Luis Velázquez Escenarios
14 de febrero de 2018
UNO. Cuatro pesadillas de Yunes
PAN y PRD (también el PRI, pero no les dolió tanto) perdió cuatro presidencias municipales claves. Claves en población electoral. Y claves en el presupuesto.
Coatzacoalcos y Minatitlán en el sur de Veracruz. Poza Rica en el norte. Y Xalapa, la sede de los tres poderes.
Y desde el primero de enero, toma de posesión de los nuevos ediles, parece existir un fuego enemigo en contra del cuarteto de AMLO, considerando que AMLO es todo en MORENA.
A primera vista se diría que genes son genes y vísceras son vísceras en el caso del gobernador Yunes.
Pero al mismo tiempo, reproduce el año 1997, cuando Patricio Chirinos Calero gobernaba Veracruz y perdió 107 alcaldías en una elección, entre ellas, la más importante, Xalapa, ante Rafael Hernández Ochoa candidato del PRD.
Incluso, Villalpando contaba que en aquella tarde-noche, Chirinos se paseaba como león enjaulado en su oficina del palacio, con las manos entrelazadas hacia atrás, la espalda encorvada, mirando el suelo, repitiéndose a sí mismo la siguiente frase bíblica:
“Xalapa… no. Xalapa… no. Xalapa… no”.
Ahora, y como la historia se repite, diría Federico Engels, pero unas veces como tragedia y otras como comedia precisaría Carlos Marx, entonces, sólo resta, y en nombre del municipio libre, declarar la guerra al cuarteto de alcaldes de AMLO.
Y más, dijera el incrédulo, porque con las cuatro alcaldías, tan jugosas en el presupuesto, se gana una gubernatura, pero también las diputaciones locales y federales y senadurías.
DOS. Trepados en el ring
El fuego enemigo de la yunicidad a los ediles de “El peje” comenzó, por ejemplo, con el tema de la seguridad pública que tiene a Veracruz con el alma en la mano, la vida prendida con alfileres.
Y el rafagueo fue con los alcaldes de Xalapa, Coatzacoalcos y Minatitlán, llegando, incluso, a la amenaza abierta y directa, sin rodeos, de suspender el servicio policiaco de la secretaría de Seguridad Pública.
Después, el gobernador y el presidente municipal de Minatitlán se treparon al ring por el caso de la leche agria metida, se dijo, en despensas del gobierno de Veracruz para los pobres “y los pobres entre los pobres” del Valle de Uxpanapa… que una parte es feudo territorial de Mina.
Luego, trepó al ring el secretario General de Gobierno, el perredista Rogelio Franco Castán, contra el alcalde de Coatzacoalcos por aquel bloqueo de burócratas municipales, “curándose en salud” como los presuntos instigadores de la sedición de trabajadores.
Tal cual, se evoca el recuerdo de cuando Miguel Ángel Yunes Linares, diputado local, enfrentó al gobernador Agustín Acosta Lagunes quien hizo todo para desaforar al presidente municipal de Xalapa, Carlos Padilla Becerra, y de nada sirvió, entonces, que Padilla contratara al mejor abogado penalista del país, Ignacio Burgoa Orihuela.
Y se convoca el recuerdo de cuando en el duartazgo, Rogelio Franco, militante de la izquierda delirante que fue el PRD y la izquierda sometida que es ahora, se plantaba en la escalinata de la Catedral de Xalapa, mirando al palacio de enfrente, con los ediles de su partido clamando el respeto al municipio libre y a las garantías constitucionales de todos ellos, en tanto, y por otro lado, vaya paradoja, Franco Castán se pasó doce años (de Fidel Herrera a Javier Duarte) llamando “jefe máximo” a Érick Lagos, el operador político que repetía la frase de Carlos Hank González de que “en política todo lo que se compra con billete… sale barato”.
Bien dice el viejito del pueblo que los políticos encumbrados suelen hacer lo mismo que criticaban.
TRES. El fracaso de la razón
Y es que más allá de las razones o sinrazones de las partes, el político, el estadista, el hombre de Estado, el visionario, ha de agotar el diálogo siempre, siempre, siempre, y aún en horas extras, para convencer a las partes en base a los argumentos.
Pero como en el caso “los genes son genes y las vísceras vísceras”, el choque frontal gana. Y arrasa y avasalla.
Y más, en tiempo electoral.
Y más, cuando de por medio está la obsesiva obsesión de heredar la gubernatura al hijo.
Peor tantito, si se considera la desventaja natural entre las partes.
Una cosita es la figura del gobernador, jefe máximo de los tres poderes, jefe único de las finanzas públicas, jefe nato de la seguridad pública, jefe natural de los partidos políticos (PAN y PRD, y casi casi del MC) en el poder y jefe nato de la mayoría empresarial y de los liderazgos sociales y sindicales, y hasta caciquiles.
Y otra cosita son los presidentes municipales, autoridades que son en sus pueblos.
Encaramado en el poder total y absoluto, un gobernador está moralmente obligado a convencer por la vía de la razón.
Y cuando está claro su fracaso, entonces, el fuego enemigo comienza por la vía discursiva y mediática y luego pasa a la represión.
CUATRO. ¡Ay, políticos estadistas!
La lideresa de AMLO en MORENA, Yeidckol Polevnsky también ya se subió al ring y acusó al gobernador Yunes de desestabilizar a los presidentes municipales de su partido en Veracruz.
Entonces, el secretario General de Gobierno (quien perdiera la candidatura al Senado) alardeó de la gobernabilidad en Veracruz y bombardeó a MORENA, que tantos militantes ha quitado al PRD, el PRD que fue rojo con Fidel Herrera y Javier Duarte y ahora es azul con Miguel Ángel Yunes Linares, y como si nada.
Ya de por sí, los días y noches son huracanados, sombríos y sórdidos con la violencia irrefrenable, para que en el carril político, el carril del diálogo y la negociación y los acuerdos y la cancha de la diplomacia, continúe sembrándose la discordia.
Toda su vida el gobernador Yunes ha sido peleador callejero y fajador de cantina y así le ha funcionado, y bien, la política, y ni modo que ahora, en la parte más alta de la cima, casi casi dios, semidios, dios terrenal, cambie de filosofía.
Nadie desea peras del olmo, pero, caray, la vida puede ser diferente si los políticos fueran estadistas.