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Colosio: un magnicidio lapidado con impunidad; su pensamiento, más vigente que nunca

El Piñero

José Murat*

México.- El deleznable crimen contra Luis Donaldo Colosio, el 23 de marzo de 1994, fue un punto de inflexión en la historia de México. Luto personal inmenso para su familia, tragedia colectiva de millones de mexicanos, más allá del perímetro del partido en que orgullosamente siempre militó y por cuatro años presidió. Pero también fue el doloroso tránsito hacia una nueva etapa en la vida del país, de apertura y demolición paulatina del sistema autoritario y verticalista de siglos, del tlatoani prehispánico al presidencialismo metaconstitucional.

Colosio, destacado político, pero antes hombre íntegro, representó a una generación que ya en la década de los 90 comenzó a cuestionar severamente el statu quo y a impulsar un cambio desde los cimientos. Un hombre, como él mismo expresó, emanado de la cultura del esfuerzo y no del privilegio, que apreciaba por eso lo mucho que cuesta a los mexicanos subir cada peldaño cuando luchan, por la vía del trabajo, la educación y el esfuerzo emprendedor al frente de sus proyectos, por mejorar su calidad de vida y la de su familia.

Con aquel inefable acontecimiento que sacudió e indignó a la nación, en aquella infausta tarde de marzo, hace ya 25 años, perdimos los militantes de un partido y per-dimos todos los mexicanos. Perdimos al hombre de ideas y de acción que se había planteado reformar los usos de la política y las fórmulas legales para modernizar al país.

El crimen no hizo más que acrecentar la figura y el pensamiento de un hombre de convicciones y de ideales, siempre mirando al futuro. Fue el primero en exigir democracia en el interior de su partido y equidad en la contienda, con reglas claras y árbitro autónomo, frente a otras fuerzas políticas. Su ideario y su injusta partida impactaron dentro de una organización y en todo el sistema de partidos, como hoy lo reconocen desde distintos flancos ideológicos.

Para su familia y para el país se trató, hay que decirlo con todas sus letras, de una doble tragedia: el magnicidio mismo y la falta de claridad en un proceso jurisdiccional con más dudas que certezas, impunidad y encubrimiento en la lectura de la inmensa mayoría de mexicanos. La tesis oficial jamás fue aceptada por la opinión pública, ya no digamos por los peritos en la materia. Fue una oscura investigación que no convenció a nadie.

Pero el ideario de Colosio está aquí y ahora entre nosotros, más vigente que nunca. En el interior del PRI, cómo no tener presentes los acuerdos emanados de la XIV Asamblea Nacional de partido, realizada bajo su liderazgo en septiembre de 1990, especialmente la reforma de los estatutos para reivindicar el valor de la militancia como criterio para acceder a cargos directivos y a puestos de elección popular: En lo que se refiere a la elección de dirigentes del partido, los aspirantes deben haber ocupado el cargo directivo inmediato inferior o haber ocupado uno de elección popular.

Ese imperativo de devolver el sentido capital a la militancia, hoy una condición para la sobrevivencia y el reposicionamiento del partido, fue retomado por el resolutivo del consejo político nacional, este 27 de febrero, de que la elección de la nueva dirigencia nacional, para el periodo 2019-2023, sea por voto directo de la militancia horizontal del partido. Un mandato que la propia militancia territorial y sectorial exige, en todos los puntos cardinales, que se honre a cabalidad, que se haga efectivo en los hechos.

Hacia el exterior, el pensamiento de Colosio está presente en la denuncia de un país de desigualdades sociales abismales y agudos desequilibrios regionales, un México con más de 50 millones de pobres, 53.4 según las cifras oficiales del Coneval, en su último informe, marzo de 2018. Una realidad que hoy se combate con una intensiva política social, pero cuya eficacia todavía no puede evaluarse.

El país, no sólo su partido, perdió al político inconforme, insatisfecho con lo que la mirada y la conciencia le revelaban, un México de contrastes lacerantes:

Veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por el abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.

También su llamado a reformar el poder público, para ponerlo al servicio del real soberano, el ciudadano: Proponemos la reforma del poder para que exista una nueva relación entre el ciudadano y el Estado. Hoy, ante el priísmo de México, ante los mexicanos, expreso mi compromiso de reformar el poder para democratizarlo y para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo.

En economía marcaba distancia del neoliberalismo al plantear: “El nuevo crecimiento económico tiene que ser distribuido con mayor equidad, con empleos crecientes, con ingresos suficientes… la economía, más allá de las metas técnicas, tiene que estar al servicio de los mexicanos.”

Luis Donaldo quería, en suma, reformar el partido, reformar el poder y reformar a México. Quería un cambio con rumbo, un cambio con coordenadas claras, un cambio con certidumbre. Un cambio con responsabilidad, de servicio a la sociedad de hoy y a las generaciones futuras. Un cambio estructural, con rumbo y contenido.

Por eso, hoy el mejor homenaje a Colosio es emular su ejemplo de integridad personal, lucha por la justicia social, por la reivindicación de la militancia y por la democratización del poder para poner en primer lugar al ciudadano.

* Presidente de la Fundación Colosio.

https://jornada.com.mx/2019/03/23/opinion/010a1pol

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