Redacción / La Jornada
CIUDAD DE MÉXICO.- ¿No podría preguntarme algo menos dramático?”, cuestiona el artista plástico Francisco Toledo después de unos minutos de hablar sobre la violencia que ha ido descomponiendo a México en los últimos años.
En 2015 Toledo plasmó los horrores de la violencia en “Duelo”, conjunto de piezas de cerámica dominadas por un rojo sangre, expuestas en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México. Dos años después, dice, nada ha cambiado o es peor.
“No soy adivino, pero creo que la realidad de este país no cambia. Las piezas yo no sé si ya cambiaron, no las tengo a la mano. La realidad del país es cada vez más dramática. Si (esas piezas) tenían una carga dramática se quedan atrás ante la realidad”, dice Toledo, de 77 años, en entrevista.
Los números parecen respaldarlo: en 2017 México registra dos meses consecutivos con récord de homicidios, aunque esa violencia es solo parte de las preocupaciones de uno los artistas mexicanos de mayor reconocimiento internacional.
Oriundo de Juchitán, Oaxaca, Toledo ha expuesto en Nueva York, París, Londres, Tokio, entre otras ciudades, además de ser un luchador social, ambientalista, filántropo y promotor cultural.
Pregunta – Decía el escritor mexicano y premio Cervantes José Emilio Pacheco que la poesía es una resistencia contra la barbarie, ¿aplica lo mismo para las artes plásticas?
Respuesta – No sé por qué dijo eso José Emilio Pacheco, porque contra la barbarie no hay nada que se oponga. No sé si la poesía, quizá salvará a unos cuantos, a los que pueden leer o a los que pueden comprar el libro, a los poetas. Pero bueno, el arte no creo que sea una tabla de salvación ni de consuelo.
La gente que ha padecido desapariciones de sus familiares, torturas, y todo esto, no cree ni en la poesía ni en el arte, ni en las artes.
P – ¿Hay alguna función que tengan las artes gráficas en este sentido?
R – Pues nada, es una ocupación, un pasatiempo, una manera de ganarse la vida. Algunas veces se ocupa para denunciar. Hay mucha gente haciendo gráfica de denuncia, pero las cosas siguen igual. Lo que uno hace como denuncia luego resulta interesante para coleccionistas y para estar en museos.
P – ¿Qué significa para usted el autorretrato?
R – Dos ojos, dos orejas, una boca, dientes que no se cuentan porque se están cayendo, pelo. Es un motivo, una tradición, de autorretrato, la historia de la decadencia de una cara, de un cuerpo.
Ahora con la foto y con los celulares con foto pues hay retratos y autorretratos cada minuto. La gente está fotografiándose dejando su imagen para la posteridad.
P – ¿A qué hora pinta?
R – No tengo un horario, soy flojo. Entonces, doy muchas vueltas antes de entrar a lo que llaman el estudio y trato de salir lo más pronto posible. Obedezco a mi hambre, a mi sed, a mi flojera.
P – ¿Usted tiene quizá una idea de lo que se va a ver en el lienzo?
R – Cuando yo empecé aquí en Oaxaca había una escuela de arte y casi todos pintaban paisajes. Todavía se veían los cerros, no había esmog, (ni) construcciones, había mucho campo alrededor, la ciudad era muy pequeña y todos los de la escuela salíamos a pintar paisajes.
P – Con estos cambios que ha tenido, ¿qué significa el estado de Oaxaca para usted?
R – Yo vivo en un pedacito en el estado de Oaxaca (…). A veces vamos a la costa a ver el mar, pero hay que atravesar una zona de montaña, de cafetales, muy verde, y pues esa parte es muy bella y pareciera que no va a ser tocada por el hombre, pero resulta que no, que ya se están haciendo planes para hacer grandes presas, plantas tratadoras de aguas negras, los ríos están muy contaminados, y por supuesto van a dar al mar.
P – ¿Dónde deja México a las lenguas indígenas?
R – En un pozo muy profundo y luego tapando lo que podría ser la vida de las lenguas, pues el desarrollo de comunidades, el desarrollo de las culturas. El gobierno desde la colonia ha tratado de acabar con las lenguas y subsisten a duras penas, en algunos lugares más que otros.