Redacción El Piñero | Misión Especial
Oaxaca, México.- Con temperaturas frías, con temor, incertidumbre y miedo, Reyna relata como una ronda de balazos rompió con su normalidad el pasado 23 de octubre mientras estaba junto a sus hijos en su casa en la comunidad de Guerrero Grande, en la región de la Mixteca y decidió huir antes de que las balas acabaran con ellos.
Caminó entre árboles y cerros cerca de 7 horas para llegar a Mier y Terán y pedir auxilio, ante la emboscada de un grupo armado que a punta de pistola y balazos, sembró miedo en su comunidad, todo porque ellos defienden sus bosques de la muerte segura que le dan taladores clandestinos de la zona.
Desde el INPI de Tlaxiaco, donde encontraron un techo, pero solo eso, porque su conflicto parece invisible a los ojos del gobierno estatal y federal clama ayuda, comida, agua, pide la oportunidad de un futuro para sus hijos.
Detalla con una voz un tanto insegura, que la pelea férrea por el bosque comenzó desde el año 2019, sin embargo, no lo han podido arreglar.
Añade que ellos solo quieren proteger su bosque y su territorio ante los dueños y trabajadores de un aserradero de la zona, lo que ellos desean es tener naturaleza, tener bosque, sin embargo, cada vez hay menos árboles.
A un mes que sobrevive con la solidaridad de algunos civiles, algunos hombres y mujeres comenzaron a trabajar en la zona, no obstante, ella piensa en el futuro no poder regresar porque la amenaza es que van a regresar a matar a todos, pero también sabe que su único patrimonio está ahí, también parte de su identidad oficial de ella y sus hijos porque mientras huía no pudo agarrar sus pertenencias.
Hoy la comunidad de Guerrero Grande está dividida, la mitad se quedó pese a las balas y otra mitad huyó con la misión de pedir auxilio, de que alguien los escuche, pero hasta hoy siguen solos; el ejército, según Reyna, dejó solos a los pueblos de Mier y Terán, Guerrero Grande y Ndoyonoyuji, y el gobierno sigue ausente, sordo y ciego ante la problemática que ahí se sigue sufriendo.