos está fuera de control.
En el duartazgo, un cuarteto de carteles operaban en Veracruz.
Ahora, en la yunicidad son siete de acuerdo con Seguridad Nacional.
Y si antes tenían canonjías y privilegios, nadie los quiere perder.
En otros tiempos, los malandros han sometido a los presidentes municipales, entre otros niveles de gobierno.
Y en el caso de Coatzacoalcos, está fuera de duda que los grupos buscan someter a la nueva autoridad.
Y el alcalde y los suyos han de cuidarse, porque en los días que corren varios ediles han sido asesinados, entre ellos, el alcalde electo de Hidalgotitlán, el alcalde en funciones de Ixhuatlán de Madero con su esposa y tres auxiliares, el alcalde de Tenampa y el ex síndico de Ixtaczoquitlán, asesinado de veinte puñaladas, además de los ediles de Tlacojalpan (Marisol Mora) y Ciudad Isla (Nahúm Tress y su hijo Óscar) ejecutados en el duartazgo.
Nada de golpeteos políticos, entonces. Los malandros buscan arrodillar a los políticos.