POR: Sanjuana Martínez
Lo único que podemos hacer por ti es pagarte la terapia psicológica, le dijo Jaime Federico Porras Fernández, secretario de la Compañía de Jesús en México y directivo de la Universidad Iberoamericana, a Ricardo Legarda Vázquez, alumno de esa institución y víctima de violación sistemática por el sacerdote y maestro Juan José Esquivias López.
Su historia de dolor empieza a los 13 años, cuando cursaba el segundo año de secundaria en una escuela pública y fue invitado por el sacerdote jesuita a ayudar en las misas como monaguillo en el templo de Nuestra Señora de Guadalupe, en la colonia Villa Nueva, en la ciudad de Chihuahua.
Hijo de una trabajadora de maquiladora y de un obrero, Ricardo se sintió afortunado porque días después fue nombrado coordinador de servidores del altar por Esquivias López, quien además era el director del Centro Comunitario Loyola y de la Casa de la Cultura en Villa Vieja: Te doy el puesto porque tú eres un niño muy diferente a los demás, eres alto y blanco con facciones finas y eso resalta en el altar entre todos los niños morenos y bajitos.
Era el 7 de agosto de 2000 cuando me invitó al cine que está en Ortiz Mena y Mirador. Al iniciar la película comenzó a tocarme la pierna y agarró mi mano para ponerla sobre su pene. Él ya se había bajado el cierre y lo tenía de fuera, con su mano me instruyó a masturbarlo mientras tocaba mis genitales, cuenta Ricardo en entrevista con La Jornada.
Para su sorpresa, al salir del cine el sacerdote lo regañó de manera enérgica: No vuelvas a hacerme eso, soy sacerdote y es pecado. Yo sólo me deje llevar por ti.
Abusos sistemáticos
Una semana después, en su oficina del centro Loyola, el abuso se repitió: “Dijo que me iba a enseñar a usar la computadora: De pronto sacó su pene y me obligó a hacerle sexo oral hasta eyacular en mi boca. Esto se repitió constantemente, tanto en su oficina de parroquia como en el centro Loyola y en su casa, dice Ricardo.
Añade: Faltaban dos semanas para que cumpliera 14 años, cuando en su habitación me violó de manera violenta. Introdujo su pene en mi ano hasta que eyaculó. Fue muy doloroso y horrible porque empecé a sangrar, un sangrado que duró varios días. Yo me sentía muy asustado porque a pesar de sangrar él seguía penetrándome los siguientes días. A partir de entonces, las violaciones se repitieron cinco o seis veces por semana, hasta el año 2002, cuando la Compañía de Jesús lo nombró vicerrector de la Universidad Iberoamericana de Torreón.
Continuaron los abusos en aquella ciudad. Lo llevaba de viaje a Ciudad de México, Guadalajara, Puerto Vallarta o Michoacán. Ricardo intentó suicidarse. La última vez que lo violó fue en el Colegio Ibero de Tijuana, en diciembre de 2010.
Las depresiones lo llevaron a buscar ayuda y empezó la terapia. Finalmente, el 12 de agosto de 2015 rompió su silencio y decidió escribir una carta a Francisco Magaña Aviña, Provincial de los Jesuitas en México, para denunciar los abusos sexuales continuados cometidos por el padre Esquivias en la parroquia de San Francisco Javier en Chihuahua, Universidad Iberoamericana en Torreón y el Colegio Ibero de Tijuana.
Los jesuitas le piden por caridad cristiana discreción para que nadie se entere del caso y solamente cambiaron de sede al sacerdote, para después negociar su renuncia. Afirma que posteriormente, como represalia, la Universidad Iberoamericana, donde estudiaba, le condicionó la beca que recibía para que no hablara.
Finalmente, en junio de 2017, Ricardo decide denunciar penalmente los hechos ante la Fiscalía General del Estado de Chihuahua bajo el caso número 19-2017-0016053, misma que fue desechada bajo el argumento de prescripción de los delitos, por lo que el pasado 15 de julio la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) abrió el expediente 61580/2018 para investigar lo sucedido.
Ricardo insistió y el pasado 8 de agosto volvió a presentar la denuncia penal acogido a la imprescriptibilidad de este tipo de delitos de pederastia clerical. El caso 19-2018-0019323, es investigado actualmente por la agente del Ministerio Público de la Unidad Especial Contra la Libertad y Seguridad Sexual, contra la Familia, de la Fiscalía General del Estado de Chihuahua.
Doce víctimas más
El sacerdote jesuita fue ubicado en Guadalajara, donde dirige la asociación Decide Vivir México, AC, vinculada con fondos y convenios con el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (Iteso), institución educativa de la Compañía de Jesús en México.
Yo no recupero estos años de mi vida, pero mi experiencia puede servir para que los abusos no se sigan repitiendo, para salvar a más menores del abuso de este sacerdote que tal vez no pueden denunciarlo porque tienen miedo, dice emocionado Ricardo. Y exige justicia y reparación: Quiero que dejen de proteger a este hombre, que termine la impunidad. No pido dinero, sólo quiero justicia. Nunca me esperé esa respuesta de los jesuitas. Ellos supuestamente luchan por los derechos humanos, dirigen el Centro Miguel Agustín Pro Juárez, pero prefirieron callar y proteger al agresor. Los jesuitas critican a los Legionarios de Cristo, pero son iguales o peores.
Explica que ya han encontrado 12 víctimas más de Esquivias, ubicadas en los distintos lugares donde ha trabajado para la Compañía de Jesús: “Entiendo que será un proceso largo para estas víctimas. A mí me costó 17 años, aún en este momento sigo peleando en mi interior para sanar y construir mi vida, para dignificarme. Lo primero es que ellos reconozcan que no son culpables de lo que les pasó. Se trata de un sacerdote que abusó de su inocencia, que los violó, que creó un escenario. Por eso invito a más víctimas a denunciar. Si nos callamos y nos lo llevamos a la tumba esto va a seguir igual. Hay que alzar la voz para que no se vuelva a repetir.
Lamentablemente los papás de manera ingenua confían en sacerdotes. Es alarmante el aumento de casos. Es un cáncer: una patología. No sé quién está peor, quien protege a los sacerdotes pederastas o quien hace el delito. Es lo más inhumano.
PUBLICADO EN: http://www.jornada.com.mx/2018/08/19/politica/011n1pol