•Hogares desolados
Barandal
Luis Velázquez
Veracruz.- ESCALERAS: El 30 de abril del año anterior, primero de la yunicidad, dos edecanes y modelos de Amatlán y una de Córdoba, amigas las tres, desaparecieron.
Nancy Rodríguez Morales, de 26 años, madre de dos hijos. De 6 y 8 años.
Anahí González, 19 años.
Alma Kristell Rodríguez, 17 años.
Intensa y frenética la búsqueda de los familiares.
Nunca fueron escuchados por la Fiscalía General ni tampoco por el llamado Fiscal de los Desaparecidos, aquel de “¿Cuál prisa si los desaparecidos desaparecidos están?”.
Los familiares, con la ayuda y solidaridad de los Colectivos, las hallaron.
Fue el 6 de julio, más de dos meses después.
Asesinadas.
Y sepultadas en una fosa clandestina en el municipio de Santa Ana Atzacan, a un ladito de Orizaba.
Y desde entonces, la Fiscalía “con palos de ciego”, y/o en la negligencia total, y/o en la indiferencia absoluta, y/o todo junto.
El mismo desprecio y menosprecio de la Fiscalía de Javier Duarte.
La misma soberbia y altivez.
El mismo desdén sobre los derechos humanos.
Incluso, nadie dudaría de que la Fiscalía repetiría la misma frase bíblica de Felipe Amadeo Flores Espinoza como procurador de Justicia en el sexenio anterior:
“Yo a Cardel no me meto porque es territorio Zeta”.
Fueron tres feminicidios de un jalón.
Y los tres, un año después, año que se cumple en estos días polvorientos, y cuando hay dos Alertas de Género que ningún beneficio han aportado para garantizar y salvaguardar la seguridad de las mujeres.
Claro, las semanas y los meses azules de Veracruz solo han tenido como obsesión obsesiva encarcelar al mayor número de duartistas acusados de pillos y ladrones.
Pero si en el el duartazgo la gente desapareció también ahora.
Falta, claro, determinar si también hay desaparición forzada.
PASAMANO: En el mes de abril, el Sistema Nacional de Seguridad Pública apuntaló a Veracruz en el primer lugar nacional de feminicidios.
Y de los 212 municipios, hay dos con el infierno más volcánico.
Coatzacoalcos y Córdoba.
Sólo en la región de Córdoba más de quince mujeres asesinadas en el primer semestre del año electoral venturoso que camina según reportaje de Antonio Osorio.
Las víctimas han corrido el mismo destino social y policiaco que los hombres.
Secuestradas, desaparecidas, quizá ultrajadas, asesinadas, arrojadas en la vía pública y sepultadas en fosa clandestina.
Incluso, algunas mujeres fueron asesinadas a cuchilladas, ultimadas a golpes, estranguladas y hasta una quemada, digamos, pozoleada, como en el caso, se afirma, de algunos de los 43 jóvenes estudiantes de Ayotzinapa y unos de los jóvenes levantados en Tierra Blanca en el sexenio anterior.
Otras mujeres, como Anayeli Torres Morales, de 19 años, estudiante de la facultad de Enfermería, fue secuestrada, desaparecida, asesinada y su cadáver fue tirado al fondo de una barranca, cerca de un puente, en los límites de Coscomatepec y Calcahualco, reproduciendo el mundo sórdido y siniestro del duartazgo cuando tiraron 19 cadáveres en la barranca de la muerte, “La aurora”, en el municipio de Emiliano Zapata.
Y, bueno, una cosita es la inseguridad (fracaso de la secretaría de Seguridad Pública) y otra, su hermana gemela, la impunidad (fracaso, indolencia, negligencia, apatía, desinterés de la Fiscalía).
En los dos casos, el desdén por la vida, pero más aún, por la vida de las mujeres.
Burla, bofetada, grosería, humillación, entonces, del gobierno azul cuando el primero de diciembre del año 2016 entregaron la medallita “Adolfo Ruiz Cortines” a las ONG, Solecitos y Colectivos, integrado por madres con hijos desaparecidos.
Lo malo es que la historia suele repetirse, unas veces como tragedia, y otras como comedia.
CORREDORES: Uno tras otro se han empalmado los feminicidios y lo peor es que uno hace olvidar al anterior y al anterior y al anterior.
Y así, sin registrarlo en su dimensión universal, la Fiscalía va cayendo en la impunidad.
Y si algún día, por ejemplo, lo percibieran parecería un alud, un volcán en erupción, una noche de relámpagos, truenos y centellas, imparable y absorbente y en donde el principio de Peter acorrala a todos.
Aquella versión con que el titular de Seguridad Pública se “lavara las manos” culpando a la violencia intrafamiliar de los feminicidios es una explicación ingenua, mejor dicho, ofensiva para la población de Veracruz.
La violencia cotidiana está encima del Estado de Derecho y el Estado Delincuencial sigue ganando la guerra en esta parte del Golfo de México.
Y lo peor:
El bienio azul ya piró.
Cierto, le quedan 5 meses y cacho para entregar la estafeta, pero, bueno, en la campaña electoral del año 2016 fue jurado que un semestre bastaba para pacificar Veracruz.
Además, la Fiscalía estará abrumada con muchos pendientes.
A: La advertencia del gobernador electo de llevar a Jorge Wínckler a juicio político.
B: Las 500 denuncias por desvío de recursos en contra de duartistas interpuestas por la Contraloría y el Órgano de Fiscalización Superior de Antonio Lorenzo Portilla, él mismito que tanto encubriera a Javier Duarte y los suyos.
C: El proceso penal a los 34 duartistas presos en el penal de Pacho Viejo.
D: La orden de aprehensión en contra de Karime Macías.
E: Las dos denuncias penales por desaparición forzada en contra de Javier Duarte.
Y por añadidura, ningún espacio ha existido ni habrá de aquí al mes de noviembre para resolver, primero, los feminicidios cometidos, y segundo, menos, mucho menos, para hundir el barco de la muerte.
BALAUSTRES: Dos jóvenes más asesinadas en Tlapacoyan.
Yanín Bocarando Sánchez y Yenarri Bravo Reyes.
Madres solteras que llevaban el itacate y la torta a casa empleadas como trabajadoras domésticas y lavando ropa, tirados sus cadáveres en un limonar.
El cadáver de Jeniffer Pachuca Solís, de 22 años, madre soltera con dos niñas, flotando en el río Jamapa, a la altura de Paso del Macho.
En la misma región, María Estefanía Ríos, 24 años, llevó a sus hijos a la escuela y fue desaparecida y asesinada.
Ella era hermana de una menor desaparecida, María Virginia Ríos, a quien buscaban con ayuda del Solecito.
Etcétera.
Por todos lados, en Veracruz, la muerte y la desolación.
Hogares enlutados.
Niños huérfanos.
Padres y hermanos y parientes, en el desamparo.
La historia es lacónica:
A mayor impunidad, los crímenes se multiplican.
El gabinete de seguridad del gobierno de Veracruz desencantó por completo.
En todo caso, fue utilizado para la venganza, aun cuando nunca, jamás, pudieron encarcelar a Fidel Herrera Beltrán, el político más odiado (y durante más de veinte años) por el gobernador.