Luis Velázquez
Veracruz.- DOMINGO
“Lavar culpas ajenas”
No hay un solo detenido por el crimen del periodista Ricardo Monlui Cabrera en Yanga el 19 de marzo, 2017
Tampoco hay un solo detenido por el asesinato en plena calle de Acayucan del camarógrafo de Honduras, Edwin Rivera Paz, el 9 de julio de 2017.
Tampoco hay un solo detenido por la ejecución del reportero Cándido Ríos Vázquez, en Juan Díaz Covarrubias, el 22 de agosto de 2017.
Los tres, en la yunicidad.
Menos, mucho menos, hay detenidos por cada uno de los 19 asesinatos de reporteros y fotógrafos en el duartazgo, con todo y que algunos casos los haya atraído la Procuraduría General de la República, PGR, digamos, sólo digamos, igual que ahora, para “lavar culpas”.
Es más, a pesar de la promesa pública de que la autoridad haría justicia, ni una, la estatal, ni la otra, la federal.
Y en contraparte, hay setenta periodistas de Veracruz bajo la protección de las medidas cautelares de la secretaría de Gobernación, como el caso de Cándido Ríos, quien también lo estaba y no obstante, fue asesinado.
Y asesinado, como dijera el subsecretario Roberto Campa Cifrián, porque estaba en el lugar equivocado con la gente equivocada y a la hora equivocada, ajá.
LUNES
Una vida más en peligro
El primer reportero asesinado en la era duartista fue Noel López Olguín, del periódico Horizonte y Noticias de Acayucan, el primero de junio de 2011, en Jáltipan.
Y desde entonces, ningún asesino está detenido. Menos, mucho menos, indiciado.
Y menos en el caso del camarógrafo hondureño, Edwin Rivera Paz, quizá por ser extranjero, y allá que su cuerpo consular se ocupe y preocupe, pues en Veracruz hay demasiados pendientes locales.
La violencia afecta y agravia al gremio reporteril, centrándose en los trabajadores de los medios, sin que el fuego ni el incendio llegue a los dueños.
Y como en el caso de Veracruz, la mayor parte del interior de la provincia misma. En Yanga, uno. Otro, en Acayucan. En Hueyapan de Ocampo, el otro, para hablar del bienio azul que corre.
Y más, por lo siguiente: a mayor impunidad, más crímenes, porque los malandros saben que nada pasa, que nadie es perseguido ni detenido, que nadie es buscado, y por añadidura, “se crecen al castigo”.
Ahora mismo, el columnista Mussio Cárdenas Arellano interpuso una denuncia penal en la Fiscalía por amenazas de muerte, al parecer, proveniente de los malandros.
Una vida más, en peligro, pues está probado y comprobado que las palabras son más peligrosas que las R-15.
MARTES
Mucho fervor patriótico
Los reporteros y las ONG de trabajadores de la información ya se cansaron de pedir justicia, simple y llanamente, justicia, justicia a secas.
Y en el lado de la Fiscalía y la PGR, el silencio.
Es más, todos los días en su columna “Agenda”, Ana Laura Pérez, presidenta (ahora) de la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas, publica un epígrafe que a la letra dice:
“En memoria de los periodistas caídos en cumplimiento de su deber”.
¿Y?
Y de nada sirve tanto fervor patriótico, solidario, amical y humanitario, pero todo sigue igual, como si hecho y derecho ningún cambio se hubiera dado en la manera de actuar del sexenio anterior y al que rige.
Más aún: en la LXIV Legislatura hay otra comisión de nombre kilométrico y que incluye una ensalada temática, entre ellas, para atender “los ataques y homicidios a periodistas”.
Y desde luego, sabrá el chamán su tarea, porque ninguna Comisión ha abanderado con hechos y resultados la justicia para los veintidós reporteros asesinados del año 2011 a la fecha, pues aun cuando 19 fueron en el duartazgo, se trata de crímenes irresueltos.
