- Leyendas sobre el embute
Luis Velázquez
Veracruz.- DOMINGO
Gran negocio periodístico
Hay en el periodismo leyes no escritas. Una de ellas gira alrededor del embute que por lo general suelen dar los políticos a los reporteros, aun cuando la relación también llega al cuerpo directivo de cada medio como a los dueños.
Por ejemplo, hay una regla universal tan efectiva como insólita. Dice:
“Lo que se publica cuesta, pero lo que no se publica, cuesta mucho más”.
Y es que una cosita es destacar una noticia por encargo en la primera plana, incluso, a ocho columnas, y otra es tirar al cesto de la basura una nota que por equis razón dañe la imagen de un político.
Y más, cuando de por medio se atraviesa el tiempo electoral en que los partidos disputan la presidencia municipal, la gubernatura o la presidencia de la república.
Más todavía, en la negociación suele darse que una noticia dinamita puede, en efecto, publicarse, pero publicarse en una página interior, allá por la sección de espectáculos, en la parte inferior, a una columna, digamos, perdida por ahí para que ningún lector la lea y pase inadvertida.
Y si un reclamo existiera que el medio oculta noticias, el editor puede argumentar que fue publicada, claro, minimizada.
LUNES
Leyendas sobre el embute
Muchas leyendas giran alrededor del embute. Una es la de aquel reportero que obtenía más ganancias por su lengua que por su pluma.
Su lengua, pues, era más peligrosa, hacha filosa, guillotina pura, contando las historias sórdidas de políticos en el café y en ruedas de prensa y entre los reporteros y entre los políticos y que nunca publicada.
Y como está probado que el chisme se va agrandando conforme lo siguen contando, entonces, más riesgosa se volvía su lengua.
Un priista repite, por ejemplo, que la calumnia es un pulpo con muchos tentáculos, porque aun cuando hay quienes jamás la creen, de cualquier forma siembra la duda y la sospecha.
Claro, hay de lenguas a lenguas, pues nunca será igual una masculina a una femenina como fuera, entre tantas otras, la famosa lengua de Joseph Fouché, calificado el genio de la tenebra política.
Por eso mismo los príncipes solían tener a sus bufones, porque además de que les hacían llevadera la vida, según la historia también daban “vuelo a la hilacha” de su lengua.
El virus se ha multiplicado tanto que la lengua de un reportero es más venenosa que la de un político.
MARTES
‘Chayotes” hasta en la comida
Ángel Leodegario Gutiérrez, QEPD, fue un político priista y editor de medios, entre ellos, el “Diario de Acayucan” y “Política”, ya desaparecidos.
Entre otras de sus virtudes estaba la picardía y la jiribilla (y el doble sentido) que tenía para contar historias y anécdotas, pero también para describir a las personas.
Una vez, por ejemplo, invitó a comer al columnista Pompeyo Lobato Ortiz, quien en una etapa de su vida alternó su trabajo en El Dictamen con la conducción de un programa en TV Más.
En la comida, Pompeyo pidió un pámpano empapelado que, como se sabe, lo cocinan con verduras, entre ellas, el chayote, y que en términos periodísticos es el otro nombre que recibe el embute.
Entonces, Yayo Gutiérrez le dijo la siguiente frase bíblica.
“Caray, Pompeyo, tú hasta en la comida pides chayote”.
Ha de recordarse, sin embargo, la otra frase célebre del gran reporterazo que fuera de Excélsior, René Arteaga, apodado “El manotas”:
“Chayote que no te corrompa… ¡agárralo!”.
MIÉRCOLES
Aceitar la computadora…
Un reportero aguerrido y combativo del siglo pasado tenía una frase singular. Decía:
“En la conquista del embute… ¡ni un paso atrás!”.
Incluso, si un reportero llegaba por ahí a la sala de redacción lleno de sueños y pureza alardeando de la honestidad, la honestidad total y absoluta que llevó al sacrificio, por ejemplo, a san Martín de Porres, entonces, todos los reporteros, fotógrafos y editores se integraban en automático en un sindicato invisible, pero efectivo, para cortarle la cabeza, simple y llanamente, por atentar en contra del embute.
Víctor Sevillano Pérez, el fotoreportero, lo dijo de la siguiente manera un día cuando el vocero de un político les dijo que el embute estaba suspendido porque las arcas estaban vacías:
“Entonces, ¿ustedes creen que yo no como?”.
Y como lo dijo con tanta gracia hubo “chayotes” para todos.
La regla universal no escrita deja claro que con un embute la máquina de escribir, la computadora, se aceita y lubrica, y por tanto, el reportero suele mirar con claridad la figura de estadista del político de referencia.
La premisa ideológica sería así:
Entre mejor sea el embute, más incienso periodístico para el político.
Y a menor embute, poquito incienso.
Javier Duarte gastó ocho mil millones de pesos en el sexenio para que los medios le tiraran incienso a su paso.
JUEVES
Todos contra el vocero
Habrá sido hacia finales del sexenio de Luis Echeverría o principios de José López Portillo cuando el presidente de la república viajó, acompañado de los reporteros de la fuente, a Guadalajara para dos días de trabajo.
En la noche, y luego de enviar las notas a sus medios, los reporteros terminaron en un centro nocturno, atrapados y sin salida entre el alcohol y las cortesanas.
Antonio Andrade, originario de Córdoba, reportero de Excélsior, qepd, contaba que hacia medianoche buscaron al jefe de prensa del gobernador para que los alcanzara en el antro, pero más aún, para pagar la cuenta millonaria.
Y todo el tiempo el vocero se escondió.
Hacia la madrugada, cuando ya iban a cerrar el prostíbulo, los reporteros se cooperaron entre sí para pagar la cuenta, pero como el dinerito era insuficiente dejaron empeñados relojes y cadenas.
Nunca el vocero dio la cara.
Entonces, los reporteros se pusieron de acuerdo e inventaron unas declaraciones tronantes al gobernador, donde, incluso, se lanzaba en contra del presidente de la república, en la inteligencia que si todos la publicaban en sus periódicos, entonces, nadie podía desmentir la noticia.
La noticia fue publicada, le causó un pleito fenomenal al gobernador y el vocero, sin más, fue despedido.
VIERNES
Deslinde del embute
Carlos Hank González era Regente en la Ciudad de México y don Julio Scherer García director general de Excélsior.
Un día Hank envió a don Julio una camioneta lujosa de regalo y don Julio dio las gracias al mensajero y que se la llevara.
Uno de los hijos quiso manejarla aquí, en la manzana, alrededor de la casa, solo una probada, una probadita, y que lueguito se la llevaran.
Y don Julio, padre al fin, cedió y el hijo se trepó a la unidad y la manejó rapidito, nomás para ver lo que se sentía.
Y en la esquina… chocó.
–No importa, dijo el enviado de Hank, ahorita pedimos otra.
Y don Julio, molesto y apenado, se opuso por completo y dio las gracias a Carlos Hank y una regañiza al hijo.
Fue un caso parecido cuando Adolfo Lugo Verduzco, presidente del CEN del PRI, envió una máquina eléctrica de escribir (y que eran la novedad) a don Manuel Buendía y una de las hijas festinaba feliz el obsequio para hacer sus tareas.
Y Buendía la devolvió con una cartita. “No hay razones para que usted como líder del PRI regale una máquina de escribir a un reportero” escribió a Lugo Verduzco.