Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.- UNO. Cuidar la salud
Hay cosas sencillas y simples y efectivas de la vida que permiten, digamos, mantener un buen estado de salud.
Más, si se considera que cada persona está expuesta a unas tres mil enfermedades desde que nace hasta la muerte.
Entre otras, las siguientes y que recomiendan los internistas y los viejitos del pueblo:
Todos los días tomar un bañito de sol durante unos cinco minutos antes de las nueve de la mañana, pues después los rayos se vuelven pesados.
Caminar todos los días y/o cada tercer día de unos veinte a treinta minutos por ahí, cerca de la casa, en el bulevar o alrededor de un parque vecinal.
Caminar unos veinte minutos cada tercer día, mínimo, en una alberca para fortalecer las piernas, pues hacia la séptima década las piernas sostienen el cuerpo humano y significan las partes más importantes.
Procurar llevar, hasta donde sea posible, una dieta alimenticia rica en las proteínas y minerales básicos para vivir.
Y es que de pronto resulta que por un descuido y/o indiferencia y/o valemadrismo la persona tiene exceso de colesterol y triglicéridos y falta de calcio y hierro, y entonces, caray, ninguna necesidad.
Nada peor que los refrescos de cola y que, como el mundo sabe, contienen una dosis de droga para crear y recrear personas adictas.
Y entre un refresco de cola y un vasito con agua, millón de veces el vasito con agua.
Incluso, el internista aconseja tomar todos los días un vaso con agua en ayunas para limpiar el cuerpo.
DOS. La juventud, tramo corto de la vida
En la juventud, dice el médico, suelen cometerse todos los abusos y excesos, Pero, cuidado, la juventud es un tramo demasiado corto en la vida, en tanto la vejez, la tercera edad, la sexta y séptima década, son caminos demasiado largos.
Y, por tanto, nada mejor que el control de las pasiones desaforadas.
Más por lo siguiente:
En la juventud la vida se va en el antro, la pachanga, las noches prolongadas y en los amaneceres volcánicos.
Y la edad adulta y la vejez transcurren en el consultorio médico, en la farmacia, en el hospital, en el quirófano y en la iglesia solicitando la misericordia divina para curarse por arte de magia con la oración y la bendición del Ser Superior.
Y nada más ecuánime, sereno, prudente y mesurado que el equilibrio en la vida.
Pero, bueno, y como dice el chamán, nadie escarmienta en cabeza ajena, sino en la propia, cuando, digamos, se llega la hora de la verdad.
Un viejito dijo a un joven que se pitorreaba de él:
“Así como me ves…, me vi. Y así como me ves… te verás.
Además, ya veremos el estado de salud en que llegas”.
TRES. Nadie tiene comprada la salud
Nadie, sin embargo, en ninguna edad, tiene la salud comprada ni garantizada.
A principio de semana, al hijo de una vecina de 5 años de edad debieron operarlo de emergencia del apéndice.
Por poco y el niño se va.
Unos meses anteriores, jugando en el kínder se había quebrado la mano y también fue intervenido.
En contraparte, en el rancho la abuela de unos amigos cumplió ciento tres años de edad, totalmente lúcida, llena de vida, sin ningún achaque, más que, digamos, los naturales como, por ejemplo, el desgaste de las células y los huesos.
Son, en todo caso, las cosas misteriosas de la vida que la hacen más interesante y fascinante.
Una familia es millonaria y solo tuvieron dos hijos y uno de ellos tiene graves problemas de discapacidad y los doctores, los más especializados de la Ciudad de México y de Estados Unidos, les han dicho que ninguna posibilidad existe de que lleve una vida normal.
Y lo más duro, por más y más que la pasan en la iglesia convocando la ayuda divina, ninguna respuesta.
CUATRO. El estado de salud de los ancianos
En materia de salud pública el más grave pendiente social son los ancianos.
Y más, por lo siguiente:
8 de cada diez personas de la séptima década carecen de seguridad social y ni siquiera, entonces, tienen acceso al Seguro Social y el ISSSTE.
Además de que por lo regular la pensión de quienes la tienen apenas, apenitas oscila entre los mil 500 y los 3 mil pesos mensuales, insuficientes, digamos, para un tratamiento médico.
Ya ni se diga, por ejemplo, los abuelos de los pueblos indígenas y campesinos donde igual que sus antepasados siguen apostando a los remedios caseros y al Señor Todopoderoso para curarse con un milagro.
Y/o como en el caso de la sierra de Zongolica, donde son trasladados a pilonchi de su comunidad al pueblo cercano con clínica de salud y fallecen en el camino.
La salud pública es el gran pendiente social en un país minado por el fracaso de la política oficial.