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“Defiendan la tierra, pase lo que pase”. La plata se va a Canadá, los viejos heredan lucha a sus hijos

El Piñero

Los dueños de Tenochtitlan son millonarios, pero muchos de ellos han tenido que dejar su tierra ejidal. Son millonarios, pero sólo en el papel. Dueños de la tierra que explota la empresa canadiense First Majestic, no han recibido un solo centavo de las multimillonarias ganancias de la mina “La Encantada”. Pero desde 2004, no han dejado de reclamarlas.

Pese a su juventud, First Majestic Silver Corp se hizo en una década de siete minas que el Gobierno federal concesionó en varios rincones de México. Su adquisición más reciente la hizo en mayo de 2018 cuando sumó a su consorcio la empresa “Primero Mining” a un costo de 371 millones de dólares. En su página de Internet, presume haber recibido por 10 años consecutivos, el reconocimiento de “Empresa Socialmente Responsable” por el Centro Mexicano para la Filantropía.

Lo que no presume First Majestic es que quiso explotar Wirikuta, territorio de la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales de la Unesco. No presume que el 30 de mayo de 2016, José Saúl Nieto, minero de “La Encantada”, murió por lesiones en la cabeza. Tampoco presume que el 1 de octubre de 2017, cuatro mineros fallecieron asfixiados en un incendio. Y no presume que opera la mina “La Encantada” en un ejido coahuilense que le pertenece a 34 personas de la tercera edad, y que algunos de ellos, le han dejado dicho a hijos y nietos: “Pase lo que pase, defiendan la tierra”.

QUINTA PARTE DE UNA SERIE

Francisco Javier Rodríguez Lozano

Ocampo, Coahuila (SinEmbargo).– Eustasio Ascacio Velázquez, “Tacho”, el último ejidatario que permanece en Tenochtitlan, municipio de Ocampo, se recarga en un tinaco que está junto a su casa, a pie de sierra. A lo lejos se mira el campamento de los trabajadores de “La Encantada”, propiedad de la canadiense First Majestic.

El mismo “Tacho” trabajó alguna vez en esa mina. En los 70, la mina era de Minas Peñoles e Industrias Peñoles del empresario Alberto Baillères González. En 2003, fue vendida a Desmin S.A, de C,V. y el 31 de octubre de 2006, la adquirió First Majestic. Ese año, “La Encantada” produjo 950 mil onzas. Ese mismo año, la compañía anunció planes de expansión y un incremento en la producción.

Doce años después, con 400 mineros que van de Múzquiz, Ocampo, o San Juan de Sabinas, cumplió con aquel anuncio: extrae cuatro millones de onzas. La First Majestic Silver Corp es una entidad joven. Empezó a operar su primera mina (La Parrilla) en 2004, en Durango. Pero le bastaron doce años para hacerse de la operación de otras seis minas que el Gobierno federal concesionó en varios rincones del territorio mexicano.

Su adquisición más reciente la hizo en mayo de 2018 cuando sumó a su consorcio la empresa Primero mining a un costo de 371 millones de dólares, con lo que se convirtió en único operador de la mina de plata y oro de San Dimas, en Durango.

Doce años después de haber puesto por primera vez su pie en México, First Majestic posee las minas de “San Dimas”, “La Parrilla” y “La Encantada”, en Coahuila; la mina de plata/oro Santa Elena en Sonora; la mina de plata San Martín en Jalisco; la mina de plata Del Toro en Zacatecas, y la mina de plata La Guitarra en el Estado de México. Tiene, además, tres proyectos de desarrollo de plata en etapa avanzada en el país: el de Plata Plomosas en el Estado de Sinaloa, el proyecto de La Luz en el Estado de San Luis Potosí y el de La Joya en el Estado de Durango, así como varios proyectos de exploración. Así, en México, tiene empleadas a tres mil 900 personas. Hay otras 30 en su oficina corporativa en Vancouver, Canadá; cuatro en Suiza y tres en los Países Bajos, según sus propios datos públicos.

