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Dos caciques en el ocaso: José Soto y Felipe Reyes

El Piñero

Piñadero Político
Por: El Piñitas

*Un empresario de la industria sin chimineas, compraría las gosolinerías de Soto Martínez

Tuxtepec, Oaxaca.- A José Soto y Felipe Reyes… el destino los alcanzó. Hoy ambos están en el ocaso, en la desgracia, pues, como consecuencia de sus propios actos. Mientras el primero es objeto del acoso de grupos criminales, producto de “polvo de aquellos lodos”, el segundo enfrenta las culpas de sus pecados y de sus excesos.

Vayamos por partes:

Breve semblanza de Soto…

Llegó a la Cuenca del Papaloapan a finales de la década de los años setentas, procedente de Guanajuato, su estado  Natal. Trabajó durante algún tiempo a lado del “gober fogoso” Fidel Herrera Beltrán como supuesto administrador de gasolinerías, que más tarde se quedaría con ellas.

Así, su carrera como empresario de las gasolinas fue en ascenso, vertiginosamente, al grado de convertirse, de golpe y porrazo, en un nuevo magnate quizá a la altura de los Bravo Torra, García Kuri, entre otros.

Ganó fama y poder: El poder político, por supuesto, de la mano del económico, gracias a su habilidad como “traficante de influencias”. Así, fue en varias ocasiones diputado federal y local. Y  a costa de sangre y fuego, se apoderó del control cañero del ingenio Adolfo López Mateos.

A su paso por la dirigencia cañera,  fue acusado de todo: supuesto asesino de campesinos, traidor al hombre que le dio la mano, Margarito Quintana Perdomo, a quien mandó a la cárcel y, quien más tarde  moriría en su casa,  tras salir de prisión.

Prototipo del cacique priista de horca y cuchillo, y proclive a las traiciones,  José Soto pasó del tricolor  al Partido Movimiento Ciudadano donde fue cobijado por Dante Delgado y desde su feudo intentó recuperar el poder sin conseguirlo. Se venía el ocaso, su destino: su desgracia.

Hace unos días, un grupo armado irrumpió en la gasolinería de Loma Bonita en cuyo establecimiento causó destrozos y dejó un amenazante mensaje que, según decía el contenido, palabras más palabras menos: reclamaban adeudos y se advertía cortarían la cabeza a unos de sus hijos.

Tras las amenazas, Soto Martínez, propietario de un imponente hotel en Tuxtepec, vendería su cadena de gasolinerías a un empresario de la industria sin chimeneas, cuya fortuna amasó, cuentan en Loma Bonita, del rubro de las medicinas, toda vez que es un joven empresario capaz, visionario y exitoso, que se hizo como tal en NADRO (Nacional de Drogas).

Semblanza de Felipe Reyes…

Originario del municipio de Villa Azueta, Veracruz, pasó su infancia, pubertad y juventud en Loma Bonita. Tras egresar de la secundaria, partió a tierras foráneas donde cursó  el bachillerato y la carrera profesional.

Como ingeniero industrial, se hizo cargo del Complejo Frutícola Industrial de la Cuenca del Papaloapan (COFRINSA) en la capital piñera, donde fungió como gerente de producción.

Posteriormente, ingresó al Partido Revolucionario Institucional, siendo dirigente de la CNOP, brillando con luz propia y rompiendo esquemas, lo que le trajo fuertes confrontaciones con el viejo cacicazgo de la época, pues era la década de los noventas.

Al ser repudiado por la vieja clase política priista, optó por brincar al PRD, donde figuró como líder indiscutible, entronizándose como un nuevo cacique y ganador de cuatro elecciones municipales, gracias al nuevo modelo de política social. Se trataba, pues, de gobernar en favor de los pobres, dando despensas y llevando drenaje y pavimentación a colonias y pueblos de la comarca lomabonitense.

EL MODELO PERREDISTA, AGOTADO Y ACOTADO

Acotado y agotado por políticas de tipo social fallidas, además de corrupción en materia de obras que solo enriquecieron a un puñado de empresarios rapaces, Felipe Reyes sucumbió y hoy se encuentra en la desgracia por pecaminoso.

En su haber se ocultan anécdotas y leyendas,  propias de un harem  del medio oriente.

Postrado en cama de un hospital desde hace varios meses, el actual diputado federal atraviesa por un complicado cuadro de salud que lo mantiene indispuesto de hacer política, mientras, en el mundo exterior, alguien lo reclama y espera su recuperación.

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