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Da asco tanta corrupción: Casos Alberto Silva y Ferrari

Staff El Piñero

Luis Velázquez/ Escenarios

 

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Los días de la Yunicidad van pasando en la denuncia mediática. En el fuego artificial. En el reality-show.

Incluso, hasta rayando en el mesianismo, dueños de la verdad, infalibles, impolutos, que se creen y sienten.

El Fiscal, por ejemplo, solicitó el desafuero del diputado federal, Antonio Tarek Abdalá (“Mi hermano” le llamaba Karime Macías) y dijo a sus homólogos, sobre todo, de Veracruz, que es el momento de “determinar de qué lado están”.

Más mesiánico, precisó lo siguiente:

“Si están del lado de la ciudadanía o de su partido político”, refiriéndose, claro, a los priistas, él, juez honesto, litigante, a carta cabal.

Al momento, 59 días después de iniciado el nuevo gobierno, sólo un duartista está preso. Y de bajo nivel, digamos. Leonel Bustos, ex director del Seguro Social, que por el desvío de más de dos mil millones de pesos.

En el delirium tremens los yunistas han interpuesto, ajá, once denuncias contra duartistas.

En la lista negra incluyen a las secretarías de Educación, SEDESOL, Protección Civil y SEFIPLAN, Instituto de Pensiones y Comisión de Agua.

Nada, por ejemplo, sobre la orden de aprehensión en contra de Arturo Bermúdez Zurita y Gabriel Deantes Ramos, ex secretarios de Seguridad Pública y Trabajo, expedidas por el anterior Fiscal.

Habría de considerar, digamos, los tiempos.

Tiempo jurídico: lo que la ley establece para interponer la denuncia penal y dictaminar.

Tiempo social: el reclamo ciudadano para hacer justicia.

Y el tiempo político: la posible negociación que pudiera atravesarse.

La Yunicidad, no obstante, está jugando en varios carriles.

Por un lado, el rafagueo mediático para mantener vivo el coraje y la indignación crónica de la población electoral.

Y por el otro, atizar el fuego en contra de las tropelías de los duartistas de aquí al 4 de junio, fecha de la elección de presidentes municipales, síndicos y regidores como estrategia para amarrar el triunfo.

La victoria en el año 2018 con los diputados locales y federales, senadores, gobernador y presidente de la república pasa en Veracruz por los comicios de ediles.

 

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Algunas denuncias son avasallantes, insólitas más aún luego de que los duartistas “se curaban en salud”, dueños del día y de la noche y del poder político, social y presupuestal.

Por ejemplo, la lista de las 19 empresas fantasmas que Alberto Silva Ramos, ex secretario de Desarrollo Social y ex presidente del CDE del PRI, y diputado federal y vocero en dos ocasiones de Javier Duarte, habría creado en su tiempo como director de Comunicación Social para “ordeñar la vaca”.

La lista, publicada en exclusiva en Notiver, incluye el nombre de la empresa, la razón social y las cantidades millonarias pagadas por la secretaría de Finanzas y Planeación, SEFIPLAN, en el año 2014.

Y de veras, leer y releer la lista con lupa siguiendo la pista a la razón social para ver si aparece ya en la secretaría de Relaciones Exteriores donde según la ley han de registrarse todas las empresas, ya en SEFIPLAN para ver si estaban dados de alta, resulta inverosímil.

Ninguna aparece.

Y son 19.

Caray, ha de preguntarse si la imaginación de Silva Ramos alcanzó para crear tantas empresas como si fuera el Julio Verne de la política de comunicación social.

Pero además, visualizar el destino del pago millonario…con cargo, claro, al erario.

Y de ser así, si el dinero quedó sólo en sus manos y/o en todo caso pasó copia a su amigo y jefe.

Y/o a otros más.

Y más porque se trata de ocho mil 500 millones (se insiste, millones de pesos) que fueron facturados y pagados.

Y más porque, y de entrada, fue más, mucho más el pago millonario en publicidad que en la compra de medicinas y en la construcción de obra pública.

El lodazal.

De ser cierto, caray, da asco, pues en todo caso, a él corresponderá demostrar su inocencia y salvaguardar su honor.

Y más, porque Alberto Silva “se cortaba las venas” en nombre de la honestidad, ángel de la pureza, profeta de la moral y la ética, alardeando de su profundo conocimiento de la obra literaria y política de Jesús Reyes Heroles.

 

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En el mismo tenor está Alfredo Ferrari Saavedra, titular del Fideicomiso al 2 por ciento a la Nómina, presidente del CDE del PRI y secretario de Desarrollo Social, tiempo cuando se creía la octava maravilla del mundo, el dios terrenal, el profeta de la verdad, y alardeaba petulante, engreído y soberbio.

Ahora, la sucesora en SEDESOL ha denunciado que Ferrari Saavedra compró 60 millones de pesos en apoyos alimentarios y cuyo destino nunca, jamás, jamás, jamás fue conocido.

Incluso, y por más auditorías que están aplicando por ningún lado encuentran papelitos comprobatorios de que los alimentos fueron entregados a la población vulnerable.

La misma historia, por ejemplo, que ahora, en un respiro relampagueante, el titular del ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, denuncia en la Fiscalía de un presunto desvío de mil 439 millones “derivado de la aplicación de descuentos vía nómina a los empleados de la secretaría de Educación y no entregados a diversos acreedores”, se ignora si en tiempo de Adolfo Mota, Flavino Ríos o Xóchitl Adela Osorio (La Jornada México, Eirinet Gómez).

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Mientras “son peras o manzanas”, pareciera que la sentencia bíblica de algunos duartistas se está cumpliendo.

Antonio Gómez Pelegrin, de SEFIPLAN, lo dijo así:

“Yo decía a Duarte que estaba mal que desviara recursos oficiales y no me hacía caso”.

Flavino Ríos Alvarado:

“Era mi amigo, pero a todos nos engañó”.

Y en contraparte, Édgar Spinoso Carrera:

“Hay coraje en Veracruz porque todo nos chingamos”.

Conforme pasan los días y las noches, Javier Duarte sigue sorprendiendo.

Por un lado, porque hoy cumple 104 días huyendo, en tanto Rodrigo Medina, ex góber de Nuevo León, tan satanizado por el sucesor, Jaime Rodríguez, sólo estuvo unas horas en la cárcel y fue liberado.

Y por el otro, porque cada vez la Yunicidad saca “más trapitos al sol”, de tal forma que están obligados a demostrar sus denuncias penales.

La peor conclusión es, y por desgracia, que la mayoría de los políticos de todos los partidos son iguales, o peores, que así se percibe en el imaginario social.

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