De 2007 a 2017 la producción de plata se incrementó 220 por ciento, según los reportes anuales de la empresa. La proyección es que la producción anual de las siete minas en 2018 será de hasta 30 millones de onzas equivalentes de plata por año, es decir, un 85 por ciento más que en 2017.

En su página de Internet, First Majestic presume haber recibido por 10 años consecutivos, el reconocimiento de “Empresa Socialmente Responsable” por el Centro Mexicano para la Filantropía.

En esa década de expansión empresarial, de logros y reconocimientos, los ejidatarios mexicanos de Tenochtitlan no han cobrado ningún peso por el uso de sus tierras.

LO QUE NO PRESUME

En su página pública ni en ningún otro documento, First Majestic no presume que ha estado en el foco de atención por querer explotar la tierra de Wirikuta, territorio de la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés).

No presume que el 30 de mayo de 2016, José Saúl Nieto, minero de “La Encantada”, murió por lesiones en la cabeza cuando decidió saltar de una unidad que se quedó sin frenos y que él mismo conducía al interior de la empresa. Tampoco aparece en el sitio web que el 1 de octubre de 2017, cuatro mineros, Alberto Colunga, Jesús Montoya, Waldemar García y Juan Diego Cedillo, fallecieron asfixiados luego que se reportara un incendio en “La Encantada” e inhalaran el monóxido de carbono.

No presume que el 1 de junio de 2016, un grupo de trabajadores realizaron un paro en protesta por la inseguridad en la mina y la falta de pago de utilidades. En respuesta, la empresa amenazó a los mineros con cortarles la luz de las casas que habitan. El 20 de mayo de 2017, otra vez, unos 300 trabajadores pararon labores porque la empresa no quería darles las utilidades que les correspondían por ley. El paro duró más de 10 días hasta que se llegó a un acuerdo.

No presume que en “La Encantada” hay dos turnos de 12 horas, todos los días de la semana.

No presume que “Tacho” sabe de esas jornadas y que cuando fue nombrado ejidatario no dejó su trabajo como minero. “Hice un campito, un jacalito de lámina. Cuidaba las chivitas”, relata el ejidatario que siempre fue perforista en las minas. Lo que son las cosas, ahora First Majestic perfora sus tierras hasta un kilómetro abajo para sustraer toneladas de plata.

En 1980, Tacho recogía desecho de explosivos cuando resbaló y se pegó en una piedra. El explosivo se disparó y su mano izquierda salió volando. Pero su ímpetu de seguir en las minas se mantuvo. “Me pusieron todas las pruebas, con martillo, carretilla, locomotora, máquinas y todo lo hice y me dejaron”, dice el ejidatario con la frente en alto.

Y así, sin miedo, trabajó en las minas de carbón de Coahuila y le echaba ganas con sus animalitos. Su primera cabra se la regalaron. “Con eso comencé”, dice. Aquí en estas tierras nacieron sus tres hijos y por estas tierras, asegura, no se va a dejar de la mina.

“Cómo nos vamos a dejar, que cooperen con algo”, dice Tacho, como si se tratara de una coperacha para un bazar.

“Tacho” vive de la venta de las cabras y sus dos mil pesos de pensión. La leche y los quesos que saca son para consumo propio. Cada tiempo, “Tacho” vende las cabras que van a parar como cabrito en restaurantes de Monterrey.

Rodrigo, su hermano, fue peón general de “La Encantada”. Concluyó la primaria. Llegó a tener animales cuando vivía en Tenochtitlan pero dejó todo porque no vio futuro. Ahora vive en Nueva Rosita, arrastrando las lesiones y trabajando en el área de bombeo del sistema de aguas del municipio. Su hijo Rodrigo, también ejidatario, trabajó en la mina y llegó a ganar 500 pesos diarios, pero recuerda que en Tenochtitlan el dinero no alcanzaba, ahora trabaja en la construcción.

