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Depresión, un viaje a la oscuridad

El Piñero

Luis Velázquez | Escenarios
17 de julio de 2021

UNO. Viaje a la oscuridad

Una lectora, la señora Ene, envía una cartita y cuenta su viaje a la oscuridad. El viaje a la depresión, tiempo cuando ha visto que el cielo está nublado y la hierba marchita y los días son oscuros y negros.

“Soy una mujer de 50 años de edad y me siento vieja y cansada. Y aun cuando un poema dice que ‘la vida siempre es agradable sea pobre o rico y que por eso mismo, los únicos que no ríen son los tontos’, vivo prisionera de mí misma. Soy altamente depresiva.

DOS. Vivo… callada

Desde hace dos años me he zambullido en la depre. Todos los días y noches, más las noches, son fatídicos. He perdido el interés y el deseo de vivir. Perdí mi trabajo. Me despidieron con tantas ausencias injustificadas. Por fortuna, tengo esposo y me mantiene y se ocupa de nuestras hijas.

Paso el mayor número de horas mirando la oscuridad. Con la luz apagada. Sin prender la tele, porque nada me interesa.

Tampoco leo periódicos y menos libros. Incluso, me he negado el legítimo derecho del ser humano a platicar. Me he vuelto muda. Miro, observo, escudriño. Y al mismo tiempo, callo, guardo silencio.

TRES. Muerta en vida

La doctora de la depre me ha recetado infinidad de medicinas. Pero ninguna tomo. Me hago la tonta cuando me las dan. Las llevo a la boca, tomo agua, pero las escondo en algún rincón y luego las tiro.

Por una sola razón, la siguiente: tomar medicinas nunca levanta el estado de ánimo, la emoción social, la alegría, el sentido de vivir.

Más, cuando miras las horas del día y de la noche desde la depresión. Vivir deprimido significa estar muerta en vida.

Las neuronas del cerebro se desperdigan y cada una agarra camino y ninguna conexión eléctrica existe y sobreviene la apatía y la indiferencia.

CUATRO. Las semanas sin horizonte

Lo confieso: he dejado de bañarme todos los días. Me bañó cada dos y tres días. Y me baño hasta con lejía, primero, y shampoo, después. Y estropajo, con todo y que mi señora madre, en la primavera, se bañaba cuatro, cinco veces al día.

Limpiecita, bien bañadita y bien dispuestita que le gustaba andar.

Pero la depre es así. El cielo nublado. La hierba marchita. El día oscuro. Las semanas, sin horizonte.

CINCO. Familia depresiva

La depresión es sinónima de indiferencia ante la vida. Y así como llega y carcome, se va sin decir adiós.

Mi único consuelo es que mi madre era depresiva. Mi abuela, depresiva. Una tía, depresiva. Una sobrina, depresiva.

En la familia, la depre ha pegado más duro a las mujeres que a los hombres.

En las noticias han dicho que la mujer está más expuesta y propensa a la depre. Y casi casi, la declaran una enfermedad femenina.

SEIS. Mi esposo me abandonará…

El mes entrante cumpliré dos años en este viaje depresivo. He pedido a mi pareja un pastel de regalo con dos velitas.

También le he ofrecido que saldré del bache existencial. Primero, por mí misma. Segundo, por mis hijas. Y tercero, por mi esposo.

Mi pareja me escuchó en silencio. Y sonrió, digamos, a fuerza. Ene número de veces le he ofrecido la misma esperanza.

Espero cumplir. Mi pareja es generosa aguantando vara. Y estoy en una coyuntura: dejo la depresión o mi esposo me dejará a mí y hasta a las hijas, menores de edad, puede quitarme. Nadie aguanta a una mujer vieja, cansada y depresiva”.

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