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Don Fernando: una vida entre relojes y el infinito caminar del tiempo

El Piñero

• “Actualmente hay pocos relojeros que conocen el oficio, ya no le saben a la maquinaria, ya vamos quedando pocos, quedamos como cuatro y son contaditos en la capital”.

Oaxaca, México.- Con una técnica que ha pulido a través de los años, hábil y meticuloso, don Fernando Hernández Acevedo es un experto en relojes que ha entregado toda una vida al oficio.

Paciente y con un rostro sereno, listo para manejar el infinito caminar del tiempo, es de los pocos relojeros que ha logrado mantenerse en la capital oaxaqueña.

Mientras trabaja con un pequeño destornillador, don Fernando nos explicó que un relojero no es quien sólo cambia las piezas de un reloj, que aunque dicha actividad tiene su mérito, pero cuando se ha pasado a reparar las piezas, es donde empieza la profesión de relojero.

“Al principio yo empecé de chalancito, empecé a solicitar empleo, pero entré como ayudante del aseo y todas esas cosas, posteriormente ya me gustó y entonces me contrataron para quedarme como aprendiz”, describe sobre sus inicios en este delicado trabajo al cual se ha dedicado durante más de seis décadas.

Refiere que su vida laboral inició en una relojería que se llamaba “El Hospital de Relojes” que se ubicaba entre las calles de Miguel Cabrera y Mina en el municipio de Oaxaca de Juárez.

Posteriormente trabajó en la Relojería Azteca que se encontraba en la calle de Aldama, ahí aprendió el oficio y a los 19 años ya se había formado como maestro relojero, “ a partir de ahí empecé a recorrer relojerías”. Una de ellas fue “Maria Teresa”, en el Monte de Piedad, la relojería Delfer en la calle de Crespo.

Con el ánimo de perfeccionar las diversas tareas y los conocimientos aprendidos, don Fernando viajó a la Ciudad de México para recibir algunos cursos de capacitación para luego regresar y trabajar en una relojería denominada “El ancla de rubíes” en la calle de Bustamante en el centro de Oaxaca de Juárez.

Toda una vida

Durante una estadía en la región del Istmo de Tehuantepec, don Fernando trabajó en la relojería “Elyin” en Juchitán, luego laboró en Salina Cruz, hasta que decidió instalar su propia relojería en Santo Domingo Tehuantepec, la que nombró “Visión 2000”, sin embargo, la vida lo llevaría de regreso a la capital del estado para abrir “Relojería Orient”.

Cuenta que ha trabajado durante 60 años, 30 de ellos en relojerías externas y el resto en su propio negocio, el cual lo llena de gran satisfacción pues se siente orgulloso de haberse formado en base a la cultura del esfuerzo.

“La verdad es que yo mi oficio lo aprendí muy bien, toda mi vida he sido relojero porque no se hacer otra cosa más que eso”, menciona, mientras desmonta y limpia un reloj, concentrado en su labor y en la plática que mantiene muy amablemente.

Desde los modelos más sencillos, hasta los más sofisticados, es un arte componer aquellas máquinas del tiempo, “yo me especializo en los relojes de cuerda, los automáticos, que son con los que yo aprendí, ahora ya es mucho más sencillo, es más pila, es más circuito integrado, la mayoría sólo cambia máquinas, ya no es como antes que se necesitaba reparación”, resalta.

Mencionó que los avances de la tecnología no han resultado gran problema para él debido a que ha sido afortunado al realizar un buen trabajo, la gente lo recomienda y siempre está ocupado observando maquinarias y piezas para encontrarle solución al desperfecto.

“Ahora con eso de que les jalan el celular, las personas volvieron con el reloj, porque es más fácil ver la hora en tu muñeca que estar viendo en el celular, a mi no me afectó en nada el paso de los años, porque como quiera que sea sigue habiendo relojes de cuerda, automáticos y es de lo que yo me mantengo, de mis reparaciones”.

Su vasta experiencia lo ha convertido en un especialista de relojes, dado que ha arreglado desde un Steelco, Haste, Courtie, Sidney, Eco-Drive, Hamilton, hasta un Rolex, así como diversos tipos de relojes suizos, asequibles, de gama media y alta.

