Connect with us

¿Dávila, estás ahí mi vida, me oyes, me escuchas?

El Piñero

 

 

No eres ambicioso: te contentas con ser feliz.

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

 

Luis Fernando Paredes Porras/ Masca la Iguana

 

Tuxtepec, Oaxaca.- Hasta la mierda en el lugar adecuado es útil, por ello debo reconocer que la canción de “la Thalía” en medio de su miseria, presenta oportunidades que se agradecen en tiempos de violencia.

El creciente uso de su canción “me oyen, me escuchan” demuestra el talento del equipo que diseñó la estrategia para aprovechar las características del momento y lograr que la artista de 46 años de edad, se coloque nuevamente en el gusto del público, ya para burlarse, ya para ser creativos o para disfrutar de bailarlo, de cantarlo o de aspirar a parecérsele. Es que hay gustos para todo.

Y es deseable el estado de ánimo que muestra la cantante y actriz, porque en medio del desmadre el pueblo está con la tonadita de “me oyen me escuchan”, cual mantra poderoso que pudiera disminuir la frustración que experimentas ante la creciente falta de atención o de interés por nuestros asuntos y los asuntos de los demás.

Relacionar palabras, música, movimientos corporales, memes y hasta columnas en torno a las frases “estoy feliz” “me oyen, me escuchan” está resultando un fenómeno que desde el punto de vista educativo, en lo particular, agradezco. Taladrar el inconsciente con “Soy feliz, feliz, feliz, feliz…” es favorable.

Y el fenómeno de “la Thalía” apenas comienza, pues cual ave Fénix resurge de las cenizas del mundo del espectáculo,  ave rosa de caído plumaje que ya inspira la elaboración de videos, de piñatas y hasta de columnas.

Es altamente probable que a partir de este mes se incrementen en el registro civil los casos donde le pongan Thalía a la recién nacida.

Lo lograron, la marca “Thalía” está de regreso, quizá por unos días, pero de regreso.

Ni modo de negar que Thalía es de mi generación y que su simplona canción está resultando un éxito para los fines por la cual la crearon.  Será recordada por ser una muestra de mal gusto y excelente mercadotecnia en la era de la banalidad. Por lo pronto, decido escucharla desde otro punto (que no de vista, porque se trata de pasar de oírla a escucharla, así, como la letra magistral lo dice) y reconocer que su impacto en la psique del pueblo latino puede ser favorable y reconozco que lo está siendo.

La iguana dice que ya se compró una bocina para ponerla sobre el puente de su apestoso arroyo Moctezuma y dejar todo el día, de todos estos días de moda, la pegajosa canción, para buscar que las autoridades municipales dejen de ignorarla y hagan algo por ese iguanario bello en medio de la mierda que ahí  no sirve para nada. Un iguanario que no es reconocido como patrimonio natural de Tuxtepec, que no amerita hasta ahora, una acción que proteja la vida aferrándose a existir en medio de la contaminación colectiva. Un atractivo turístico menospreciado que requiere una buena estrategia como la que le construyera su equipo a Thalía para sentirla, para oírla, para escucharla.

¿Estás ahí Dávila, me oyes, me escuchas? Canta desentonada la verdosa y me enseña como mueve la cola a la cual le ha amarrado una hoja de plátano hecha jirones para que las tiritas verdes la hagan verse sexy al decir que es “Feliz, feliz, feliz, feliz” en su arroyo lleno de mierda y de que nos tiene –lo cual ignoro si le sea útil, el que nos tenga, porque igual y no le servimos para nada – pero disfruto cómo se mueve al ritmo de tikitikitintikitin.

¿Estás ahí Fernando Bautista Dávila, la oyes, la escuchas?

 

Comentarios

Comentarios

Comentarios

Entradas Relacionadas