Luis Fernando Paredes Porras/ Masca la Iguana
Tuxtepec, Oaxaca.- Don Julio Domínguez Medina es vendedor desde los 7 años de edad, vive en el único pueblo de la cuenca que lleva su nombre, la comunidad de Papaloapan. Desde hace 15 años comercia con un alimento popular de la cuenca, el plátano frito.
Don Julio narra que se colocó en la entrada del puente vehicular de San Bartolo hace 15 años, cuando comenzó la venta de las bolsitas con plátanos fritos dulces y maduros, pero en una hora no logró colocar ni una bolsa, por lo que decidió caminar en el sentido opuesto de la avenida Hidalgo. Ese hecho fue trascendente.
Me cuenta que calcula que camina cada ocasión que sale a vender unos 35 kilómetros. Descansa un día a la semana por si tiene un compromiso familiar, pero si nada le ocupa prefiere andar sus 35 kilómetros saliendo a las ocho y media de su casa, llegando a Tuxtepec a las nueve y media y regresando a las cinco y media o seis de la tarde a su hogar donde le espera su esposa.
El grito de venta es un clásico de la cultura popular tuxtepecana. Don Julio le atribuye a un regalo de Dios la idea de andar gritando lo que ha vendido en toda su vida porque, “si no anuncio lo que traigo, si ando callado pues cómo se va enterar la gente lo que ando vendiendo”.
Los 35 kilómetros que camina en cada día de venta resultan, según sus cálculos, de andar en el cuadrante conformado por las calles Carranza y el muro bulevar y de la calle 16 de septiembre en la colonia Santa Fe hasta la colonia ex normal. Sus zapatos no son especiales, ni tampoco el sombrero de ala ancha que le cubre el rostro del sol.
El cliente va saliendo y hay que seguir visitándolo, me informa el hombre de corta estatura, bigote abundante canoso y una condición que al menos yo, le envidio.
Con su carrito de dos ruedas donde coloca la caja de huevos con las bolsas de plátanos fritos “el platanitos” anuncia su presencia con su grito que pareciera querer llevar el mismo ritmo de sus pies que caminan rápido.
La iguana dice que Don Julio no llega a vender hasta el IMSS, por eso no lo escucha gritar desde su apestoso arroyo Moctezuma.
Me pregunta la verdosa por mi sabor preferido de la botana cuenqueña y le comparto unos pocos platanitos dulces de los que vende Don Julio. La verdosa los prueba, me mira y masca con singular alegría para decirme en un descanso que ya es cliente del “platanitos”. Sí, está muy bien la idea, sólo que ella no paga.