México.- Fragmento del artículo publicado por New York Times, escrito por Azam Ahmed y Nicole Perlroth:
Azam Ahmed: A principios de este año, me llamó Mario Patrón, un destacado abogado de derechos humanos. Quería que habláramos en persona. Cuando llegó a las oficinas de The New York Times en México, se sentó en la sala de conferencias y me pidió mi teléfono. Enseguida, recogió los celulares de todos los demás en la sala, los sacó y los dejó en el vestíbulo, fuera del alcance de nuestra conversación. “Están monitoreando nuestros teléfonos”, me dijo.
Patrón explicó que él y dos abogados más de su equipo en el Centro Prodh, entre ellos el que representa a las familias de los 43 estudiantes desaparecidos de la escuela normal rural de Ayotzinapa, habían sido blancos de un programa espía muy sofisticado que puede intervenir un teléfono celular, incluido el micrófono. El software, conocido como Pegasus, puede monitorear llamadas, correos electrónicos, las citas en el calendario e incluso mensajes encriptados. Básicamente convierte un teléfono celular en un micrófono oculto.
Después, Patrón me presentó a Luis Fernando García, un activista de derechos digitales que había rastreado el uso del software en contra de activistas, periodistas y algunas otras personas. Me mostró más casos en los que sospechaba que habían utilizado el programa.
Como lo describe el artículo publicado el lunes, encontramos que muchas personas han sido blancos: académicos anticorrupción, periodistas y familiares de al menos dos de los objetivos, como el hijo adolescente de Carmen Aristegui, una de las periodistas más reconocidas del país.
Casi todas las personas que entrevisté hicieron lo mismo que Patrón: dejaron sus teléfonos en otro lugar. Carlos Loret de Mola, conductor televisivo, hizo algo distinto. Comenzó a llevar consigo siete distintos celulares en todo momento y a usarlos de manera intermitente para frustrar cualquier intento de espionaje.
En especial, me interesaron los mensajes que recibió Aristegui, los cuales incluían un enlace que con un clic instala el programa espía. Mientras los revisaba, empecé a entrar en pánico. Recordé que había recibido mensajes idénticos y había dado clic en uno de ellos. El enlace estaba roto y me había llevado a una página en blanco. Le di poca importancia en ese momento: fue antes de que hubiera algún reportaje sobre NSO Group, el fabricante israelí que hizo el software, y de que se sospechara del abuso del gobierno mexicano.
Sin embargo, meses después, mi teléfono fallaba seguido. Llamaban y colgaban, las llamadas no se conectaban, las aplicaciones se cerraban de pronto. Me desesperó tanto que borré el contenido de mi teléfono. Por supuesto, al hacerlo nunca pudimos saber si el teléfono había sido intervenido. Ya no tenía el mensaje original con el enlace y, si el software se había descargado, ya se había borrado. Seguí trabajando, pero usé otro teléfono para llevar a cabo mi investigación…
http://aristeguinoticias.com/2106/mexico/como-descubrimos-el-ciberespionaje-a-mexicanos-nyt/