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¿Democracia enferma?

El Piñero

México y Brasil cuentan con el menor apoyo a la democracia entre 18 países latinoamericanos, según el informe del Latinobarómetro.

Mexico.-29 de Octubre de 2017.-El proceso electoral de 2018 se escenifica en uno de los peores momentos de salud democrática desde la alternancia en el 2000. La satisfacción y el respaldo como mejor forma de gobierno alcanza sus niveles más bajos por una caída constante este sexenio. La sucesión presidencial se asoma como el remate de ese movimiento persistente de debilitamiento de sus instituciones, que el gobierno y el PRI se esfuerzan en profundizar con una política de “choque” para retener el poder, caiga quien caiga. ¿El menor apoyo alienta nostalgias autoritarias y favorece un ambiente permisivo a soluciones de poder más allá de limitaciones institucionales?

Si bien las expectativas hacia la democracia hace tiempo se diluyeron por la falta de cambios en la forma de ejercer el poder de todos los partidos, el cuadro de padecimientos degenerativos que la minan profundiza la crisis de representatividad entre los mexicanos. México y Brasil cuentan con el menor apoyo a la democracia entre 18 países latinoamericanos, según el último informe del Latinobarómetro 2017, con 43% y 38% de respaldo, respectivamente. Esto se puede traducir en que el ganador en 2018 tendrá que gobernar con menos de 30% de apoyo en las urnas y con un país en el que 85% de sus su ciudadanos desconfía de sus gobernantes, también sólo debajo de Brasil en la región.

El deterioro ha sido acumulativo y en ningún caso sorprende a nadie porque la caída ha sido persistente al menos en los últimos cinco años. Lo extraordinario ante ello es el abandono de las respuestas institucionales, por ejemplo, de la Reforma Penal o del arrepentimiento del Presidente de crear una fiscalía autónoma en vez de mantener el esquema de la PGR de subordinación al Ejecutivo. Y aún más autoritario enajenar la procuración de justicia electoral al control político y estrategias de reposicionamiento del PRI hacia la elección, por ejemplo con el cese del fiscal especial Santiago Nieto. Su remoción es un disparó en el pie del propio gobierno a la confianza en el proceso electoral, porque ejemplifica el manejo político de la PGR y de la ley que, además, se suma al descabezamiento de las principales instituciones de procuración de justicia. ¿Es posible llegar a las urnas sin titular de la PGR, fiscal anticorrupción, nuevo fiscal autónomo y ahora la Fepade?

Hasta ahora, el gobierno parece dispuesto a pagar el precio de un mayor descrédito por la protección de intereses políticos en casos de corrupción, por ejemplo, de Odebrecht que, entre otros, investigaba Nieto; o para recuperar su posición desde el tercer lugar en las encuestas con la erosión y división de contrincantes y adversarios como muestra la guerra del PRI contra Anaya y el Frente Opositor antes de enfrentar al líder de las encuestas, López Obrador. Pero el costo de la confrontación y enrarecimiento político es tan elevado para la credibilidad del proceso y la gobernabilidad futura como la que ha tenido la impugnación y conflictos poselectorales de las últimas dos elecciones presidenciales. ¿Qué costos para la democracia cuando en otros países los ciudadanos han concluido que todos los políticos son iguales? ¿Ahí la diabetes de la democracia que señalan los datos del Latinobarómetro?

El Senado también perdió una gran oportunidad de servir como control político del Ejecutivo en una decisión trascendental para la democracia como la remoción del fiscal, dado que la polarización y el bloqueo sustituyeron a la discusión de fondo sobre la crisis en la justicia electoral. La puntilla, la sospecha de que Nieto haya declinado a objetar su cese por la amenaza de demandas y averiguaciones abiertas en su contra, aunque nada de esto evitará que el Congreso tenga que construir consensos para nombrar nuevo fiscal. Ahí, el más grave costo de la confrontación para la democracia, la erosión de la confianza para llegar a acuerdos en un terreno cada vez más fragmentado y con menos confianza entre partidos y ciudadanos.

http://www.excelsior.com.mx/opinion/jose-buendia-hegewisch/2017/10/29/1197844

 

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