Jesús Gallegos, otro ejidatario, trabajaba como operador de la empresa pero se acabó el contrato y tuvo que migrar a la ciudad. Ahora es trailero en la zona. Su padre, ejidatario de 68 años, también trabajó en la mina y está pensionado.

“Mijo, vaya hasta el final”, le repite cuando lo ve. Víctor Manuel Guajardo ejidatario de más de 60 años, se fue a Estados Unidos a trabajar en la obra. No se puede regresar porque no tiene papeles pero ha prometido que cuando se gane el pleito, dejará todo para volver a su tierra. Santos Vega, ejidatario sexagenario, vive en Piedras Negras, golpeado por el trabajo en la mina, con una prótesis en una pierna y viviendo precariamente con la pensión del Seguro.

 “SE ARREGLARÁ EN LOS JUZGADOS”

Hace unos años el entonces director administrativo y representante de First Majestic, Arturo Díaz Medina, propuso verbalmente entregarles 10 millones de pesos para desistir del pleito en los tribunales. “Nos pareció insultante. Nos ofrecieron la concesión de los camiones pero toda la inversión se hubiera ido ahí, nos dijeron que la gasolina, pero el costo de una gasolinera es alto”, recuerda Mario Valdés, ex comisariado ejidal.

Arturo Díaz Medina es el actual secretario de Finanzas de Durango, entidad donde First Majestic tiene sus oficinas centrales en el país. Ramón Dávila Flores era entonces director de la compañía y ahora es secretario de Desarrollo Económico también de Durango. Ambos fueron artífices de llevar a Gómez Palacio a Chemours Company, una fábrica de cianuro de sodio cuyo proyecto está detenido debido a un juicio de amparo que promovió un organismo civil de La Laguna.

En Coahuila, la empresa se niega a ceder a las demandas de los ejidatarios de Tenochtitlan, que son prácticamente el pago de rentas atrasadas y un contrato por el uso de sus tierras.

LOS VECINOS DE “LA ENCANTADA”

Camino a la mina Mario Valdés detiene la camioneta para señalarnos un pequeño estanque, ahora cercado. En ese pozo, en 2016, se murieron varias vacas y cabras de ejidatarios. “Hubo una lluvia muy fuerte, no controlaron; el caso es que se vino mucha agua con cianuro, los animales se acercaron y se murieron”, recuerda.

Al ejidatario Jesús Gallego se le murieron dos yeguas por beber el agua. “La cucaracha” y “La flecha”, se llamaban. Platica que eran las consentidas porque su esposa, que a últimos días va venciendo al cáncer de matriz, solía ensillarlas y pasearles por el rancho. Pero un día las halló muertas a la orilla del derrame.

Jesús tiene dos años que salió de Tenochtitlan. Allí nació, dio sus primeros pasos, fue a la escuela, trabajó en la mina y se enamoró de la tierra. A los 18 lo hicieron ejidatario. “Es la tierra más querida que tiene uno, ahí tiene uno el ombligo”, cuenta sobre sus razones para pelear contra la minera.

En Tenochtitlan llegó a tener animales pero la tierra, dice, ha cambiado por los derrames y los metales que se han vertido como zinc, plomo o cadmio. “Ya no es la misma, yo veo que está perdiendo mucha fortaleza la tierra”, dice Jesús.

El 26 de junio de 2016 se registró el primer derrame de cianuro debido a unas lluvias que rebasaron la capacidad de bombeo. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) abrió una investigación para evaluar los daños y las causas del desbordamiento. En el primer derrame la dependencia federal confirmó daños en 2 mil 240 metros cuadrados, afectando flora y fauna del lugar. El cianuro se esparció por las tierras y las contaminó. El pasto, que es el alimento de los animales, se volvió inservible en esa área. “Es puro veneno”, dice el ejidatario Rodrigo Ascacio.