En su opinión entre las mejores marcas está el Citizen, Omega, “ahora ya no hay pero antes había un reloj Eterna matic, había mucho reloj muy bueno, el problema es que lo han ido rezagando porque ya la refacción es muy cara y ya no costea aveces arreglarlo”.

Para don Fernando, hay personas a las que les gusta lucir su reloj, porque les da personalidad y hay otras que lo tienen por necesidad de medir el tiempo, a quienes no les interesan las marcas o el tipo de reloj.

Perseverancia y trabajo duro

El maestro relojero recuerda que durante su apogeo en la reparación, tenía muchísimo trabajo, “antes se acostumbraba que decía uno, voy a velar, y se aventaba uno un buen tanto de horas en la madrugada, en la noche y ya tarde se dormía uno, porque la costumbre era de que el trabajo se tenía que entregar los sábados”.

En 1965 trabajaba más de 14 horas, abría su negocio a las 10 de la mañana, cerraba para salir a comer, regresaba y cerraba su taller a las 8 de la noche, sin embargo continuaba trabajando hasta las 2 o 3 de la madrugada, pues el trabajo se entregaba los días sábados.

“Actualmente hay pocos relojeros que conocen el oficio, ya no le saben a la maquinaria, ya vamos quedando pocos, aquí por ejemplo de los relojeros que en mi tiempo aprendí con ellos y los conocí, quedamos como 4 y son contaditos en la capital”.

Especialista de relojes

Don Fernando comenta que de niño quería estudiar la carrera de medicina, pero sus padres no contaban con los recursos necesarios, situación que lo orilló a trabajar desde muy temprana edad.

“Posteriormente cambió mi situación, cuando yo empecé a componer, cuando a mi me dijo el maestro, mira te voy a pagar por semana por lo que hagas y te quedas como relojero, de ahí me fue enseñando más y fui aprendiendo más”.

Recordó que su maestro José Paz Méndez le enseñó gran parte de lo que sirvió para que saliera adelante en la vida, posteriormente trabajó con el hermano de su maestro, con quien terminó de aprender, “ya murieron los dos, buenos relojeros y buenas personas”.

Oficio único

Sin descuidar su trabajo y concentración, don Fernando compartió que en los años 70´s fue invitado para acudir con otro maestro relojero a darle cuerda al reloj de la Catedral en la capital de Oaxaca, invitación que aceptó con gusto, sin embargo cuando fue invitado el sólo decidió no ir, debido a que no se quiso comprometer, pues no sentía con la suficiente experiencia, situación que lo animó a mejorar en su trabajo.

“Posteriormente a los 3 o 4 años, fui con otro maestro, el de la relojería Maria Teresa, él era el que tenía de encargo ese reloj, teniamos que darle cuerda, subir las pesas que tiene colgando como si fueran unos bultos de arena, para que todo el peso vaya bajando y ese es el que da la cuerda”.

En la actualidad

El especialista en relojes señaló que a su taller han llegado maquinarias que otros relojeros no pudieron arreglar, pero que con un poco de paciencia y habilidad ha podido reparar, aunque aveces el no encontrar la refacción resulta uno de los principales obstáculos para solucionar el desperfecto.

“Anteriormente se hacían las piezas, conocí a dos personas que trabajaron con el torno y hacían las piezas, pero ahorita para comprar un torno es caro y ya no tiene la misma utilidad que se le pueda dar, pero ve uno la manera y si no pues le adaptamos la pieza, la conseguimos, pero tratamos de que se arregle”.

La pasión en las venas

Mientras desmonta otro reloj, don Fernando asegura que por su parte el oficio seguirá dando frutos, pues ha ido compartiendo sus conocimientos con su hijo Víctor Fernando Hernández Pastelín, que bien podría llegar a ser un experto relojero.

“Pienso que de alguna manera, ahora con los nietos y sobrinos hay que seguirles enseñando para que se quede eso y prevalezca de generación en generación”.

Don Fernando Hernández Acevedo es propietario de la Relojería Orient, en la caseta número 360, que se localiza en la puerta central del mercado Benito Juárez, sobre la calle de Flores Magón en la capital de Oaxaca.

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