MIÉRCOLES
Ni un solo condenado
En el año 2011 fue asesinado el primer reportero en Veracruz.
Y desde entonces, seis años después, y cinco años después, y cuatro después, y tres años después, y dos años después, y un año después, y este mismo año con 3 ejecutados, ni un solo condenado.
Una excepción fue el crimen de la corresponsal de Proceso, Regina Martínez Pérez, el 28 de abril de 2012, y en donde la ex Procuraduría de Justicia (Felipe Amadeo Flores Espinoza) detuvo a un presunto homicida y que luego fue liberado por falta de pruebas por el magistrado Edel Álvarez Peña y que le costara el congelamiento total y absoluto de Javier Duarte, incluso, hasta la represión y la venganza.
En el caso del crimen del reportero Moisés Sánchez Cerezo (2 de enero de 2015, en Medellín), el ex presidente municipal, panista Omar Cruz Reyes, fue señalado de autoría intelectual y el panista se fugó, se ignora, como siempre se dijo en el pasillo político, si por componendas “en lo oscurito”.
En todo caso, la justicia evidenciada, bajo sospecha, sembrando la duda y el desconcierto del llamado Estado de Derecho.
JUEVES
Tres desaparecidos
Hay tres reporteros a quienes, como dice el chamán, “se los tragó la tierra”.
Gabriel Fonseca, del “Diario de Acayucan”, desaparecido el 17 de septiembre de 2011, y lo peor, frente a las oficinas policiacas del pueblo.
Cecilio Rodríguez Domínguez, del semanario Proyectos, desaparecido en Chinameca el 11 de mayo de 2012.
Y Sergio Landa Rosado, del “Diario de Cardel”, desaparecido el 23 de enero de 2013, y lo peor, frente a las oficinas de la corresponsalía.
Y desde entonces, seis años después, nunca, jamás, jamás, jamás, se ha sabido de ellos. Si están vivos o muertos. Si fueron, digamos, reclutados por los malandros o ejecutados. Si viven en otras latitudes geográficas del país.
Su destino, en el limbo. En la incertidumbre y la zozobra.
Y lo más grave, en los últimos seis años (incluidos los nueve meses del gobierno azul), jamás una referencia de la autoridad sobre, digamos, una búsqueda fallida.
Y de seguro, sus expedientes (¿Habrán, siquiera, levantado una investigación ministerial?) en el archivo muerto.
Así, y más que la impunidad, la opacidad, pues, y en el caso de Gabriel Fonseca, cuando cada año sus amigos reporteros de Acayucan lo recuerdan y claman justicia, ninguna respuesta oficial.
Bueno, una sola respuesta: el silencio. El silencio total y absoluto.
VIERNES
La muerte de la esperanza
Ninguna esperanza, entonces, con la Fiscalía azul de Veracruz y la PGR… para que el crimen de los reporteros ejecutados merezca la procuración de la justicia.
Y lo más grave: si hay impunidad con el homicidio de tantos reporteros y fotógrafos, entonces, revela con toda crudeza la realidad atroz para los familiares de los desaparecidos, secuestrados, asesinados y sepultados en fosas clandestinas.
Imposible, por añadidura, creer, tener fe, prender una veladora para caminar en el largo y extenso y tortuoso túnel de la justicia.
Javier Duarte y sus fiscales, Felipe Amadeo Flores Espinoza y Luis Ángel Bravo Contreras, siempre fueron sordos al legítimo reclamo de una sociedad agraviada y agraviada con exceso y demasía.
Ahora, la papa caliente la tiene el señor Jorge Wínckler, y dado los nueve meses y nueve días transcurridos, pareciera que el túnel se ha agigantado.
Y más que noche sombría de Veracruz, parece “la noche de los cuchillos largos y la noche de San Bartolomé”.
El desencanto social, pues, y que incluye la muerte de la esperanza.