El 12 y 13 de agosto del mismo año, nuevamente las lluvias provocaron un segundo derrame que escurrió por cauces naturales y terminaron en estanques donde abreva el ganado. Según los ejidatarios, decenas de animales se murieron.

Pero al menos desde 2013, Mario Valdés denunció ante la Profepa que la empresa estaba contaminando el ejido con desechos peligrosos y que prácticamente utilizaba al ejido como tiradero. Profepa respondió en el oficio PFPA/12.7/2C.28.1/0916/13 que ya habían realizado inspecciones donde confirmaba que se habían encontrado “elementos de probable infracción a la legislación ambiental federal”.

Sin embargo, Mario Valdés desconoce de sanciones que hayan interpuesto y asegura que sigue esperando el análisis del agua que la Profepa mandó hacer cuando los derrames de cianuro.

“Yo fui a poner la denuncia después de los derrames y sólo nos dijeron que ya habían sancionado. Después pedí el informe, los exámenes y nos decían que no estaban, que el jurídico de Profepa estaba encargado y así quedó”, recuerda Mario.

No hay ningún otro estudio independiente en la zona. Mario dice que alguna vez se acercó una estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) interesada por su tema de tesis, pero nunca volvió.

Ningún Diputado o funcionario coahuilense los apoyó. En los 14 años de pleito legal, únicamente la Senadora coahuilense Silvia Garza, subió en 2016 un punto de acuerdo para exhortar a la Procuraduría Agraria y a la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (Sedatu) para que dotara la superficie de hectáreas que les correspondía a los ejidatarios. Dos meses después, el Senador guerrerense Armando Ríos Píter exhortó a la Sedatu y al Tribunal Superior Agrario a revisar la resolución presidencial de 1973 sobre el ejido. La Comisión de Reforma Agraria aprobó la revisión pero no se supo nada más.

“Los diputados en Coahuila no sabían ni dónde estaba el ejido”, se mofa Mario Valdés. “Estamos desamparados”, dice.

Antes de seguir rumbo a la mina “La Encantada”, Mario saca una calcomanía que dice “Ejidatario” y la pega en la puerta del piloto. Es una identificación que le entregaron representantes de la mina. “Es para que no haya problema y me dejen entrar”, cuenta el ex comisariado. No existe otra entrada para los ejidatarios.

Cuando nos acercamos al primer filtro que lleva a la colonia minera, tres hombres con cariz militar nos hacen el alto. Uno lleva rifle de asalto a la espalda y los otros, rifle de caza.

–Se pueden bajar, por favor – dice el encargado. – ¿A dónde van? – pregunta.

–Yo soy ejidatario. Vengo a ver a mis animales – responde Mario Valdés.

–¿Qué traen?

–Mandado, algo de comida.

Los guardias abren el cofre de la camioneta, revisan la caja y piden que pongamos las maletas en una mesa. Las abren y esculcan.

–¿Cuántos días se quedan? – pregunta uno.

–Algunos, venimos a checar – contesta Mario.

Enseguida permiten el paso. Aquí en “La Encantada”, los encargados de la mina llaman “vecinos” a los ejidatarios. “No somos vecinos”, responden los dueños de Tenochtitlan. Para Mario Valdés, son un rentero que no paga renta. “Saludas a un vecino que te roba. Hay que saludarlo. Luego se resolverá en los juzgados”, comenta.

–Entonces tiene que pedir permiso para entrar a su casa –le digo a Mario.

–Sí, así es. No hay por dónde meterse, tienen todo obstruido. Una vez no me querían dejar meter una botella de vino, ‘espérate voy a mi casa’, les dije.

En la parte alta hay otro filtro para ingresar a las oficinas y las operaciones de la mina. Igual hay guardias de cariz militar y con rifles a las espaldas.

