De acuerdo con lo observado por los médicos de Nueva York que tratan a enfermos de Coronavirus, un síntoma se suma a la fiebre, la tos y la falta de aliento: muchos sufren desorientación, no saben dónde se encuentran ni en qué año viven.
Dicha confusión se debe en muchas ocasiones a la falta de oxígeno en la sangre, pero en algunos casos la desorientación parece demasiado alta en relación con el daño sufrido en los pulmones.
Para la neuróloga del hospital universitario Langone en Brooklyn, Jennifer Frontera esos casos plantean interrogantes sobre el impacto del nuevo COVID el cerebro y el sistema nervioso. Varios estudios empiezan a describir ese fenómeno.
Un estudio publicado la semana pasada en la revista de la Asociación Médica Estadunidense, indica que el 36% de un grupo de 214 pacientes chinos observados por médicos presentaron síntomas neurológicos como la pérdida de olfato, neuralgias, convulsiones y accidentes cerebrovasculares.
De acuerdo a un artículo del New England Journal of Medicine, la revista médica estadunidense más prestigiosa, señala que médicos franceses estudiaron a 58 pacientes con COVID y comprobaron que la mitad de ellos estaban desorientados o agitados. Unos escáneres cerebrales mostraron posibles inflamaciones.
“Todo el mundo dice que es un problema de respiración, pero también afecta a lo que más nos importa: el cerebro”, dice el jefe del departamento de neurología de la universidad de California en San Francisco, S. Andrew Josephson.
“Si te sientes confundido, si tienes problemas para pensar, son buenos motivos para consultar a un médico”, dice.
“Es probable que la vieja idea según la cual sólo hay que ir al médico si te falta el aliento ya no sea válida”, considera.
Los virus pueden llegar a afectar el cerebro sobre todo de dos maneras, explica Michel Toledano, neurólogo en la Mayo Clinic en Minnesota.
La primera ocurre por el inicio de una respuesta inmunitaria anormal llamada tormenta de citocinas, que provoca una inflamación del cerebro denominada encefalitis autoinmune.
La segunda se produce por una infección directa del cerebro, una llamada encefalitis viral. El cerebro está protegido por la barrera hematoencefálica, que se encarga de bloquear las sustancias intrusas, aunque en ocasiones puede fallar y dejar pasar alguna.
Algunos científicos sostienen la hipótesis de que la nariz podría ser la vía de acceso hasta el cerebro, ya que la pérdida de olfato es habitual para numerosos enfermos de Covid-19. Pero esa teoría se ve debilitada por el hecho de que muchos pacientes que pierden el olfato no sufren graves problemas neurológicos.
La principal teoría es que el impacto en el cerebro es fruto de una respuesta inmunitaria excesiva, pero para confirmarla es necesario detectar el virus en el líquido cerebroespinal de un enfermo.
Para confirmar el impacto del coronavirus en el cerebro, Frontera, colabora en un proyecto de investigación internacional que busca estandarizar la recolección de datos.
Su equipo observó crisis convulsivas en pacientes de Covid-19 que jamás habían sufrido ninguna antes de enfermar, así como minúsculas y “singulares” hemorragias cerebrales.
Su objetivo es tomar una muestra del líquido cerebroespinal de un quincuagenario con la materia blanca del cerebro gravemente afectada. Pero es complicado hacer esas extracciones en pacientes que necesitan un respirador artificial y, como la mayoría de ellos fallece, no se ha logrado estudiar correctamente los daños neurológicos.
Quienes sobreviven acaban, sin embargo, consultando a neurólogos.
“Vemos a muchos pacientes desorientados”, dice Rohan Arora, neurólogo del hospital Long Island Jewish Forest Hills.
De acuerdo con él, el 40% de quienes sobrevivieron al coronavirus sufren esos problemas.
Se desconoce aún si esos trastornos son duraderos. El paso por la reanimación suele crear confusión en los pacientes, debido a los medicamentos que se les administran.
El neurólogo explica que, para los enfermos de Covid-19, el regreso a la normalidad suele llevar más tiempo que a quienes sobrevivieron a un ataque al corazón o un accidente cerebrovascular.
Con información tomada de Excelsior