Editorial | Piñadero
Tuxtepec, Oaxaca. – Mientras Tuxtepec se convulsiona al son de la violencia traducida en asaltos, robos, desapariciones y el acelerado quiebre de comercios, el edil Irineo Molina enfrenta, además, una abierta y declarada guerra política por la disputa del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Prueba de lo anterior es la exacerbada campaña de quienes –desde el anonimato– mantienen contra el munícipe a quien rafaguean con la insistente publicación de fotografías íntimas, privadas, de una época en la que, siendo presidente de Chiltepec, dio rienda suelta a su vida pero que, en tiempos de sagrada purificación, corrigió.
Son fotos en las que, rodeado de refrescos y whisky, se acompaña de una dama que en la actualidad —casualmente– también abraza su proyecto político pero que, al fin de cuentas, son tema del pasado que lo persiguen en medio de una ácida situación política y social.
En redes sociales, sus adversarios construyen una narrativa empecinada en abrir viejas heridas y sin pruebas colocan versiones de propiedades, lujos y romances, algo que el edil ha sabido esquivar, pero no la vista del pueblo que gobierna y que hoy le reclama los compromisos prometidos.
Y no hay que voltear más allá de MORENA para conocer a los enemigos de Irineo, algunos que buscan sucederlo argumentando su ceñida relación con el PRI y el “fuego amigo” que ha mantenido contra el gobernador electo Salomón Jara. Además, del evidente nepotismo al interior de su gobierno y la presunta entrega de la obra pública a constructores consentidos.
Es, pues, un escenario innegable que busca el tropiezo, la distracción y el desgobierno del hombre que anhela, al igual que el extinto Fernando Dávila, tres años más.