Cuando entramos se miran algunos mineros atentos a sus celulares, sentados en lugares donde llega mejor la señal de Internet. Hace un año, First Majestic decidió desalojar a las familias que vivían en una de las más de 200 casas que tiene la colonia. Antes, los mineros que trabajaban en la empresa se traían a toda la familia, incluidos los perros. Los trabajadores hacían su vida en este territorio distanciado de la civilización. Pero un día la compañía informó que ya no se permitirían familias. Desmantelaron el kínder, la primaria y la secundaria para convertirlas en nuevas casas para trabajadores. La iglesia del lugar ya nadie la visita. “Tener familias involucra gasto en agua, en luz. Situaciones que ya no quería solventar la empresa”, platica un trabajador.

La idea de la minera no es tener una colonia de trabajadores mineros, sino un campamento donde los mineros trabajan 12 horas diarias durante 14 días y luego se van a sus tierras. Están fuera una semana y vuelven. No se miran mujeres.

Las familias de los mineros tuvieron que migrar de la colonia y separarse. Muchos de los perros que los acompañaban se quedaron en el ejido. Algunos los adoptó “Tacho”, el ejidatario que sigue viviendo en Tenochtitlan.

Cruzamos otra cerca que montaron los ejidatarios, misma que no ha sido razón para que gente de la compañía se meta a explorar. “Andan muy allá, dejen los pinches fierros”, les dijo en una ocasión “Tacho” cuando se los encontró husmeando en sus tierras.

Cuando llegamos a la zona donde vive “Tacho”, pregunto a Mario qué siente que a unos metros saquen millones de dólares. “Es decepcionante, da mucho coraje y es lo que siente la mayoría. No es posible que tú eres dueño de la superficie y lo que hay abajo no lo puedes agarrar, se lo llevan al extranjero”, responde.

LOS OBSTÁCULOS

En junio de 2013, 16 ejidatarios acamparon y cerraron la entrada de su predio con el fin de presionar un diálogo con la minera.

El ejidatario Felipe Ascacio Gallegos platica que estaban en la cerca y por la noche, un convoy de 15 camionetas con más de 50 sujetos encapuchados y armados, los levantaron. “Llegaron tumbando y arreando”, recuerda.

Las camionetas no estaban identificadas pero los ejidatarios creen que los hombres eran judiciales del estado. Los pasearon por Múzquiz, Rosita y los llevaron hasta Laguna del Rey, un pueblo minero de Ocampo donde opera Químicas del Rey, de Peñoles, a más de 300 kilómetros de “La Encantada”. “Fue un secuestro”, resume Rodrigo Ascacio, hermano de Felipe.

Mario Valdés, entonces comisariado, fue denunciado por obstruir las vías de comunicación, vías que, me recuerda, no existen ni están reconocidas porque son parte de su ejido.

Valdés asegura que jamás van a desistir. “Esto va hasta que tope”, me aclara Mario. Admite que hay ratos de desesperación. Como una vez que tardaron un año en notificar a First Majestic porque les decían que la dirección estaba equivocada. Les llegaron a decir en el Tribunal que tenían que notificar en Canadá. Mario lo cuenta y suelta una carcajada burlona. Pero de la boca de todos los ejidatarios, no cuelga otra cosa que no sea la palabra confianza.

Rodrigo Ascacio hijo recuerda que se cooperaban para los gastos cuando tenían que acudir a algún citatorio en el Tribunal Agrario de Torreón, a cinco horas de viaje por carretera. Cuando llegaban, les decían que la cita se había pospuesto. Pero en 14 años han aprendido a apechugar el orgullo.

Son 14 años de pleito legal. La misma edad de un hijo de Rodrigo. Tiene otro de 17. A los dos les inculca que pase lo que pase, se tiene que seguir en la lucha: “Les digo que si mañana no estoy, ellos tienen que seguir adelante con la lucha; que no vendan los terrenos, que es algo que nos pertenece”.

http://www.sinembargo.mx/10-07-2018/3438351

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