Por: Juliana Fregoso
Un pueblo entero se paralizó para acompañar el entierro del pequeño que fue acribillado durante el asalto a su familia en una ruta del llamado “Triángulo rojo” mexicano. Familiares y amigos están indignados con la hipótesis judicial que apunta a un ajuste de cuentas entre traficantes de combustible.
Puebla/Ciudad de México, 4 de mayo (SinEmbargo/Infobae).- Para Santa Catarina Villanueva, comunidad del municipio de Quecholac, el jueves 4 de mayo no fue un día común. La rabia y el dolor del pueblo se unieron durante el sepelio de Elías, un niño de dos años, asesinado a tiros por un comando de ocho hombres mientras su hermana y su madre eran violadas ante los ojos de su padre.
Tres cosas tienen al pueblo enfurecido: la agresión a la familia, la intención de la Fiscalía estatal de involucrar al papá, Hilario Vázquez Pérez con la mafia de huachicoleros (que se dedican al robo y venta de combustible robado); pero también, dicen, el lucro que la prensa ha hecho con el caso.
Los funerales del pequeño Elías paralizaron la actividad del pueblo, la escuela primaria del lugar no abrió sus puertas y las calles estaban vacías. La población fue a dar el último adiós al pequeño que pronto cumpliría 3 años.
Después de la misa, el pequeño féretro blanco recorrió las calles de la comunidad. En su última morada lo esperaban globos blancos, azules, amarillos, otros con la figura de Bob Esponja y flores de todos colores.
Aunque en el Panteón de Santa Catarina sonaba música del tradicional mariachi, la tristeza e indignación era el común denominador en los rostros de los asistentes.
Los abuelos del menor señalaron que el alcalde había contribuido con 2.500 pesos para el sepelio (USD 131) y que un amigo de la familia, Isidro Camarillo, correría con todos los gastos.
“Va a haber más justicia con el que está allá arriba que con los que están aquí en la tierra… a nadie de mi pueblo de mi país le gustaría estar en mis zapatos. Saber que una de sus hijas fue violada”, dijo brevemente uno de los abuelos del pequeño en medio de un ambiente de confusión en el que nadie quería dar su nombre ni ser captado en imágenes o fotografías.
“Los padres están destrozados… estamos indignados, esto no se va a quedar así, queremos que se haga justicia, estamos indignados, aquí todos nos conocemos y sabemos la verdad, pero si no se hace justicia vamos a hacer plantones y lo que sea necesario”, dijo a Infobae Ramiro Ibáñez, tío del menor, uno de los voceros de la familia para el caso.
En un principio se manejó la hipótesis del robo, pero, fuentes de la Fiscalía estatal aseguraron a varios medios de comunicación que el móvil de la investigación era un presunto ajuste de cuentas entre los grupos de huachicoleros de Quecholac y Tláloc, ambos ubicados en el llamado Triángulo Rojo.
La justificación de las fuentes consultadas por los diarios para ligar al padre con estos grupos criminales fue que a él sólo lo habían golpeado y que la camioneta en la que viajaba la familia, una Ford Ranger 1993, es de las que tradicionalmente usa los integrantes de este tipo de grupos.
“Trabajaba en un Home Depot, era un albañil, ponía mosaicos en las casas también, todo eso que dicen no es cierto. Aquí todos nos conocemos y que digan que uno es criminal es hacernos criminales a todos”, replicó Ibarra, quien adelantó que su cuñado está buscando asesoría jurídica.
Los pobladores también se sienten enfurecidos con la prensa “por lucrar” con el caso y por hacer públicos los nombres de las víctimas porque “ya las marcaron”.
“Mi hermana tiene a su marido, pero a mi sobrina ya la marcaron para siempre”, expresó a este medio una tía del menor, quien no quiso revelar su nombre, y mostró una página de un periódico local en el que se mencionaba que a las dos se les practicaban análisis médicos para confirmar si los agresores no las habían contagiado de VIH.
“¿Usted cree que esto es justo?, ¿qué después de que les arruinaron la vida ustedes publiquen estas cosas?”, reclamó.
Durante el sepelio, algunos asistentes tomaban fotografías y videos de los reporteros que se encontraban en el lugar; otros pedían tomar impresiones de las credenciales que los acreditaban en algún medio.
Una patrulla que estaba a la entrada del cementerio también fue retirada del lugar. Mientras se realizaban los funerales del pequeño, pobladores de Palmarito Toachapan, perteneciente a Quecholac, bloquearon la autopista Puebla Orizaba en protesta por los ataques del Ejército en contra de presuntos huachicoleros. En otro punto, Palmar de Bravo, se registraron 10 muertos en un enfrentamiento entre soldados e integrantes de bandas de ladrones de combustible.
“Nosotros aquí ya no nos sentimos seguros. Yo soy madre, mando a mis hijas a la escuela y con todo esto que está pasando, que creen que todos somos criminales, ya tenemos desconfianza”, dijo una habitante del poblado.
EL CRIMEN
Por el feriado del 1° de mayo, la familia Vázquez aprovechó el puente vacacional para visitar en la capital del país al padrino del menor y organizar con él la fiesta para su tercer cumpleaños. El martes en la madrugada, cuando regresaban a su pueblo, fueron asaltados por un comando de ocho hombres en la carretera México-Puebla antes de llegar a la caseta de San Martín Texmelucan.
El asalto se habría realizado cerca de las 2:30 horas cuando hicieron una parada para que el padre llegara al sanitario. Entonces fueron sorprendidos por ocho personas que se trasladaban en dos vehículos: uno tipo puck up rojo y otro de color blanco.
Exigieron a los mayores de edad que entregarán las cosas de valor, pero según las primeras versiones de las autoridades, como se resistieron, dispararon al bebé, después abusaron de las mujeres, más de uno, mientras el resto mantenía sometidos al padre y otro hombre que viajaba con ellos. Luego se llevaron la camioneta.
Los integrantes de la familia tuvieron que caminar más de dos kilómetros descalzos (el papá y la mamá) cargando el cuerpo del niño hasta que llegaron a la caseta.
Hasta ahora no hay pistas de los responsables.