Luis Velázquez | El Piñero
30 de agosto de 2021
Desde el principio, el gobierno de Veracruz levantó un muro contra los otros, los disidentes, los conservadores, los emisarios del pasado.
En ningún momento fue un muro virtual, digamos como Donald Trump cuando recién tomara posesión de la Casa Blanca quien suprimió su web en español.
Treinta meses después, el muro ahí está. Es el muro de la discordia, atizada todos los días.
Frentes bélicos abiertos, por ejemplo, en contra de las elites panistas, priistas y perredistas, las más.
Rafagueo perpetuo en contra del Arzobispado de Veracruz como objetivo central por meter la cuchara de la iglesia en las cosas terrenales de la tierra jarocha.
Fuego enemigo y adversario en contra de los alcaldes, digamos, irreverentes, que convocando el municipio libre son y han sido contestatarios, quizá Fernando Yunes Márquez, del puerto jarocho, el más bombardeado.
El disparo continuo en contra de los exgobernadores Miguel Ángel Yunes Linares y Javier Duarte.
El cliente número uno, Jorge Wínckler Ortiz, el ex Fiscal General de la yunicidad, prófugo de la justicia, “a salto de mata”, desde el mes de septiembre del año 2019, como una obsesiva obsesión del góber…, como si fuera el peor dinosaurio de la historia.
Mucha, demasiadas, excesivas obsesiones tuvieron, por ejemplo, Yunes Linares contra los Duartistas, Patricio Chirinos Calero contra los Dantistas, Agustín Acosta Lagunes contra los Hernández ochoístas.
Ahora, cuando para los carteles y cartelitos se ha pedido una política de “abrazos y besos”, las mismas pasiones desorbitadas y descarriladas.
Simplemente, el duro y rudo ajuste de cuentas entre las tribus.
El concepto, la palabra de la concordia política ha sido borrada del diccionario en Veracruz.
Su lugar es ocupado por la palabra discordia.
El rencor social y político en su más alto decibel.
Vivir… para odiar.
Borrar, desaparecer, aniquilar los ismos anteriores. Yunismo. Duartismo. Fidelismo. Y dar paso al obradorismo. En un descuido, quizá, quizá, quizá, al cuitlanismo, como le llaman unas plumas periodísticas.
ODIARSE LOS UNOS A LOS OTROS
Se trata de una maldición. Más que “amarse los unos a los otros” en la vida pública, destruirse entre sí.
El rencor y el odio alimentado cada día en el ejercicio del poder en vez de mirar pa’lante y entre otras cositas, dignificar la calidad de vida de la población.
Quizá la autoridad es devota del proverbio árabe de que la vida se cotiza más cuando al morir se deja mayor número de personas y enemigos odiándonos.
Con todo, nunca Javier Duarte, Fidel Herrera Beltrán y Miguel Alemán Velasco “barrieron para atrás”.
Tampoco Fernando Gutiérrez Barrios, Rafael Hernández Ochoa, Rafael Murillo Vidal y Fernando López Arias.
Tampoco Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines como gobernadores.
Ellos empujaron la carreta sexenal sin mirar a los lados ni sucumbir ante la manifiesta corrupción de los antecesores.
Allá cada uno juzgado por la historia y la población.
Más en un Veracruz donde 6 millones de los 8 millones 150 mil habitantes viven en la miseria, la pobreza y la jodidez y medio millón de paisanos solo hacen dos comidas, y mal comidas, al día por la precariedad.
Y más cuando uno de cada tres jefes de familia lleva el itacate y la torta a casa con el ingresito obtenido en el empleo informal.
Muchos, demasiados, excesivos pendientes económicos y sociales, educativos y de salud y de seguridad y justicia y ni se diga, desarrollo humano, para desperdiciar el sexenio, el tiempo, el espacio, la energía emocional y física y hasta el presupuesto en infiernitos.
La grandeza política, social y moral de una tribu gobernante nunca se mide y calibra por el número de políticos encarcelados, sino por la capacidad de construir una vida mejor para todos.
Y más, en pueblos históricamente jodidos.
AJUSTES DE CUENTAS
Peor todavía cuando la Magnum en las manos izquierda y derecha se utilizan, más que para un ajuste de cuentas, para exhibir a los antecesores y a los opositores como truhanes, pillos y ladrones para ganar rayitas de popularidad y simpatía ciudadana.
A la casi mitad del camino sexenal, es, parece ser, un ajuste cuentas contra, entre otros, aquellos que torpedearon al presidente de la república en su carrera política.
Entre otros tantos, Roberto Madrazo Pintado, Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa, Enrique Peña Nieto, más una lista incalculable de empresarios, magnates, intelectuales, líderes políticos y medios y periodistas encumbrados.
Y por eso mismo, y como rebote, en cada entidad federativa gobernada por un militante de MORENA, el ajuste de cuentas de cara a la historia y de panza al sol tropical.
Se explica, digamos, a partir de la lealtad. Lealtad ciega, bajo un principio priista y panista. “Estás conmigo o estás contra mí”.
En ningún momento se justifica cuando, por ejemplo, 6 de cada diez habitantes del país nadan y se ahogan en la miseria y la pobreza según estadística del INEGI y de los Cuadernillos Municipales de la secretaría de Finanzas y Planeación.
Pero ni hablar, la política así ha sido desde los orígenes de la humanidad.
En el siglo pasado, bajo el lema popular de “muerto el perro se acabó la rabia”, las hordas políticas ordenaban asesinar a los opositores, disidentes, incómodos, contestatarios.
Ahora, basta y sobra con satanizarlos, aun cuando montón de políticos han sido asesinados, como el caso de la campaña electoral anterior, Veracruz, en tercer lugar nacional.
Hay un muro en Veracruz en contra de los opositores de todo tipo y cada vez se agiganta, más que como la cortina de nopal, como el muro de Israel y la franja de Gaza.
Un muro invisible lleno de rencor y odio social.
