Luis Velázquez
Veracruz.-20 de junio de 2017
Uno. La utopía priista
A “los 70 y más”, Ricardo Olivares Pineda, uno de los políticos más poderosos en el sexenio de Rafael Murillo Vidal, 1968/1974, al lado del inmensamente poderoso, Manuel Carbonell de la Hoz, sueña con un mundo color de rosa.
Con otros contemporáneos (Eduardo Thoame, Abel Cuéllar, Arturo Nájera, Joel Hurtado Ramón, Manuel Ramos Gurrión (maestro de Ética de Rafael Arias) y Marcos López Mora (mil años entre los dos)), el maestro jubilado de la UV sueña con el mismo PRI de Carlos Alberto Madrazo y Luis Donaldo Colosio, para entrar a una nueva vida… a partir, digamos, de la consulta a la base.
Así, sueñan con una especie de plebiscito desde los comité seccionales hasta los comités municipales y desde luego, la militancia desbordante para el cambio del presidente del CDE del PRI, Renato Alarcón, quien el 4 de junio perdiera más alcaldías que Miguel Ángel Yunes Linares en 1997 como dirigente tricolor.
Ellos, como si fueran candidatos derrotados a la sociedad de alumnos, han integrado una cosita esotérica llamada “Corriente Crítica del PRI”, que de tantas y tantas que se han formado en la historia del partidazo solo una sobrevivió, la formada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, y que mudara en el PRD, convertido, y por desgracia, en un cascarón en Veracruz.
Bajo tal utopía, pretenden ahora (tres derrotas consecutivas del tricolor) recuperar primero al partido y luego, como segundo paso, recuperar, digamos, a Veracruz, dicen ellos.
Nunca antes en la biografía de cada uno ni siquiera, vaya, se aproximaron al poder. Diríamos, mejor dicho, que el único que se ubicó en la antesala fue, en efecto, Ricardo Olivares. Ocurrió en 1974, cuando el presidente Luis Echeverría Álvarez eligió por dedazo a Manuel Carbonell de la Hoz como candidato a gobernador, pero, ni modo, la vida es así de canija y sorpresiva, una declaración mediática de Jesús Reyes Heroles lo descarriló.
Y Olivares Pineda, quien era su secretario particular, también se desplomó, pues se miraba y soñaba, mínimo, secretario General de Gobierno.
Ahora, con “70 y más” en la espalda y en las neuronas, todos ellos han creído que sonó la hora de “alzar la voz”, el tricolor en el peor momento de su historia local.
El mismo día, oh paradoja, la secretaria General del CDE del PRI y diputada local, cacica Regina Vázquez Saut, destapaba al presidente municipal de Xalapa, Américo Zúñiga Martínez, como “la opción muy viable” para la silla de Renato Alarcón.
¿Dedazo, consulta a la base? ¿En qué museos de la historia del terror y el horror exhiben a tales dinosaurios?
Dos. “Golpes de pecho”
Circunstancia insólita: la llamada “Corriente Crítica del PRI” habla del ejercicio del poder, dicen ellos, “con sentido ético y cero tolerancia a la corrupción y a la impunidad”.
También abanderan que a partir del momento (antes, quizá, nunca lo hicieron, y si lo advirtieron, callaron) nunca jamás dedazos, nunca más nepotismo, nunca más herencia familiar del poder político, nunca más acuerdos en lo oscurito.
Y por el contrario, oh soñadores, “igualdad y justicia social para todos los mexicanos”.
¡Aleluya, aleluya, el PRI está a punto de salvarse!
Oh Señor Todopoderoso, en algún lugar todos hemos escuchado los mismos golpes de pecho.
Más, mucho más ganarían, digamos, si ellos se pusieran al frente de los ochocientos mil ancianos que existimos en Veracruz y constituyeran el Partido de los Abuelos, con un peso político fuera de serie para revolucionar las conciencias.
Pero como todos se han proclamado priistas a morir, enfrentan la realidad adversa desde adentro.
¿Será en verdad que los años los han purificado y ahora en verdad, en verdad, en verdad… luchan por democratizar al viejo dinosaurio partidista?
Bueno, luego de recibir las treinta monedas y comprarse un rancho en las goteras de Jerusalén, arrepentido, Judas se colgó de un árbol, aun cuando otros dicen que se tiró a un pozo de agua dado de baja.
Camino a Damasco, Pablo tuvo una revelación y redimió al mismo pueblo que deseaba aniquilar.
Tres. La lámpara de Diógenes
Tal fue la llamada “Declaración de Xalapa”.
Y un día después, el sábado 17, en la Ciudad de México, 89 priistas levantaron la mano de cara a la Asamblea Nacional (a efectuarse en agosto) proclamando la misma tesis, digamos, como si existiera un vaso comunicante con el grupo de Olivares Pineda, que así estaría honrando a su maestro de maestros, Manuel Carbonell, y a su profesor Gustavo Carvajal Moreno.
Por ejemplo, los 89 priistas, encabezados por la diputada federal, ex gobernadora de Yucatán, ex secretaria General del CEN del PRI, Ivonne Ortega, destapada como precandidata presidencial, también exigieron consulta a la base para elegir al candidato a Los Pinos del año entrante.
Mujer bragada, Ivonne Ortega redujo su tesis democratizadora en cuatro palabras lacónicas y contundentes:
“¡Estamos hasta la madre”, dijo, “de seguir perdiendo el prestigio del PRI”.
Y como una rara y extraña coincidencia en este grupo, digamos, democratizador, apareció la Alianza Generacional del senador Héctor Yunes Landa a través de su delfín, Harry Jackson Sosa, quien también proclamó un alto a la sumisión al presidente de la república que ahora se llama Enrique Peña Nieto.
Digamos, entonces, que la tesis de Ivonne Ortega y su grupo de 88 registra vidas paralelas con la Declaración Xalapa de Ricardo Olivares.
Con todo, y luego de “la más grande derrota electoral del PRI en su historia local” (por culpa, claro, del dueto fatídico, Renato Alarcón y Lorena Martínez) ellos abanderan causas perdidas, difíciles y desamparadas, como por ejemplo, premiar los valores morales, los principios, la lealtad, la entrega social y la ética.
Y aun cuando en su declaración, digamos, de principios, alardean que nadie será líder formal, la duda es poner nombre al jurado calificador que dictaminará sobre los valores morales y políticos de que hablan.
Necesitarán, entonces, igual que Diógenes, una lámpara para encontrar al hombre ideal, igual que José Vasconcelos una brújula… para encontrar tal raza cósmica.