Vicente BELLO/TREN PARLAMENTARIO
Ciudad de México.- Como en cámara lenta, así ha reaccionado la Cámara de Diputados, ayer, cuando quienes la gobiernan –los coordinadores parlamentarios del Pri, Pan, Prd, Pvem, Pes y Panal- por fin se han dignado en llamar a comparecer a Luis Videgaray Caso, para que informe de qué tanto habla en secreto con la administración estadounidense de Donald Trump. Y a qué está comprometiendo al país –tanto él como su jefe, Enrique Peña Nieto- con ese presidente de los Estados Unidos que no sólo no ceja en sus agresiones hacia México y los mexicanos, sino que ha comenzado a transfigurarse en la representación más descarnada del nazismo en pleno Siglo XXI.
¿De qué tanto habla Videgaray con la gente de Trump, y de qué se ríe cuando va y viene, orondo, por aquí por allá, justamente cuando Trump vuelve a golpear al país?
Ayer, Trump recibió en Washington al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Allí, el presidente de los Estados Unidos recibió al canadiense con una actitud de “amigos históricos”, y prometió que refrendarán su relación comercial.
Nada que ver con la forma absolutamente agresiva con que se refiere a México y los mexicanos. “Tenemos una relación extremadamente injusta”, ha reiterado Trump. “En la frontera sur, por muchos años (con México), la transacción no fue justa para Estados Unidos”.
El nombramiento que hizo Enrique Peña Nieto en la Secretaría de Relaciones Exteriores, colocando a Luis Videgaray Caso en lugar de Claudia Ruiz Massieu, causó en la población de México ira y una gran ola de exaltación. No pasaron muchos días para que se supiera lo que todo mundo sospechaba: que el nombramiento fue exigido por el mismo Donald Trump desde la primera conversación que sostuvo telefónicamente con Enrique Peña Nieto.
La tragedia de México no tiene parangón. En este que es el momento más terrible, grave y peligroso de su historia en 100 años, está representado por dos individuos que han dado muestras de inmoralidad y de total ausencia de amor a la Patria.
Cuando uno y otro dicen que defenderán al país su soberanía y a su gente, ponen a temblar a la República.
A Peña lo acusan de traición a la Patria desde que comenzó su sexenio, y junto a él siempre ha permanecido Luis Videgaray Caso.
El primer gran golpe al país fue el día en que, a través de Manlio Fabio Beltrones (octubre de 2012, en días de víspera del ungimiento de Peña), presentó al Congreso una reforma constitucional para permitir la privatización de las costas y playas del país.
Virtualmente todos los terrenos costeros de las dos Baja Californias ya están comprados por estadounidenses. Y también grandes extensiones de franjas costeras en el resto del país.
Desde entonces, Peña y Videgaray abrieron la puerta del país para que hombres voraces del sector de los bienes raíces como Donald Trump llegaran a sentar sus reales en México. Hombres con una terrible voracidad sólo vista en individuos mexicanos como ahora el país está padeciéndolos: el mismo canciller infausto y el actual presidente de la República.
Otro acto de traición a la Patria ha sido la entrega del petróleo a compañías trasnacionales; una entrega que responde en realidad –ha denunciado reiteradamente Manuel Bartlett – a los intereses geo políticos y militares de los Estados Unidos.
Claro que se entienden. Donald Trump lo dijo ayer, cuando conferenciaba con el canadiense Trudeau: “Lo volveremos un acuerdo justo para los dos partes”, dijo Trump respecto de la relación comercial entre Estados Unidos y México a través del Tratado de Libre Comercio. Y decía, ahora en alusión a Videgaray y a Peña Nieto: “Pienso que nos vamos a llevar muy bien con México. Ellos (sic) entienden y nosotros entendemos”…
Cuando Trump y los hombres de su gabinete conversan con los representantes del gobierno canadiense, lo hacen públicamente. Hace unos días apenas, la cancillera canadiense Chrstya Freeland, dijo a su homólogo estadounidense Rex Tillerson algo bien clarito: si ellos ponen aranceleres, Canadá se los pondrá también.
Pero cuando Tillerson ha recibido a Videgaray, ya dos veces desde que asumió el poder Trump, el pasado 20 de enero, esas dos ocasiones nada absolutamente se ha sabido de lo que hablan.
Videgaray ha asumido un papel vergonzante sin precedente. Cada que se reúne con ellos, siempre en secreto, coloca a México en situación de total humillación ante los Estados Unidos. Actúa, ni más ni menos, como representante de un país invadido. Ante el invasor. Todo en él causa furor y mucha indignación en México. Su tono de voz, sus inflexiones. Su rostro rezumante de arrogancia, como si estuviera ganando algo que el país no conoce y que un día se lo agradecerá. Videgaray es una auténtica ave de las tempestades.
De modo inaudito –cosa que no permitió Canadá, al parecer-, el canciller y su jefe, Peña, aceptaron una condición totalmente humillante para México: el secretismo en las conversaciones.
No es gratuito que opositores en el Congreso mexicano sospechen que uno de los compromisos de Luis Videgaray es la aprobación pronta de aquella ley que estará convirtiendo al país en una virtual dictadura.
Decía ayer Alejandro Ojeda, diputado perredista, que “es necesario que el canciller Luis Videgaray Caso informe sobre los acuerdos que se han realizado con Estados Unidos, ya que la Ley de Seguridad Interior podría ser parte de esas negociaciones que nadie conoce y, por obviedad de razones, el pueblo de México de ninguna manera respaldaría”.
Cuando comparezca Videgaray, debe revelar por qué lo quiere tanto Donald Trump.