Louis Vuitton invitó a los artesanos de San Martín Tilcajete, Oaxaca, para realizar su primera colección en colaboración con talento mexicano.
Cada gran cultura es única en cuanto a su historia y sus expresiones artísticas, y sin embargo, cuando dos de ellas se unen, es inevitable darse cuenta de que, a pesar de sus diferencias —muchas veces, abismales—, todas comparten un ethos: pasión, dedicacióń y un respeto profundo por el proceso y el material. Prueba de ello es la primera colaboracióń de la firma francesa Louis Vuitton con artesanos mexicanos, que será presentada en la Ciudad de México durante la feria de arte Zona Maco, del 5 al 9 de febrero.
Con la curaduría de Natalia Herrera, innovadora cultural y CEO de Atelier Cultural México, la colección cápsula consta de seis baúles y un Volkswagen clásico, intervenidos con pinturas de tonas y nahuales típicas del municipio de San Martín Tilcajete, en Oaxaca. “En esta comunidad, casi todos se dedican a la talla de estas figuras”, afirma Herrera. “Sin embargo, seleccioné para esta comisión al taller Casa Don Juan por la excelencia y perfeccióń del trabajo de sus maestros artesanos. También los escogí́ por el impacto social que han tenido en su comunidad, ya que, en su caso, se comparte el oficio con jóvenes que necesitan llevar sustento a sus hogares”.
Así́, el savoir-faire marroquinero de Louis Vuitton cobra una identidad nunca antes explorada por la marca, no sólo por ser la primera vez que colabora con talento mexicano, sino porque, aunque artistas de la talla de Yayoi Kusama y Jeff Koons han intervenido su canvas, éste nunca había tenido el toque de algún artesano tradicional.
Cada baúl tardó aproximadamente un mes en pintarse y, si se mira sin esfuerzo, el resultado podría describirse como lo mejor de dos mundos. No obstante, aunque acertada, sería una definición bastante floja. Lo que hace especial a esta mancuerna no es la unión de dos culturas, sino el descubrimiento de que, aunque un océano separe Francia de México, somos más parecidos de lo que pensamos.
Las tonas y nahuales, en su versión más tradicional, son figuras sagradas zapotecas talladas en copal, un árbol sagrado en la cultura mexicana, y pintadas con distintas simbologías. En su cosmogonía, cada persona al nacer recibe una tona, que es un animal de poder creado por la fusión de dos animales distintos, elegidos de entre 20 opciones, según su día y año de nacimiento.
Tanto la simbología de Louis Vuitton como la que se ilustra en los cuerpos de las tonas están repletas de referencias a la belleza de la naturaleza. Quizá sea más fácil verlo en la artesanía, pero hay que recordar que, además de las flores que caracterizan el canvas de la maison, la textura Epi de algunos de sus objetos está inspirada en los campos de trigo. A esto se suma el esfuerzo y la pasión que ambos creadores comparten: “En cada objeto se plasma el alma del artesano que lo hizo, tanto en Francia como aquí”, explica Natalia. “Aunque no se conozcan, es un diálogo entre dos maestros artesanos y dos culturas que sienten un respeto enorme por la historia y las tradiciones”.
Con este proyecto sin fines de lucro, Louis Vuitton se convierte en un ejemplo a seguir en su industria: “Estas alianzas con marcas de lujo ayudan a que el mundo conozca más nuestro arte popular y se enamore de nuestra cultura. Pero también es muy importante que, si los productos de mayor calidad en el mundo tienen un espacio en México, tengan la oportunidad de inculturarse para crear, en conjunto, algo bello”, concluye.